viernes, 26 de febrero de 2021

En el olvido: Casa de los Corregidores

En las ciudades españolas, entre los siglos XVI y XX, dentro del sistema político de la época, el Corregidor era la figura que presidía el Ayuntamiento y encarnaba en su persona los poderes y atribuciones de la ciudad. Los corregidores estaban obligados a vivir en un nivel de vida superior a la de cualquier vecino que gobernara.

En el siglo XVI se pensó en levantar en Jaén una casa para este personaje. El lugar elegido fue la Plaza de la Audiencia donde se edificó la denominada Casa de los Corregidores. En sus inmediaciones se encontraba la Audiencia, la Cárcel Baja y la Casa del Pregonero, haciendo del lugar el espacio perfecto donde las funciones judiciales y de gobierno pudieran atenderse cómodamente.

La Casa de los Corregidores era inmensa y por su trasera lindaba con la calle de Cambil. En la fachada lucía un escudo imperial. Se componía de un portal, dos caballerizas, dos patios, uno con agua principal de la Magdalena, dos salas, dos cuartos, graneros y una cochera. Como hecho anecdótico, en mayo de 1808, ocupándola el corregidor María de Lomas, este moría asesinado. La invasión de los franceses era próxima y la Guerra de la Independencia estuvo a punto de estallar.

Desde entonces la casa quedó en desuso. Años más tarde, el edificio pasó a conocerse como Casa de la Justicia, y un buen día, el Ayuntamiento decidió venderla en subasta pública. Desde 1835 estuvo en manos de particulares. Fue casa de vecinos, sede del Casino de Artesanos y bodegón. En 1960 se demolió y en su lugar se levantaron otras viviendas a la que se incorporaron parte de sus elementos constructivos. Por desgracia, el edificio sustituto también fue demolido en 1995.

viernes, 19 de febrero de 2021

Personajes ilustres de nuestra tierra : Doña Teresa de Biedma

Por desgracia para muchos de los vecinos que residen en la capital del Santo Reino la vida de Doña Teresa de Biedma puede que sea un gran desconocimiento, y lo cierto es que motivos no faltan. Es muy difícil encontrar información fiable sobre este personaje, quizás por la censura continua que el mundo ha impuesto a la imagen de la mujer, sobre todo en las centurias que le tocó vivir a nuestra protagonista, los siglos XVI y XVII.

Doña Teresa de Biedma nació en nuestra ciudad en el año 1546 en una familia bastante acomodada, ya que su padre era uno de los caballeros veinticuatro de la ciudad de Jaén, o lo que es lo mismo, uno de los integrantes de aquellos cabildos municipales que decidían sobre los negocios y demás asuntos que surgieran en la capital del Santo Reino.

De su niñez no se tiene noticias al respecto. Tan sólo es conocido que su educación abarcaba nociones sobre como comportarse tanto religiosamente como siendo mujer.

A la edad de veintiséis años decidió enclaustrarse en el Convento de Santa Clara para huir de un matrimonio que muchos daban por imposible. Antes de su encierro, repartió su hacienda entre los más necesitados y demás obras pías, guardándose un pequeño sustento con el que ingresar en dicha orden religiosa. El convento para ella era un espacio de paz y libertad que no iba a encontrar en cualquier otro rincón de Jaén.

Durante sus más de cuarenta años como hermana religiosa pudo ser, durante siete de estos, sacristana del convento y entre sus funciones destacaba el despertar a la comunidad religiosa a media noche para maitines. Su vida se apagó en 1616 a la temprana edad de 70 años, dejando un legado difícil de borrar entre los muros del convento, o mejor dicho, entre los muros de su hogar.

viernes, 12 de febrero de 2021

La guerra contra los moriscos: El papel que jugó la capital del Santo Reino

 

Tras la conquista de Granada, los moriscos se rebelaron contra el reino cristiano por la capacidad de fusionarse la raza mora con los españoles aunque los Reyes Católicos permitiera a éstos un estado de privilegio insultante para los conquistadores. Ya Carlos I tuvo que dar en 1526 una pragmática contra los moriscos aunque nunca se llegara a ejecutar.

Los españoles temían a los moriscos porque estos se mensajeaban con los turcos y con los gobernantes de Berbería para provocar una nueva guerra en la península ibérica como vía para reconquistar lo que ellos pensaban que era su patria.

En 1560, los moros vieron cómo se les impedía tener esclavos negros y también se les restringió el derecho de asilo con iglesias y señorío. Felipe II, rey de España, ordena que en plazo de tres años deberían aprender y hablar castellano tanto en público como en privado, sus vestimentas deberían ser al estilo de los cristianos, no podían usar nombres árabes, se les prohibió el uso de baños artificiales y no podían tampoco realizar otras costumbres diferentes a las de la iglesia católica. La ira de los moriscos fue irreproducible.

Al no ser escuchados, los moros iniciaron ciertos levantamientos que no prosperaron porque las autoridades españolas estaban bien enteradas de todos sus movimientos. En 1568, sin embargo, comenzó la guerra. La capital del Santo Reino vivió pendiente, desde el inicio de la misma hasta 1571, de lo que ocurría en la ciudad de la Alhambra. Hasta cuatro compañías de combatientes viajaron a Granada para luchar contra los moros, todos estos costeados por nobles influyentes de la corte española.

Si bien en Jaén no existió lucha alguna, si es cierto que desde la misma se controlaba todo lo que estuviera relacionado con la guerra y también sirvió como destino definitivo de aquellos moriscos que deportaron de la ciudad nazarí para mantenerlos bajo vigilancia y así impedir nuevas revueltas.

En 1609, como represalia a los levantamientos, Felipe III decretó la expulsión definitiva de los moriscos españoles, siendo las consecuencias leves para la población jiennense al quedar apenas por aquella época muy pocos moriscos en la capital del Santo Reino.

viernes, 5 de febrero de 2021

Las pinturas del siglo XV en la Parroquia de San Bartolomé

En el año 1928, al realizarse unas obras en el altar mayor de la Parroquia de San Bartolomé, se descubrieron unas pinturas, bordadas en parte, detrás del retablo, justo en el muro que forma el ábside. Estas se encontraron desconchadas y cortadas por la colocación de dicho retablo y del transcurso del tiempo. Un conjunto formado por diez figuras encuadradas con una inscripción gótica de mediados del siglo XV.

Cuando se descubrió esta joya arquitectónica, el párroco suspendió las obras y avisó al presidente de la Comisión Provincial de Monumentos y Delegado Regio de Bellas Artes. Examinadas las pinturas, se decidió colocar las partes que se habían desmontado para dejar libre el hueco que serviría para estudiar las obras detenidamente. Por desgracia, las pinturas quedaron ocultas y su visión imposible, sin poder desmontar varios tableros tallados con relieves del primer cuerpo del retablo.

Ya en la Guerra Civil el templo sufrió algunos saqueos pero parte del retablo se salvó de los vándalos, protegiéndose también las pinturas. Tan sólo se perdió cuatro imágenes de los intercolumnios que fueron sustituidas por otras antiguas y entonadas con el conjunto, representando a San Bernardo, San Cristóbal, San Fidel y San Sebastián. También se perdió la efigie de San Bartolomé y el relieve del Nacimiento de Jesucristo, ambos reemplazados por una talla de San Bartolomé en su martirio y un relieve de San Francisco de Asís.

De este retablo mayor se ha comentado que pudo proceder de la desaparecida Parroquia de El Salvador, construida en el Castillo de Santa Catalina, pero en realidad el actual retablo fue diseñado por el famoso escultor Sebastián de Solís a finales del siglo XVI. El retablo anterior a la gran obra del toledano fue vendido a la Iglesia de Sorihuela por cien ducados.

De dicho conjunto pictórico se conoce que en el centro del ábside aparece una figura de grandes proporciones con vestiduras episcopales por donde asoma una mano izquierda sosteniendo un libro voluminoso cerrado a su vez con dos broches atados con una cadena de eslabones que va en diagonal hacia el lado derecho. De esta imagen han desaparecido los pies y el busto de hombros para arriba.

A ambos lados hay dos angelitos orantes vestidos con largas túnicas. Por otro lado, el cuadro de lado del Evangelio representa un obispo de noble y dulce semblante. A la izquierda del obispo se ve una muralla almenada o una torre.

A la derecha del obispo hay tres familiares o servidores que puede representar el milagro obrado por San Bartolomé al curar a la hija del rey Polimio de Armenia, de la que al parecer era lunática y se hallaba muy enferma y poseída por un demonio.

Un gran conjunto artístico que debería servir de recreo y estudio para los amantes de la pintura mural al ser estas obras dignas de aumentar la fama del templo que las posee.