Santo Domingo de Guzmán:
La decoración de la capilla de Santo Domingo de Guzmán fue costeada por el canónigo penitenciario don Gabriel Ruiz Corchón en 1751. Este capitular, de origen soriano, solicitó enterrarse en ella justo a su hermana. En el lateral izquierdo se ubica en el retablo. Se trata de una de las primeras piezas de estética rococó y sigue modelos utilizados por Duque Cornejo. En el centro acoge un lienzo cuadrilobulado en el que se representa al titular de la capilla, Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores (Dominicos). El penitenciario soriano le tuvo una gran devoción, seguramente motivada por el origen castellano de ambos. En el ático encontramos un pequeño lienzo de la Anunciación. Los muros de la capilla se decoran con pinturas, entre las que destacan las Lágrimas de San Pedro y el retrato de San Juan de Dios. En el testero se sitúa la magnífica talla del Cristo de la Buena Muerte, realizada por Jacinto Higueras (1927). Esta imagen procesiona el Miércoles Santo y fue restaurada en 2008 en el Instituto andaluz de Patrimonio Histórico.
La decoración de la capilla de Santo Domingo de Guzmán fue costeada por el canónigo penitenciario don Gabriel Ruiz Corchón en 1751. Este capitular, de origen soriano, solicitó enterrarse en ella justo a su hermana. En el lateral izquierdo se ubica en el retablo. Se trata de una de las primeras piezas de estética rococó y sigue modelos utilizados por Duque Cornejo. En el centro acoge un lienzo cuadrilobulado en el que se representa al titular de la capilla, Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores (Dominicos). El penitenciario soriano le tuvo una gran devoción, seguramente motivada por el origen castellano de ambos. En el ático encontramos un pequeño lienzo de la Anunciación. Los muros de la capilla se decoran con pinturas, entre las que destacan las Lágrimas de San Pedro y el retrato de San Juan de Dios. En el testero se sitúa la magnífica talla del Cristo de la Buena Muerte, realizada por Jacinto Higueras (1927). Esta imagen procesiona el Miércoles Santo y fue restaurada en 2008 en el Instituto andaluz de Patrimonio Histórico.
Capilla de San Sebastián:
En 1749, el entonces mayordomo de la Fábrica, don Vicente de Entrena,
emprendió la decoración de esta capilla dedicada a San Juan Nepomuceno,
costeando también su reja que sería realizada por el accitano Francisco Javier
Bravo. En 1770 volvemos a tener noticias de una intervención del amueblamiento
en esta capilla, a instancias de un devoto del santo patrón de la confesión,
San Juan Nepomuceno. En ese momento se levantó el retablo que hoy vemos,
dispuesto en el lateral izquierdo, y en el que se materializa un Barroco final
que anuncia elementos del Neoclasicismo. En él destaca la talla del santo
titular, obra de José de Medina. En el ático aparece una correcta pintura que
representa a la Virgen con el Niño. El testero lo preside el portentoso lienzo del Martirio de
San Sebastián, encargado a Sebastián Martínez en 1662. En 1751 fue trasladado a
esta capilla con motivo del cambio de titular de la suya, que pasaba a
dedicarse al apóstol Santiago (colateral a la capilla mayor). La decoración de la capilla se completa con un buen
conjunto de pinturas. Entre ellas destacan dos situadas en el muro de la
derecha: San Francisco recibiendo los estigmas y el Bautismo de San Francisco.
Este último, que parece proceder del antiguo convento de San Francisco el Real,
se atribuye a Antonio María Monroy y ha sido por Néstor Prieto a iniciativa de
la Asociación de Amigos de la Catedral. En esta capilla se custodia de forma
permanente el Santísimo Sacramento.
Capilla de San Jerónimo:
La primitiva decoración de esta capilla fue patrocinada por el canónigo
lectoral don Jerónimo Baltán que, en 1747, dejaba como heredero y albacea al
canónigo don Ambrosio Francisco de Gámez para que atendiera esta empresa. La
capilla se dotó de un retablo barroco dispuesto en el lateral izquierdo y
presidido por un lienzo del santo titular, San Jerónimo. Asímismo, Baltán
entregó cuatro pinturas y dos floreros para la decoración de este espacio. La buena acogida que los
gustos neoclásicos tuvieron entre determinados prelados y miembros del cabildo,
provocó que algunos de los retablos barrocos se sustituyeran por otros del
estilo imperante, como ocurrió en esta capilla. El retablo neoclásico, diseñado
por Manuel Martín Rodríguez en 1793, acoge dos pinturas barrocas. El lienzo de San Jerónimo se ha vinculado tradicionalmente con la producción de Antolinez; en realidad, pudo ser el que presidiera el primitivo retablo barroco, de ahí que tuviera que ser ampliado al ubicarlo en su nuevo emplazamiento. El tondo del testero representa el clásico tema de los santos ermitaños Pablo y Antón y se muestra cercano al quehacer del pintor giennense Sebastián Martínez. En el lateral izquierdo se ha colocado el Escudo de la Catedral de Jaén, obra en madera policromada y dorada, atribuida a Sebastián de Solís (ca. 1604) y que pudo coronar el retablo mayor. La pieza fue restaurada en 2010 por Néstor Prieto, con el patrocinio de la Asociación de Amigos de la Catedral de Jaén y el Cabildo Catedralicio.
Capilla de la Virgen de los Dolores:
Esta capilla despliega uno de los programas barrocos de mayor
espectacularidad. Su promotor fue el racionero don Juan Romero Utrera, que
entregó parte de los medios necesarios para llevar a cabo su amueblamiento.
Para llevar a buen puerto esta empresa dispuso que el arcediano de la catedral
y el canónigo don Ambrosio de Gámez fueran sus albaceas. En 1748 se daba por
concluida su decoración, para lo cual Gámez tuvo que aportar dinero al ser
insuficiente el legado por el racionero Utrera. Don Ambrosio de Gámez encargó
para el testero un magnífico retablo barroco que actúa como marco para el
lienzo que representa a la Transfixión de la Virgen María, obra del pintor
sevillano Domingo Martínez. A los pies del retablo, sobre la mesa de altar de
mármol rojo de Cabra, se dispuso la talla del Cristo Yacente, datada a finales
del siglo XVI, aunque repintada posteriormente. En los laterales, junto a los lienzos atribuidos
a Pancorbo, sobresalen los cuatro Evangelistas, obras también reutilizadas,
pues se realizaron en el siglo XVII por Sebastián Martínez. En la actualidad se
ha llevado a cabo su restauración gracias al patrocinio de la Fundación Caja
Rural, ejecutándola Néstor Prieto.
Capilla de la Virgen de las Angustias:
El obispo Fray Jerónimo Rodríguez de Valderas dedicó esta capilla en 1670 a
San Pedro Pascual, obispo de Jaén y fraile de la Orden de la Merced,
martirizado en Granada en 1300. Aunque proyectó su magnífico retablo para ella,
finalmente la obra no se realizó y se colocó un lienzo del santo con un pequeño
retablo y dosel. En 1758, en plena efervescencia decorativa, el racionero
don Fernando del Río ordenó construir un retablo barroco que acogiera al lienzo
de San Fernando de Valdés Leal, que sería trasladado a esta capilla desde la
tuya primitiva, que pasaba a dedicarse a San Benito. Finalmente se mantuvo la
devoción a San Pedro Pascual en este lugar, llevando a San Fernando a otra
capilla y encargando un lienzo del obispo mártir para esta. Con el triunfo del Neoclasicismo y por iniciativa del chantre
Luis Javier de Garma, el retablo se sustituyó por la obra que vemos en la
actualidad y el lienzo de San Pedro Pascual pasó a una capilla de la nave del
evangelio (1827). En esta se colocó a la Virgen del Mayor Dolor o de la Correa
y sus dos ángeles plañideros. En 1845, con los procesos desamortizadores, llegó
a la catedral de la Virgen de las Angustias, obra de los granadinos José y
Diego de Mora, procedente del antiguo convento de San José de carmelitas
descalzos. Esta talla sustituyó a la donada por el chantre Garma, que pasaría a
otra capilla. Cada Miércoles Santo procesiona con la Hermandad de la Buena
Muerte. Esta institución sufragó la restauración del conjunto de tallas entre
2015 y 2016, siendo realizada por Néstor Prieto. En el ático del retablo
todavía se conserva un lienzo que representa a San Pedro Pascual, el primitivo
titular.
Capilla de Santa Teresa:
Desde su institución, esta capilla ha estado dedicada a la Santa
reformadora del Carmelo, la abulense Teresa de Jesús, lo que demuestra la
devoción que el cabildo le ha expresado a lo largo de los siglos. En 1712, el canónigo don
José de Cancelada regaló la talla de su titular y, en 1757, el racionero don
Juan de Linares costeó el retablo trazado por Pedro Duque Cornejo. Las tareas
de amueblamiento fueron dirigidas, una vez más, por el canónigo Ambrosio de
Gámez. La obra sería realizada por los maestros Francisco Calvo y José de
Medina. De las manos de este último nacieron las magníficas tallas de San Juan
Bautista y San Roque, que acompañan a la Santa, así como la Inmaculada y el
busto de Cristo que rematan el conjunto. Los relieves y las pinturas murales
representan escenas de la vida de Teresa de Jesús, cuyo retrato, siguiendo el
modelo de Fray Juan de la Minería, cuelga del lateral derecho de la capilla.
En el izquierdo encontramos un lienzo que representa
a San Pedro Poveda, sacerdote fundador de la Institución Teresiana en 1911, que
fue canónigo penitenciario de esta Santa Iglesia Catedral entre 1913 y 1921. Es
obra de la teresiana María García, “Magar”. Sobre la cajonera se conserva un
relicario de este santo giennense.
Capilla de San Benito:
En 1673 se dedicaba esta capilla a San Fernando y un año después se
instalaba en ella el lienzo del rey santo realizado por Valdés Leal. En 1714, a
instancias del deán don Íñigo Manuel Fernández de Córdoba, se colocó junto a la
citada pintura la talla de la Inmaculada Concepción, la denominada Concepción
Vieja, presente en la primitiva catedral, obra que se atribuye a Sebastián de Solís
(lateral izquierdo). La devoción a San Benito se instaura en 1757 por iniciativa
del entonces obispo, el benedictino Fray Benito Marín (1750-1769), lo que
supuso el traslado del lienzo de San Fernando y del resto de pinturas que
adornaban la capilla. No así de la imagen de la Concepción, que permanecería en
el lateral de la misma conformando un singular retablo en cuya base aparece la
Vera Imago de Cristo, según la tradición del rey Abgar de Edesa, y que goza de
gran veneración entre los giennenses. El
magnífico retablo barroco, que preside la capilla, fue trazado por Pedro Duque
Cornejo y ejecutado por los maestros Francisco Calvo y José de Medina. La
apoteosis del Santo centra el conjunto y queda rodeada de relieves que
representan sus hechos y milagros, mientras que su hermana Santa Escolástica es
representada en altorrelieve. De la producción de Medina destaca no sólo la
imagen titular, sino también la escena de la Lactación de San Bernardo, en el
lateral derecho. Los lienzos con la vida de San Benito también fueron legados
por el prelado promotor. A nuestros pies se sitúa la magnífica lauda sepulcral
del obispo fray Benito Marín de mármol rojo con incrustaciones de mármoles
negros y blancos.
Capilla de Santiago Apóstol:
Primitivamente esta capilla estuvo dedicada a San Sebastián. Se trata de
una de las más importantes por su ubicación en la cabecera, junto a la capilla
mayor, y por ser el paso para la Sala Capitular. La portada renacentista del
capítulo se abre en el lateral derecho y está presidida por la antigua talla de
San Pedro de Osma. La devoción a Santiago llegaría a esta capilla en 1751, a
instancias del canónigo don Diego Valero, que costeó un retablo barroco
presidido por una escultura de Santiago Matamoros. A cambio, el capitular pidió
enterrarse en ella. Fue entonces cuando se trasladó el lienzo de San Sebastián
a la capilla de San Juan Nepomuceno. A finales
del siglo XVIII, en el marco del programa de sustitución de retablos barrocos
que abanderó el entonces deán don José Martínez de Mazas, se desmontó la pieza
costeada por Valero y se levantó el nuevo retablo neoclásico. La obra fue
diseñada por Manuel López, siguiendo un modelo que arranca en el de la capilla
de San Eufrasio y que se repite en la de San Fernando. Los lienzos realizados para él representan a Santiago
Matamoros, que se ha sacado del retablo y se ha dispuesto en el lateral
izquierdo de la capilla, y la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago.
Ambos fueron realizados por Francisco Agustín. En la calle central se ha
ubicado el conjunto escultórico que representa a Cristo descendido de la cruz,
obra de Víctor de los Ríos (1957). Es uno de los titulares de la Hermandad de
la Buena Muerte y procesiona el Miércoles Santo. En el cuerpo inferior del
retablo aparecen San Gregorio Naciaceno y Santo Tomás de Villanueva. En los
tondos un Ecce Homo y una Dolorosa, ambos de gran calidad. Las esculturas de
los apóstoles Tomás y Andrés flanquean la pintura del ático.
Capilla Mayor o del Santo Rostro:
Es la capilla de mayor amplitud y valor simbólico de la Catedral, pues en
ella se custodian el Santo Rostro y la Virgen de la Antigua. El Santo Rostro es una de
las principales reliquias de la cristiandad y razón de ser de esta Catedral:
llegó a Jaén en la segunda mitad del siglo XIV, durante el gobierno del obispo
don Nicolás de Biedma. Cada viernes se expone en El Sagrario de la Catedral
para ser venerado por los fieles. El día de la Asunción de la Virgen y el
Viernes Santo se bendice con él a la ciudad y a sus campos desde los balcones
del templo, siguiendo una tradición secular. La Virgen de la Antigua está
datada a finales del siglo XIV, rememora a la entregada por Fernando III al
reconquistar la ciudad en 1246 y que fue destruida en una de las razias
musulmanas, concretamente en la de 1367. Es la patrona del cabildo catedralicio
y se procesiona cada 15 de agosto por las naves del templo. Sobre el sagrario que contiene el Santo Rostro se halla el
Crucificado de bronce que Francisco Pecul realizó para el altar mayor en 1794.
Tanto el Santo Rostro como la Virgen de la Antigua se
ubican en la calle central del retablo realizado por Sebastián de Solís a
principios del siglo XVII para la capilla mayor de la catedral vieja. Con el
derribo de esta en 1635, la obra sería desmontada y reubicada en la nueva
capilla mayor. En 1821 sufrió una profunda intervención que la dotó del aspecto
neoclásico que vemos en la actualidad. Los
lienzos laterales de la capilla, enclavados primitivamente en el retablo,
fueron realizados por Sebastián Martínez. La Anunciación reproduce la copia de
la Annunziata de Florencia ejecutada por A. Allori y enviada por el duque de
Toscana a Felipe II. La Visitación parece también copiar un original
desaparecido, pues existen varios lienzos de similares características. También
son obras copiadas por Sebastián Martínez las pinturas del segundo cuerpo del
retablo. El Descendimiento sobre un original de Volterra y la Flagelación sobre
otro de Navarrete el Mudo. La labor de Martínez en este conjunto se completaría
con la pintura de la tapa de la urna que custodia al Santo Rostro y que
representa al venerado lienzo sostenido por dos ángeles. Las pinturas del primer grupo, Cristo camino del Calvario y
Cristo despojado de sus vestiduras, se incorporaron en la reforma decimonónica.
Las labores de talla pertenecen a Sebastián de Solís. En el primer cuerpo
encontramos las esculturas de San Bernardo, San Pedro, San Pablo y San Antón
(de izquierda a derecha); en el segundo cuerpo, el relieve de la Asunción de la
Virgen; mientras que en el ático aparecen el Calvario, Dios Padre y las
Alegorías de la Fe, Esperanza, Caridad y la Religión -primitivamente la
Justicia-.
Capilla de San Fernando:
Tras situarse en varias capillas, finalmente la devoción a San Fernando
quedaría fijada en esta de la cabecera, anteriormente dedicada al Niño Jesús.
Don José Martínez de Mazas tomó la decisión en 1790. Su objetivo era ennoblecer
este espacio y conceder al Rey Santo un lugar privilegiado en el templo. Para
ello encargó un retablo neoclásico al arquitecto y tallista Manuel López. En este retablo se colocó
el lienzo del titular, realizado por Valdés Leal entre 1673 y 1674, siguiendo
la iconografía tradicional con la ciudad de Jaén al fondo. La obra había sido
encargada por el cabildo con motivo de la canonización del monarca y a
instancias de la Corona. Los capitulares pidieron al entonces maestro mayor,
Eufrasio López de Rojas, que dibujara una vista de Jaén para que el pintor
sevillano la representara en el lienzo. Entre
las columnas del retablo aparecen dos tondos con lienzos de los santos Pedro y
Pablo. Coronando el conjunto se sitúa una pintura de historia que representa la
Consagración de la Mezquita Mayor de Jaén convertida en iglesia dedicada a la
Asunción de la Virgen, ante San Fernando y Don Gutierre, obispo de Córdoba,
obra de Francisco Agustín, ejecutada en los años noventa del siglo XVIII.
En el lado derechos se puede ver un lienzo de Cristo
Crucificado, copia de gran calidad del original de Guido Reni conservando en la
iglesia de San Lorenzo in Lucina de Roma y restaurado en 2012 por Néstor Prieto
con el patrocinio de la Fundación Caja Rural. En el muro izquierdo encontramos
una puerta que da acceso a una pequeña sacristía que acoge a la escalera de caracol,
uno de los pocos vestigios que aún se conservan de la catedral gótica.
Capilla de San Eufrasio:
Primitivamente esta capilla estuvo bajo la advocación de la Virgen del
Pópulo y de Santa María Magdalena, pero por iniciativa del obispo don Agustín
Rubín de Ceballos se dedicó a San Eufrasio. El retablo fue diseñado por Manuel López, bajo
la supervisión de la Academia de San Fernando, inaugurando la amplia serie de
retablos neoclásicos de la catedral y fuente de inspiración directa para los de
San Fernando y Santiago. Pese a que está realizado en madera, su policromía
imita mármoles polícromos, muy del gusto de la Academia. La pieza se estructura en tres calles, separadas por
columnas corintias. En la central, se representa en relieve la Apoteosis de San
Eufrasio, uno de los siete varones apostólicos, primer obispo de Jaén y patrón
de la diócesis. En las calles laterales aparecen santos vinculados a la
devoción del obispo Rubín de Ceballos: a la izquierda, San Agustín, su patrón,
y a la derecha, San Julián de Cuenca, ciudad en la que había sido canónigo.
En el nicho del ático, la figura de San Antolín,
patrón de Palencia, lugar de procedencia del prelado promotor. Flanquean el
ático dos conjuntos alegóricos, que representan el Triunfo de la Fe sobre la
Idolatría (izquierda) y el de la Religión sobre la Herejía (derecha). Toda la
realización escultórica se debe al escultor Juan Adán. Sobre la mesa de altar
se encuentra la urna con las reliquias de San Pío, papa y mártir, donadas en
1793 por el obispo don Agustín Rubín de Ceballos. En el lateral derecho de la
capilla se custodian las ánforas que contienen los Santos Óleos (Santo Crisma,
Óleo de los Catecúmenos y Óleo de los Enfermos), bendecidos por el obispo
durante la Misa Crismal de cada Martes Santo. También podemos ver un lienzo del
siglo XVIII que recrea el retablo de la patrona de Jaén, la Virgen de la
Capilla, en la iglesia de San Ildefonso.
Capilla de la Inmaculada:
En 1785, la antigua capilla de San Francisco recibía una nueva titular, la
Inmaculada Concepción. Su promotor era el canónigo don Francisco Manuel Angulo
que encargó el retablo a Bernardo de Ocaña, determinando que fuera dorado para
guardar “la simetría” con el de Santa Teresa (capilla frontera). El retablo muestra un rico
programa iconográfico de carácter concepcionista. En el bando se representa:
Ester ante Asuero, la Visión de la Jerusalén Celeste y Judith con la cabeza de
Holofernes, separados por símbolos loretanos, que se repiten en otros ámbitos
del retablo acompañados de inscripciones. Destaca el lienzo central de la
Inmaculada, que copia el modelo de Ribera. En las calles laterales, Santa Ana y
San Joaquín, los padres de la Virgen y muy presentes en las primeras
representaciones de la iconografía inmaculista. El lienzo del ático presenta a
Esther ante Asuero, otra de las prefiguraciones concepcionistas. Para culminar
este programa iconográfico aparecen las imágenes de los reyes y profetas del
Antiguo Testamento. En el lateral derecho de
la capilla se ha ubicado a la escultura de San Amador, mártir y patrono de
Martos, y en su pedestal se halla Santa Marta. El conjunto fue realizado por
José Romero Benítez. En el muro izquierdo podemos ver un lienzo barroco de San
José con el Niño.
Capilla del Niño Jesús:
Desde la consagración del templo en 1660, existió una capilla dedicada al
Dulce Nombre de Jesús, concretamente la colateral a la mayor, en el lado del
evangelio (la actual San Fernando). La devoción había sido propagada años antes
por el cardenal don Baltasar de Moscoso y Sandoval, que regaló la talla del
Niño Jesús, en torno a la cual se instituyó una cofradía formada por los
miembros del clero catedralicio. El pequeño retablo que contenía a la imagen
del Niño se sustituyó por otro de gran barroquismo que quedaría sin dorar,
costeado por el canónigo don Toribio Fernández en 1751. Con la dedicación de la
capilla a San Fernando, la imagen del Niño se trasladó a esta capilla, que
tenía doble titularidad: el Cristo de la Columna y San Antón. En ella se
levantó el retablo neoclásico que vemos, diseñado por Manuel Martín Rodríguez
en 1793, realizado en madera policromada imitando mármoles. Sobre la mesa de
altar se dispone la urna con la antigua imagen del Niño Jesús (siglo XVII),
repintada a finales del siglo XVIII. Sobre él encontramos el lienzo del Nombre
de Jesús o la Circuncisión, obra de Antonio Soriano y en los laterales sendas
tallas de José de Medina repolicromadas en blanco. En el frontón del retablo
aparece el anagrama de Cristo, alusivo a la advocación de la capilla. En el lateral derecho se ha ubicado un lienzo que
representa a Manuel Lozano Garrido “Lolo”, beatificado en 2010, obra del pintor
Francisco Carrillo. En el lado izquierdo
podemos ver una escultura-relicario de San José Oriol, obra de Ramón Amadeu, y
que llegó a la catedral de manos del chantre Garma en 1807.
Capilla de San Miguel:
En 1757, el canónigo don Ambrosio Francisco de Gámez proponía al cabildo
adornar esta capilla dedicándola a San Miguel. Durante un tiempo había acogido
a San Benito. Tanto una como otra devoción habían estado presentes en la
catedral vieja. Don Antonio apostó por un programa operativo similar al que
años antes había dirigido en la capilla de la Virgen de los Dolores (la situada
frente a ésta, en la nave de la epístola). Con este fin, encargó un retablo
dorado que actuara como marco del lienzo oval que representa a San Miguel, obra
del sevillano Bernardo Llorente Germán (1757). En el basamento del retablo se
disponen las tallas de San Ambrosio y San Agustín, dos de los Padres de la
Iglesia, vinculados a la devoción del patrono. En el centro, una pintura sobre
cristal representa a la Virgen del Alcázar, patrona de Baeza, ciudad en la que
vivió y estudió don Ambrosio y en cuya catedral comenzó su canonjía. En el
remate del retablo otras pinturas sobre cristal recuerdan a devociones muy
presentes en la vida de Gámez; la Santísima Trinidad y los Nombres de Jesús y
María. La
capilla queda completamente decorada, para lo que se utilizan placas de madera
dorada que enmarcan los lienzos de la serie angélica atribuida al cazorleño
Francisco Polanco (ca. 1640-1650). El programa iconográfico se completa con un
conjunto de pinturas murales que se distribuyen tras el retablo y en los
casetones de la bóveda, obra de José Carazo.
Capilla de San Pedro Pascual:
En 1827 llegaba a esta capilla el lienzo de San Pedro Pascual, obra de José
Carazo realizada a finales del siglo XVIII. Procedía de la capilla que había
estado dedicada a él desde 1670 y que, por iniciativa del Chantre Garma,
acogería a la Virgen de la Correa y luego a la de las Angustias. El retablo
neoclásico, diseñado por Manuel Martín Rodríguez en 1793, acoge la pintura del
santo mercedario y obispo de Jaén martirizado en Granada en 1300. La obra ha
sido restaurada por Néstor Prieto gracias al patrocinio de la Asociación de
Amigos de la Catedral y del Cabildo de la Catedral (2013). En el lateral derecho de la
capilla podemos ver un pequeño retablo neoclásico con la imagen de San Luis
Obispo. La pieza llegó a la catedral procedente del antiguo convento de San
Francisco el Real, donde presidía la capilla de San Luis o de los Caballeros.
Asimismo, conserva esta capilla una talla de gran devoción que representa a la
Virgen de la Cabeza, patrona de la diócesis de Jaén. En 2014 se dispuso sobre la mesa del altar una
urna-relicario que contiene los restos del que fuera obispo de Jaén entre 1919
y 1936, don Manuel Basulto Jiménez, beatificado el 13 de octubre de 2013. Su
retrato, procedente de la serie de epsicopologio diocesano, se encuentra en el
muro izquierdo de la capilla y es obra de José Nogué.
Capilla del Cristo del Refugio:
Un retablo neoclásico diseñado por Manuel Martín Rodríguez en 1793, acoge
una de las obras más antiguas de la catedral y de gran veneración, el Santísimo
Cristo del Refugio. La talla se atribuye al escultor flamenco Gutierre Gierero
(ca. 1520), autor también del Santísimo Cristo de las Misericordias y que
trabajó en la sillería del coro. A sus pies aparece recostada Santa María
Magdalena, obra atribuida a Sebastián de Solís (ca. 1593) que podría haber
formado parte del retablo de la capilla del conde del Villar en la catedral
vieja. Sobre la
mesa del altar se ha situado a la Virgen de la Correa o del Mayor Dolor, como
se refiere a ella la documentación capitular. La talla se atribuye a Ramón
Amadeu, al igual que los dos ángeles plañideros que actualmente acompañan a la
Virgen de las Angustias. La Virgen de la Correa fue regalada por el chantre don
Luis Javier de Garma y Moreno, que también costeó su retablo neoclásico,
exigido en la antigua capilla de San Pedro Pascual. En 1845 la Virgen de las
Angustias se colocó en el retablo de la Virgen de la Correa y se trasladó a
esta talla a la sala capitular, llegando finalmente a esta capilla tras varias
ubicaciones. En el lateral derecho encontramos un pequeño retablo barroco que
acogió una bella pieza flamenca en alabastro que se conserva actualmente en la
Exposición Permanente de la Catedral. Frente a él, podemos ver un lienzo que
representa a un clérigo ante una imagen de la Inmaculada, que quizás pueda
tratarse de un retrato del deán don Íñigo Manuel con la talla de la Concepción
Vieja.
Capilla de San José:
El retablo manierista de esta capilla procede de la de Núñez de Vargas en
la catedral vieja y es obra de Salvador de Cuéllar, que lo realizó entre 1577 y
1579. La pieza sería desmontada con el derribo del viejo templo y se levantaría
de nuevo en este espacio, sufriendo algunas intervenciones que afectarían sobre
todo a su policromía y a la de sus relieves. El retablo acoge seis pinturas sobre tabla,
realizadas por los hermanos Antonio y Miguel Sánchez (1578), que representan a
San José con el Niño, San Juan Bautista y San Cristóbal (calle izquierda),
Santa Catalina, San Francisco y San Agustín (calle derecha). La maestría de
Cuéllar se deja ver en la labor escultórica del conjunto, especialmente en el
Crucificado del cuerpo superior y en los relieves que representan a los
Evangelistas y a los Padres de la Iglesia en el banco del retablo. La talla de
San José, situada en la calle central, es obra de José de Medina y Anaya,
datada hacia 1760 y ha sido restaurada por María Luisa Quirós en el marco del
proyecto Andalucía Barroca. En el lateral
izquierdo podemos ver un interesante lienzo de la Sagrada Familia y en el
derecho el de San Josemaria Escrivá, obra de J. A. Ochoa (2018).
Trascoro:
Autor: José Gallego y Oviedo del Portal, año 1733. Frontal del mármol negro y adosado al mismo. Cartelas sosteniendo pilastras de mármol blanco. Sobre la mesa de jaspe de altar. Lienzo de Nuestra Señora de Belén. Obra de Salvador de Maella 1739-1819.
Trascoro:
Autor: José Gallego y Oviedo del Portal, año 1733. Frontal del mármol negro y adosado al mismo. Cartelas sosteniendo pilastras de mármol blanco. Sobre la mesa de jaspe de altar. Lienzo de Nuestra Señora de Belén. Obra de Salvador de Maella 1739-1819.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.