En
la madrugada del 16 de marzo de 1985, Rafael Cortés Fernández fue asesinado
tras ser acuchillado a las puertas de la sala de fiestas La Cabaña, en plena Fuente
de la Peña. Aunque fue trasladado en taxi a la antigua residencia Capitán
Cortés, nada pudieron hacer por su vida.
Cuatro
días más tarde, Luis M. R. y Matías R. M., de etnia gitana, fueron detenidos
porque los cuerpos de seguridad del estado determinaron que tanto estos como el
fallecido estuvieron juntos aquella noche en el local e incluso estuvieron cantando
flamenco. Uno de los primos, bien por una discusión o por un robo frustrado, le
asestó un navajazo en la femoral a la víctima, lo que provocó que se desangrara
en cuestión de minutos.
En
febrero de 1987 se celebró el juicio pertinente, donde los detenidos se acusaron
mutuamente. Por desgracia, el forense no pudo determinar si alguna de las
navajas intervenidas a los procesados fue la utilizada en el crimen, por lo que,
ante la falta de pruebas, los magistrados se vieron en la obligación de
absolver a los acusados. La sentencia dejó sin castigo a un asesino para impedir
el encarcelamiento de un inocente.
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