Para
muchos Teresa de Torres puede ser una gran desconocida, pero este personaje
femenino fue una de las grandes heroínas de nuestra historia. Nació en la
capital del Santo Reino a mediados del siglo XV dentro de una de las familias
más notorias de la Jaén medieval. En su juventud se le buscó un candidato
perfecto para contraer matrimonio. La persona elegida fue el famoso Don Miguel
Lucas de Iranzo, Condestable de Castilla y amigo muy íntimo del rey de Castilla
Enrique IV.
Poco
antes a la celebración de su boda, nuestra protagonista adoptaría el título de
Condesa de Castilla gracias a la legitimación que hubo con la adopción del
apellido de Torres, que daba nombre al mayorazgo que heredaba, tomando posesión
de la mayor fortuna de la ciudad al ser hija legítima del mismo. Gracias a esta
acción entre sus vecinos era conocida como La Condesa.
Al
contraer matrimonio con el Condestable, Teresa de Torres se mudó a un palacio
que construyeron en el espacio ocupado entre la calle Maestra, Plaza de la
Audiencia y calle Colón, calle Cerón y calle Bernardo López. Cuando la vida del
condestable corría peligro, se mudaban temporalmente al alcázar nuevo del
Castillo de Santa Catalina, y no regresaban de nuevo al centro de la ciudad
hasta que dichas amenazas se disipaban.
Se
comenta que, residiendo temporalmente en el castillo, don Miguel Lucas de
Iranzo realizaba su vida en la Torre del Homenaje y su esposa vivía en la Torre
de las Damas por culpa de diferencias matrimoniales difíciles de solucionar,
quizás estas derivadas por la presunta ambigüedad sexual del esposo.
En
1473 tuvo que soportar el asesinato de su marido en la capilla mayor de la
Catedral primitiva de Jaén. Teresa de Torres subió al castillo definitivamente
para empoderarse. Desde allí gestionó la ciudad durante más de 25 años, gracias
al mantenimiento de toda una red familiar y clientelar que arrastraba desde su
niñez. Mantuvo una política de corte, de cámara, privada… Fue una mujer
indispensable en el gobierno de Jaén y su autorización y conformidad eran
necesarias para cualquier asunto que llegara al consejo municipal.
A
nuestra protagonista le debemos la estancia temporal en nuestra ciudad de
Isabel de Castilla, junto con Fernando de Aragón, durante la lucha con los árabes
para conquistar Granada. En esos seis meses, su estancia tuvo lugar en un
antiguo palacio, ya desaparecido, de la calle Cerón esquina con la calle
Campanas.
Al
final de sus días decidió dejar la gobernación municipal para trasladarse a
Granada y convertirse en Abadesa del Real Monasterio de Santa Isabel.
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