viernes, 29 de mayo de 2020

Jaén 1808-1812: Los franceses en la capital del Santo Reino


Se conoce como Guerra de la Independencia Española al conflicto bélico desarrollado entre 1808 y 1814 dentro del contexto de las guerras napoleónicas que enfrentó a las potencias aliadas de España, Reino Unido y Portugal contra el Primer Imperio Francés, cuya pretensión era la de instalar en el trono español a José Bonaparte, más conocido como Pepe Botella, hermano de Napoleón, tras las abdicaciones de Bayona.

En 1808 Jaén vivía tiempos convulsos, con un cabildo dividido y un pueblo agitado por el rumor de un levantamiento contra los franceses en Córdoba. La situación era tal que un comerciante francés, Gracian Berges, que no se había metido con nadie, vio cómo la puerta de su local fue golpeada por el pueblo.

En junio, la administración pública local creó la Junta Superior de Jaén para defenderse de los ataques del enemigo. Días más tarde, los soldados franceses enviados por el general Dupont desde Andújar tras la retirada de Córdoba, entraron en Jaén capitaneados por el general Pierre Baste, abriendo fuego y matando a niños y viejos, saqueando iglesias, salvo la de San Ildefonso y la Catedral, profanando esculturas religiosas, etc.

De todo ello lo más conocido fue el asesinato de varios religiosos en el antiguo convento de Santo Domingo y un sacerdote en el antiguo convento de San Agustín mientras este se encontraba postrado en su cama gravemente enfermo. Por culpa del ataque francés desapareció este último convento, situado en la plaza del mismo nombre, a la altura de los jardinillos, del que tan sólo quedaron las paredes.

Tras dos días de continuos enfrentamientos, los franceses se marcharon para regresar nada más comenzar el mes de julio. Entre las partidas de paisanos creados por la Junta Superior se encontraba Pedro del Alcalde, guerrillero natural del vecino pueblo de Arjona que fue asesinado en el centro de la capital en junio de 1811.

La ciudad estaba defendida por Narciso Muñiz, coronel de los reales ejércitos y tesorero del Reino de Jaén con 200 paisanos bajo su mando que acudieron de toda la provincia. También destaca un batallón, liderado por el capitán Mariano Lendinez, formado por 600 hombres del Regimiento de Voluntarios de Antequera.

Desde Torredelcampo se desplazaron 600 hombres voluntarios bajo las órdenes de los coroneles don Miguel de Aro y don Vicente Abelló que, después de batirse durante cuatro horas contra los franceses, terminaron por retirarse de nuevo al municipio vecino. También lucharon a favor de los paisanos 30 contrabandistas a caballo que defendieron los molinos próximos a la Puerta de Martos.

Los franceses, en cambio, enviaron a nuestra ciudad entre 1500 y 2000 franceses con 500 caballos, pertrechados con un obús y dos cañones. Todos ellos bajaron por Despeñaperros por culpa del mariscal Vedel, que a su vez envió al barón Cassagne para que, junto con sus hombres, recolectaran víveres. Al ser superiores en número, los franceses entraron en la ciudad retirándose los jiennenses, tomando momentáneamente el control del castillo y la antigua torre de San Agustín, espacio este último dependiente de la alcaldía de la ciudad.

Los españoles recibieron, al día siguiente, el apoyo de dos escuadrones de caballería al mando del coronel don Juan Joaquín Romero y el comandante Marqués de Campoverde. Estos, procedentes de Torredelcampo y Arjona, hicieron retroceder a las tropas francesas hasta el arroyo de La Magdalena. Allí, estos últimos colocaron un cañón dificultando la acción de la caballería española, aunque definitivamente dicho cañón fue destruido.

Tras la caída de un segundo cañón en la zona de la Loma del Royo, los franceses fueron perseguidos por la ciudad. Estos lucharon contra los españoles, sobretodo en las ruinas del antiguo Convento de San Agustín. A medianoche del día 3 de julio, y reconociendo la derrota, las tropas francesas se retiraron hacia Mengíbar, Desde ese día y hasta el mes de enero de 1810 la ciudad vivió en una tensa calma bajo las órdenes del comandante de armas el brigadier Manuel de Torres Valdivia. Durante ese periodo de supuesta tranquilidad, los ciudadanos franceses residentes en nuestra ciudad fueron reprimidos, acosados y detenidos por la comandancia española en numerosas ocasiones.

Todo cambió el 22 de enero de 1810. Ese día corrió la voz por la ciudad de que 10000 franceses habían forzado Despeñaperros. El pánico se desató entre la población quedando la ciudad casi desierta. En aquel invierno de nieve y escarcha familias de ancianos, mujeres y niños caminaban huyendo a pie con lo que tenían puesto.

Al día siguiente los franceses volvieron a entrar en Jaén destruyendo definitivamente la antigua Iglesia de Santiago y utilizando los sillares del castillo para cambiar la fisonomía del mismo y para construir las instalaciones militares necesarias para defenderse de los españoles enemigos.

José Bonaparte decreta la creación de milicias cívicas en los cuatro reinos andaluces. Estos eran la policía política y urbana encargada del orden interno, siendo el coronel Francisco Quesada y Silva, conde de Donadío, miembro antes de la Junta de Jaén, comandante de la milicia cívica, y Agustín de Uribe, su capitán.

Se crearon Juntas Criminales Extraordinarias con jueces ex profeso nombrados por José Bonaparte para que estos se encargaran de los juicios de espionaje, sedición, rebelión, conspiración y colaboración con la guerrilla. Las personas juzgadas eran juzgados con la pena de muerte. Personajes como José María Cuellar sufrieron juicio de purificación a la finalización de la ocupación.

Mientras tanto, los españoles crearon guerrillas con el fin de hostilizar al enemigo e impedir sus correrías, arrestar malhechores y desertores, obligar a los juristas de los pueblos a formar los aislamientos e informar a los generales de los ejércitos inmediatos. En ellas se podían alistar partidas de hasta 300 hombres y 150 caballos.

La crueldad de los enfrentamientos comenzó en el mes de abril de 1812, cuando el brigadier Antonio Portas atacó un convoy francés de 1000 infantes, 145 carruajes y 37 caballos en las vegas de Guarromán. Se contaron 200 bajas, incluyendo un general y cuatro acompañantes de un coche, varios heridos y algunos prisioneros.

El 16 de septiembre de ese mismo año los franceses introdujeron una gran cantidad de leña en el Castillo de Jaén. La fortaleza fue vista en llamas durante horas desde Bailén. Durante ese día los franceses fueron atacados entre los municipios de la capital y el vecino pueblo de Villargordo, intentando conducir 260 cabezas de ganado lanar y vacuno que tuvieron que abandonar perdiendo algunos hombres. Un día más tarde, el 17 de septiembre, los franceses abandonaron definitivamente la ciudad.

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