viernes, 27 de julio de 2018

Ruta de la Vía Verde del Aceite


Esta vía discurre por las sierras béticas de la provincia de Jaén, desde la capital del Santo Reino, hasta el término municipal de Alcaudete, pasando por las localidades de Torredelcampo, Torredonjimeno y Martos, con el fin de aprovechar el trazado de la antigua y desmantelada línea ferroviaria Jaén-Campo Real.


La ruta comienza en el Complejo Deportivo “Las Fuentezuelas”, que se encuentra en la ronda Juez Juan Ruiz Rico, al Noroeste de la ciudad, donde poco después de su inicio hay un área de descanso. Durante todo el trayecto el Camino discurre entre olivares ya que de hecho, Jaén es la provincia con mayor densidad de olivos del mundo. Y no sólo los olivos acompañarán al viajero durante la ruta, sino también el característico olor de las almazaras.
Un poco después del comienzo se sobrepasa el inicio de la Ruta Arqueológica de Los Torreones, un recorrido circular de 32 kilómetros que desemboca nuevamente en el Camino Natural en el Camino de la Aldehuela, y que discurre entre fortificaciones, torres, castillos y atalayas medievales, que en esta zona resultaban estratégicamente esenciales tanto para cristianos como para musulmanes.


También es posible acercarse por el camino que conduce a Torre de la Aldehuela, distante apenas 800 metros, y visitar los restos de una fortificación de planta cuadrada de dos plantas y cubiertas con bóvedas apuntadas, y donde aún pueden verse los restos de un sistema hidráulico utilizado para el riego de los campos circundantes.


La ruta continúa hasta la estación de Torredelcampo, acondicionada con un área de descanso y tras ella, atraviesa dos túneles y dos viaductos de hierro, construidos por Daydé y Pillé, discípulos de Eiffel, que resultan interesantes no sólo por su estructura sino también por las panorámicas que ofrecen.
Algo más adelante se encuentra el apeadero de Torredonjimeno, que también cuenta con un área de descanso. Tras él se atraviesan dos pasarelas y la A-306 para llegar al municipio de Martos, en cuya estación hay una máquina de vapor restaurada que se ha instalado como monumento. En este punto nace otro recorrido circular de casi 31 kilómetros que discurre entre olivares, zonas de matorral mediterráneo y pequeñas aldeas o cortijos típicos de la zona, conocido como la Ruta de La Sierra de los Ahíllos, que lleva al municipio de Alcaudete y retorna al Camino Natural.


Continuando por el Camino Natural del Aceite, se encuentra la estación de Vado-Jaén y una nueva área de descanso. Esta estación, a siete kilómetros de los núcleos de población más próximos, fue en tiempos un importante cruce de trenes. Después, se encontrará otro de los nueve viaductos que hay en la ruta, construido sobre el río Víboras y, junto a éste, un puente medieval de un solo arco de medio punto. Tras atravesar otros dos viaductos, la ruta llega a la estación de Alcaudete, actualmente reconvertida en una vivienda particular junto a la que se ha acondicionado un área de descanso.
El tramo siguiente viene presidido por la Reserva Natural Laguna Honda y la Reserva Natural de la Laguna del Chinche, las dos zonas húmedas mejor conservadas de la provincia de Jaén que, aunque sufren importantes fluctuaciones en su nivel hídrico a lo largo del año, en ellas pueden observarse especies tan amenazadas como la malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala) o la cerceta común (Anas crecca), junto con otras más frecuentes pero igual de interesantes para los aficionados a la ornitología, como el ánade rabudo (Anas acuta), la focha común (Fulica atra), el tarro blanco (Tadorna tadorna) o, incluso, el aguilucho lagunero (Circus aeruginosus). Poco después de atravesar estas lagunas, se llega a los dos últimos viaductos de la ruta. El último, atraviesa el río Guadajoz, que en este punto sirve de límite natural entre las provincias de Jaén y Córdoba.
Este punto indica el final del recorrido, pues al otro lado del viaducto da comienzo el Camino Natural de la Subbética.

viernes, 20 de julio de 2018

Convento de las Bernardas


El monasterio de la Concepción Franciscana, también conocido como monasterio de Las Bernardas, fue fundado gracias a Melchor Soria y Vera, obispo de Troya y auxiliar de Toledo, en el siglo XVI. De estilo Barroco y Renacentista, actualmente alberga una comunidad de clarisas descalzas de clausura, comunidad curiosamente fundada en la misma época.


En el lugar en el que actualmente se encuentra el monasterio, existió anteriormente uno dedicado a la Santa Quiteria, fundado por frailes isidros que, más tarde, pasó a la Orden de los Jerónimos y, posteriormente, a los Capuchinos, que fueron sus últimos habitantes hasta que pasó a manos de las Clarisas descalzas.
El edificio se configura como un recinto fortificado en todo su perímetro exterior, conjugando la austeridad con la belleza arquitectónica, ya que el monasterio se abre en un tramo de la muralla, teniendo incluso que derribar algunos lienzos de la misma y a trasladar una torre sin licencia real.


En cuanto a su iglesia, el autor fue presumiblemente Juan Bautista Monegro, cuya finalización data del año 1627. Presenta una planta de cruz latina, ligada a la idea de sobriedad de los monasterios y al estilo herreriano de finales del siglo XVI. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos de media naranja sobre pechinas en el crucero, decorándose con el escudo del obispo de Troya sostenido por águilas. El retablo es de barroco temprano de orden corintio decorado con pinturas.


La portada de esta iglesia da a un pequeño patio y consta de dos cuerpos y un ático y dos portales laterales. La portada principal es obra de Juan de Aranda Salazar y está concebida como un arco triunfal flanqueado por severas pilastras toscanas que ordena todo el conjunto. Sobre la puerta se encuentra una hornacina con la imagen de Santa Clara, obra de Diego de Landeras. Mientras tanto, La portada exterior del monasterio es una portada monumental reedificada en orden toscano, con una hornacina en la que hay una imagen de la Purísima.
En el recinto se encierra muchos tesoros artísticos, entre los que destacan una rica colección de pinturas de Angelo Nardi. En el exterior, en uno de los laterales, se asienta una fuente, lindando con la célebre Parque de la Alameda, y más arriba se encuentra la única puerta que se conserva del antiguo recinto amurallado de la ciudad, la llamada Puerta del Ángel.

viernes, 13 de julio de 2018

Real Monasterio de Santa Clara


El Real Monasterio de Santa Clara se considera el monasterio más antiguo de la capital, ocupada en la actualidad por la comunidad de clarisas de clausura.


El monasterio fue fundado en el siglo XIII por Fernando III, el Santo, en el Arrabal de las monjas, una zona extramuros de la ciudad. Sin embargo, después de sufrir un ataque se traslada dentro de la ciudad.
En su parte trasera, en un espacio que actualmente ocupa un gran huerto, se ubicó una de las primitivas sinagogas judías de la ciudad, convertida después de las graves persecuciones de 1391 en iglesia bajo la advocación de la Santa Cruz, dependiente de la parroquia de San Andrés. Allí se celebraba culto cada tres meses debido al escaso interés que tenía la comunidad eclesiástica sobre los habitantes de la zona.


En el siglo XV la iglesia se convertiría en parroquia también, y pasados los siglos y tras diversos litigios con dicho espacio de culto, sus espacios pasaron a ser propiedad del Real Monasterio de Santa Clara. En la actualidad, se conserva un muro de piedra que sobresale en altura de las inmediaciones del monasterio.


La iglesia que alberga este monasterio es de una sola nave rectangular y está cubierta por un bello artesonado mudéjar. Tiene dos coros cubiertos por un hermoso artesonado que es el más antiguo de la instalación. El retablo actual, que sustituye al anterior desaparecido en la Guerra Civil, data del año 1958 obra de Francisco Palma Burgos y presenta en la parte central una hornacina con la imagen de Santa Clara. En ella se alberga la imagen del Santísimo Cristo de las Misericordias, una escultura anónima del siglo XVI, a la que también se le conoce con el nombre de Cristo de Bambú.


En las inmediaciones del monasterio destaca su precioso patio exterior de elegantes líneas, con un jardín en el centro en el que destaca un enorme ciprés y una estatua de la virgen que hizo instalar el actual capellán del monasterio don Juan Bautista Monzón Ruíz. En dicho patio cuelgan dos antiquísimas piedras escritas en latín.


En la actualidad, como ayuda para los gastos de la comunidad de las clarisas, las monjas bordan por encargo y venden modestos dulces hechos de forma artesanal. Además, existe la tradición de que las parejas de novios, días antes de sus bodas, ofrezcan huevos a las clarisas para que estas recen porque estos prometidos tengan buen tiempo el dia de su enlace, sobre todo en lugares donde la lluvia es más que frecuente.

viernes, 6 de julio de 2018

Fuente de los Caños

La denominada Fuente de los Caños, que se alimentaba de las aguas del vecino Raudal de la Magdalena, fue constituída en el año 1558 en la plaza del mismo nombre. La obra fue promovida por el corregidor Juan Ruiz y por Gerónimo de Anaya, y está atribuida a Francisco del Castillo el Mozo, aprendiz del maestro italiano Vignola en la villa Giulia en Roma. A mediados del siglo XVII esta fuente fue renovada y reparada por Gregorio de Murcia Cano. Este monumento es considerado una de las joyas del renacimiento andaluz.

De uso público, consta de un gran pilar-abrevadero, adosado a un muro, decorado con pilastras cuadradas en su frente. El muro está enmarcado por dos dioses que sostienen en la cabeza capiteles en forma de canastillos de flores, con volutas de orden jónico, adornado con un friso con florones.


En la parte inferior hay tres hornacinas dentro de las cuales, en altorrelieve, figuran niños desnudos que vierten ánforas de cuyas bocas arrancan los caños por donde sale el agua. Sobre las hornacinas hay unos carteles con la siguiente inscripción: ESTA OBRA MANDARON ACER LOS MUI ILVSTRES SEÑORES JAEN SIENDO CORREGIDOR EL MUI MAGNIFICO SEÑOR LICENCIADO IV/AN RUIZ. ACABOSE AÑO D 1569.


Existen viejos documentos que comentan que la Fuente de los Caños contaba con otros motivos ornamentales a los ya descritos que desaparecieron en la oscuridad de los tiempos y con la ceguera de las autoridades, casi siempre con la cultura y la historia de un pueblo. El paño adosado a la pared estaba coronado por el escudo de armas de Carlos V, escoltado por dos leones y, encima, una concha en la que había una imagen de una dolorosa.