viernes, 28 de agosto de 2020

Catedral de la Asunción de Jaén: Una verdadera joya del Renacimiento


Se conoce como Catedral al templo donde tiene su sede o cátedra el obispo, siendo así la iglesia principal de cada diócesis religiosa. Desde ahí, el prelado preside la comunidad cristiana, enseñando la vida de fe y la doctrina de la iglesia. Jaén necesitaba una Catedral en la que sus vecinos abrazaran la religión católica y, sobre todo, se le diera culto a uno de los símbolos religiosos más importantes de la iglesia católica, el Santo Rostro.

Su construcción comenzó en 1371, 125 años después de la conquista cristiana de Fernando III, terminando las obras en 1806 con la colocación de las rejas de la lonja, posterior a la construcción de la iglesia parroquial del Sagrario en 1801.

La Mezquita Mayor que se encontró Fernando III tenía como emplazamiento el mismo que el de la Catedral actual, siendo esta mezquita de tamaño reducido por el sitio que ocupaba, pues su ubicación tuvo que ser lógicamente opuesta a la de los templos que la suceden. El monarca cristiano renombra el templo árabe como iglesia en 1246 y como Catedral tres años tarde.

Siendo obispo Don Nicolas de Biedma se emprende la construcción de la Catedral antigua, la primera versión de este templo capitalino. En la actualidad no han sobrevivido restos del mismo. Existen documentos que demuestran que era un templo rectangular con capillas perimetrales y una cabecera plana, formado por cinco naves de moderadas dimensiones con la axial más ancha, y rematadas por otra transversal en la cabecera a modo de crucero que en su intersección con la nave central acogía un cimborrio ochavado. En la nave central se encontraba el coro y en frente la capilla mayor, puesta y arrimada a la misma muralla de la ciudad. Los púlpitos se situaban a ambos lados de la capilla mayor y las naves estaban separadas por cuatro muros longitudinales con arcos a nivel inferior y seis o siete pilares. La fachada principal contaba con tres puertas y contrafuertes adosados. La nave central era más alta que las otras cuatro, y en todas ellas utilizaronn cubiertas de madera sin ventanas a los lados, ya que la luz entraba en el interior por el cimborrio.

La catedral gótica del siglo XV se comenzó a construir durante los últimos años de dicho siglo y nunca llegó a finalizarse, ya que en la segunda mitad del siglo XVI se tomó la decisión de construir una catedral diferente en el lenguaje clásico imperante. De esta se mantiene en pie la parte inferior del muro que conformaba el testero de la Catedral gótica y que forma la cabecera de la Catedral actual, fijando el conjunto arquitectónico en la zona de la calle Valparaíso. En el paño central se puede apreciar una puerta tapiada con arco apuntado, que permitía el acceso provisional a la capilla del Obispo, de forma cuadrada y comunicada con la Catedral antigua para conciliar temporalmente el culto entre las dos catedrales. Dicha capilla se encontraba elevada siete escalones respecto a la Catedral anterior y con una escalera situada tras el muro del altar mayor que previsiblemente permitía el acceso al espacio bajo la capilla resultante del desnivel del terreno.

La Catedral actual fue iniciada a mediados del siglo XVI, prolongándose su construcción hasta principios del siglo XIX. Su primera etapa, conocida como renacentista, es la más importante porque se corresponde con la construcción que sienta las bases del templo que aún en pleno siglo XXI conocemos. En esta fase se edifica el Panteón y la Sala Capitular en 1556, y la Sacristía, el testero sur del crucero y las capillas de la nave izquierda más próximas a la cabecera un año más tarde.

Las obras comienzan a gestarse en 1548 por orden del obispo Don Manuel Esteban Gabriel. Andrés de Vandelvira realiza la traza y el modelo de la Catedral, convirtiéndose en Maestro Mayor de la misma con 38 años. Construye el bloque sur con las dependencias auxiliares y el Muro Interior que cierra el salón por el lado derecho y que ocupa el espacio existente que va desde las capillas de Santa Teresa y Virgen de las Angustias hasta el testero y la fachada sur del crucero.

Alonso Barba fue nombrado Maestro Mayor en 1578 tras la muerte de Vandelvira, manteniendo la idea de su antecesor. La Catedral fue diseñada como un gran salón rectangular en doble cuadrado, como una plaza cubierta, con las bóvedas vaídas a igual altura y con los arcos formeros descansando en unos rebancos que se apoyan sobre las pilastras cuyos intercolumnios dan lugar a la disposición espacial con tres naves.

En el piso inferior se crean capillas con dos arcos de medio punto en los intercolumnios de mayor tamaño y que simulan puertas que comunican con un mundo espiritual que se materializa mediante pinturas, esculturas y retablos. En el superior se construyen balcones en número de uno o tres, donde el vano queda enmarcado por pilastras jónicas bastante planas.

Andrés de Vandelvira diseñó la Sala Capitular como una planta rectangular en doble cuadrado cubierto con bóveda de cañón, organizando rítmicamente sus paramentos con dobles pilastras con hornacinas intermedias, arcos que acogen los ventanales apoyándose sobre un basamento plano que visualmente aumenta la esbeltez de la sala al tiempo que sirve de apoyo a la bóveda fajonada y que se encuentra decorada geométricamente.

En la Sacristía Vandelvira utiliza también una planta rectangular para demostrar la especialidad como una unidad longitudinal en la que las permutas de valencias entre espacio y estructura es evidente, provocando una solución parietal dual y de cobertura que inscribe sin correspondencia en el contenedor de prismático que define la volumetría exterior de la estancia. El cerramiento se soluciona con la construcción de un muro interior rítmicamente plasmado con un orden corintio en el que los haces de cuatro columnas desempeñan un papel fundamental en la transparencia que se percibe en la composición. En definitiva, Islamismo, Medioevo y Clasicismo se fusionan en un solo espacio, siendo la composición de esta sala algo complejo, único, refinado y genial.

En el exterior, el muro que protege la Sacristía, la Sala Capitular y el Panteón se asemeja a una superficie prismática que se componen de tres fachadas que no permiten intuir su contenido al haber sido diseñados sus cerramientos con una solución que permitiera construir un entablamento jónico coincidente con los primeros palacios del Quattrocento que no obedecían a las trazas clásicas de dichos edificios. Se puede decir que a mayor altura estos elementos adquieren características especiales de ático.

En 1635 el obispo cardenal Don Baltasar Moscoso y Sandoval adjudica las obras de continuación de la Catedral a Juan de Aranda y Salazar continuando las obras por la cabecera hasta el crucero. Para ello, se derriba casi la totalidad de la catedral y la capilla gótica realizadas respectivamente por Nicolás de Biedma y Don Alonso Suárez.

Juan de Aranda es fiel seguidor de las ideas de diseño de Vandelvira, siendo este el culpable directo de la aparencia exterior que existe en la actualidad tanto en los laterales como en la cabecera del templo. Para ello, el diseño con el que se soluciona los balcones situados en el muro exterior de la cabecera son los mismos que años más tarde se volverían a utilizar en los muros exteriores que cierran las capillas laterales. La fase realizada por Juan de Aranda concluye con Pedro Portillo, sucesor del anterior, que levanta el paredón a la altura de la línea de pilares del crucero, aislando la obra nueva y consagrando el templo en 1660.

Durante los últimos años del siglo XVII se inicia las obras para construir la fachada, dejando libre el hueco entre esta y el crucero para para ser edificado posteriormente. Eufrasio López de rojas es nombrado Maestro Mayor de la Catedral el 1 de enero de 1666, siendo este el responsable del diseño y construcción del cierre de la Catedral casi en su totalidad. Comenzó derribando el Ayuntamiento, que en aquella época ocupaba una parte del solar donde se pretendía ubicar la fachada, y posteriormente comenzó los trabajos de diseño de la torre derecha. En 1670 se inicia los trabajos en la torre sur y los cimientos de la fachada concluyeron dos años más tarde.

En 1684, el arquitecto muere, dejando la catedral con la fachada ejecutada sin el ático. Los siguientes arquitectos en comandar las obras del templo fueron Francisco Landeras desde 1685, Blas Antonio delgado desde 1686, y Eufrasio López entre 1688 y 1702. Con ellos se termina la fachada y se cierran las cúpulas de las torres durante esos años. El cerramiento de los pies de la iglesia es solucionado con un gran pórtico, a manera de vestíbulo, cubierto con bóveda de cañón, arcos fajones y lunetos, creando un lugar de transición que hubiera predispuesto a la percepción del anterior.

Frontalmente la fachada aparece protegida por dos torres idénticas y simétricas a modo de un arco del triunfo con dos pisos, organizándose en forma de retablo. Esta parte delantera está coronada con una balaustrada con pedestales intercalados y esculturas superpuestas, articulándose verticalmente en cinco calles mediante un orden corintio colosal y horizontalmente en dos pisos, acogiendo el inferior los tres accesos principales a la Catedral. Los balcones del piso superior son realizados en medio punto, mientras que la continuidad de los pisos es definida mediante el empleo de marcos y decoración.

El cuerpo superior, con su forma de ático, está ordenado verticalmente con pilastras, que se corresponden con las columnas inferiores, y que sostienen la cornisa y el antepecho superpuesto. En las torres se organizan los troncos con su desnudez dominante en contraste con la superficie interior de la fachada. El cuerpo de campanas exento y con triples vanos de medio punto se diseña con un orden corintio de columnas semiembebidas en pilastras. Como complemento se colocan chapiteles octogonales finalizados con pilastras cajeadas y huecos de medio punto. Las esculturas colocadas en ese espacio representan a San Miguel, la Asunción, la Santa Faz, San Pedro y San Pablo, y se personifican además los Doctores de la Iglesia intercalados con los Evangelistas presididos por Fernando III el Santo: San Agustín, San Gregorio, San Mateo, San Juan, San Lucas, San Ambrosio y San Jerónimo.

Entre los años 1701 y 1702 se procedió a la unión de la fachada con el crucero de la mano de los arquitectos Blas Antonio Delgado, Miguel de Quesada y José Gallego y Oviedo del Portal. Los muros de las capillas y cerramiento exterior que delimitan la nave derecha, según se entra, se realizaron en la primera mitad de esta fase, iniciándose hasta 1701, comenzando entre los años 1713 y 1716 los situados a la izquierda. El cierre exterior de las capillas y galerías se realizó con unos muros perfectamente definidos y dominados por unos balcones, organizándose estos en dos pisos con una serie de vanos ordenados verticalmente de menor a mayor. Estos huecos se unen ornamentalmente en el piso superior.

El coro de la iglesia Catedral de Jaén fue construido durante el siglo XVIII, siendo colocado en la nave central y conectado con el presbiterio por un corredor de rejería. Los coros no realizados tienen unos paramentos de corte estática con tendencia a la independización del contenido de su entorno, desempeñando un papel similar al del muro que define el espacio que los rodea. José Gallego, que ejecuta los muros laterales entre 1730 y 1736, emplea una planta ondulante que acusa el movimiento de la pared. Respecto al trascoro, ejecutado también por el mismo arquitecto, soluciona el diseño con otra planta ondulante que lo aúna con el academicismo de las esculturas y la pintura de La Virgen de las Tijeras, obra del maestro Mariano Salvador Maella.

En el costado norte junto a la cabecera de la Catedral, sobre una cripta, Don Ventura Rodríguez Tizón diseña en la segunda mitad del siglo XVIII un conjunto simétrico y de tamaño semejante al bloque contenedor de la Sacristía, Sala Capitular y Panteón, espacio más conocido como Sagrario. Los arquitectos Francisco Calvo Bustamante, Manuel Godoy, Ángel Vidal y Manuel Martín Rodríguez fueron los encargados de ejecutar ese diseño que se complementó con las esculturas de Miguel Verdiguier y José Arias y las pinturas de Mariano Salvador Maella y Zacarías González Velázquez.

La imagen de templo romano es muy evidente en la fachada posterior que está resuelta con una articulación axial, frontón y pódium, y se confirma en la fachada lateral, donde manteniendo la traza se refuerza con el ventanal termal del basamento. Ventura Rodríguez instauró el cuerpo superior con el ático retránqueado, los óculos, las estatuas sobre la balaustrada y los jarrones llameantes.

El Sagrario está definido como una iglesia oval de eje longitudinal. El espacio continuo interior se soluciona con un paramento perpetuo, articulado con un orden gigante corintio cuyas columnas pareadas se separan de un muro que presenta alternancia en vanos, unos como ventanas místicas en los altares de un solo piso y los otros de dos alturas con nichos abalconados, que se retrotraen expandiendo el espacio interior e imprimiendo cierto carácter civil. El arquitrabe del templo soporta la cúpula finalizada con dovelas hexagonales, colocando sobre la misma una corona de grandes ventanales ovales y estableciendo un ritmo ondulante en su superficie cóncava, iluminando el interior y creando un lugar para la oración de primer orden.

viernes, 21 de agosto de 2020

Castillo de Santa Catalina: Nuestra Gran Fortaleza


“Castillo de Santa Catalina, elemento de identidad de la Capital del Santo Reino.” Esta es una de las formas con la que se puede definir uno de los enclaves históricos más importantes de la urbe jiennense. Esta fortaleza, que data del siglo XIII, tiene sus primeros antecedentes en el siglo X, cuando se decide construir un alcázar en la parte alta del monte de Santa Catalina llegando a su máxima extensión entre los siglos XI y XII.

En 1246, Fernando III El Santo, después de llegar a un pacto con Muhámmad ibn Yúsuf ibn Nasr, se apodera la ciudad y decide construir la fortaleza que, en parte, perdura hasta nuestros días. Fernando III se encuentra con un alcázar que ocupaba de extensión desde la Torre de la Vela hasta los actuales merenderos del cerro de Santa Catalina. De ahí decide dividir la fortaleza en tres partes; Alcázar Nuevo, diseñado en el actual Centro de Interpretación Turística, Alcázar Viejo, en el actual Parador de Turismo, y la Fortaleza Abrehuí, en el espacio comprendido entre la zona de la piscina del Parador de Turismo y los merenderos del Cerro.

De la fortaleza cristiana se comenta que su construcción pudo perdurar en el tiempo hasta el reinado de Fernando IV, aunque sí es cierto que no es hasta mediados del siglo XV, con las últimas exigencias del Condestable de Castilla Don Miguel Lucas de Iranzo, cuando se concluyen las construcciones necesarias para la subsistencia en la fortaleza.

Desde 1492 hasta 1810, en el Castillo de Santa Catalina se vive una época de calma y paz que provoca su decadencia durante este periodo. No fue hasta la invasión francesa del siglo XIX cuando el Castillo recupera el esplendor perdido de época medieval. Durante dos años, los franceses refuerzan los adarves y construyen nuevas dependencias tales como las residencias de los capitanes y los soldados, un cuartel general, una prisión, cocinas, polvorines…

En 1812, cuando los españoles invitamos a los franceses a abandonar nuestra ciudad, estos últimos deciden incendiar y explotar todas las dependencias que ellos mismos construyeron, dejando a la fortaleza prácticamente en ruinas. Desde entonces y hasta el mediados del siglo XX el castillo estuvo prácticamente abandonado. Tan solo durante la Guerra Civil española, cuando los republicanos colocan en la parte alta del cerro las tuberías del órgano de la Catedral para hacer creer a los franquistas que tenían artillería militar, y durante los primeros años de la dictadura franquista, cuando ocuparon la cárcel francesa hasta 1942, la fortaleza volvió a recobrar vida hasta que en la segunda mitad del siglo XX se decide construir el Parador de Turismo y el Centro de Interpretación que aún perdura en la actualidad.

Hoy por hoy los únicos restos existentes se encuentran en el Centro de Interpretación Turística, del que sobreviven seis torres medievales y una antigua prisión del siglo XIX.

Se conoce como Torre del Homenaje aquel torreón que se utilizaba para celebrar ceremonias protocolarias tales como la entrega de las llaves del castillo al alcaide, representante real en la fortaleza, o el juramento de lealtad de los siervos a sus superiores. En este espacio no sólo vivía el alcaide y su familia sino también parte de la guarnición de la fortaleza. La torre se divide en tres partes. La planta baja se comenta que pudo ser un aljibe de agua, aunque existe otra teoría que explica que este espacio pudo ser un almacén para guardar víveres. En el techo de esta planta baja existe una trampilla que hace suponer que en época medieval se accedía a esta posible despensa a través de una cuerda.

La Torre de las Damas, segundo y último torreón residencial del castillo, debe su nombre a que los arquitectos diseñaron este espacio imaginándose a unas mujeres en peligro. En ella, entre otras personalidades de nuestra historia, se comenta que pudo residir temporalmente Teresa de Torres, esposa de Don Miguel Lucas de Iranzo, cuando tenía problemas matrimoniales con su pareja.

El castillo cuenta con dos torres albarranas prácticamente gemelas en la actualidad. Este hecho se debe a un gravísimo error producido en la segunda mitad del siglo XX durante la reconstrucción de la fortaleza, ya que se pensó en esa época que la torre albarrana cercana a la torre de la vela estaba techada al igual que la torre albarrana donde se diseñó la capilla de la patrona de Jaén, Santa Catalina. Originariamente, en el siglo XIII, las torres albarranas se construyen al descubierto hasta que en el siglo XV Don Miguel Lucas de Iranzo decide tapiar una de las dos torres para convertir ese espacio en capilla y que su hermana pudiera casarse en la fortaleza. Desde entonces, es Capilla de Santa Catalina y tan solo los 25 de noviembre de cada año, este oratorio abre sus puertas. Estas dos torres cumplían la función de torres defensivas, y recibe este nombre porque estos torreones fueron construidos en el exterior de la fortaleza, unidos entre sí por un pequeño pasillo, para poder defenderse desde el exterior ante cualquier intruso que intentara trepar por las paredes para acceder al recinto.

La Torre de la Vela recibe este nombre porque durante la noche, los vigilantes que se quedaban al cuidado de la fortaleza pasaban la noche en vela para cumplir con su trabajo. Su nombre original es Torre de la Vigía o de la Vela, y en época islámica su terraza estaba a la altura de la actual entrada a la torre. Desde ese punto contactaban con el resto de fortalezas o atalayas para enviar mensajes a Granada sobre la situación que se vivía en la capital y en los pueblos limítrofes en plena guerra con los cristianos. Para ello utilizaban cristales o pasto seco en función a la parte del día en el que tenían que ejercer de emisores.

Es ya con el reinado de Fernando III el Santo cuando se construyen dos plantas superiores para alzar dicha torre, sobretodo para mejorar la óptica, ya que desde este punto se puede ver prácticamente toda la provincia y un 90% de lo que es actualmente la capital del Santo Reino. El otro 10% restante no puede ser visto por culpa de una cruz de piedra colocada en ese punto a mediados del siglo pasado. Cuenta la leyenda que en pleno siglo XIII, cuando recién había sido conquistada Jaén, un capitán militar de Fernando III el Santo decide clavar sobre el pico de la colina una espada en señal de victoria. Dicho objeto hizo parecer a lo lejos que era una cruz cristiana, lo que originó que el monarca ordenara a la orden clarisa de la ciudad que colocara y se encargara del mantenimiento de una cruz de madera para que se simbolizara que la ciudad era cristiana.

La última torre de la fortaleza, la Torre de las Troneras, fue la primitiva torre del castillo. Fue el espacio idóneo para construir los aseos públicos de la fortaleza, y recibe este nombre porque en ese espacio es donde más movimiento de aire se genera en la parte alta del cerro, y se comenta que, en época medieval, los cristianos pensaban que el ruido que hacía el viento era idéntico al que realizaba los truenos en época de tormenta.

De todos estos elementos también hay que mencionar otros restos históricos con los que aún cuenta el centro de interpretación. Uno de ellos es la prisión francesa del siglo XIX. Era una cárcel de unas tres celdas diminutas en la que los franceses llegaron a encerrar hasta 80 personas al mismo tiempo. Estos presos, que se clasificaban en dos categorías, por un lado, los terratenientes españoles que eran encarcelados para que los franceses se aseguraran el pago de impuestos que ellos mismos habían establecido y por otro los guerrilleros españoles que luchaban entre ellos, fueron utilizados como esclavos para que estos construyeran las dependencias francesas que los invasores creyeron oportunos. Cuando los franceses comprobaron que no quedaba espacio en la cárcel para encerrar a más personas, empezaron a condenar a muerte a todo aquel que estorbaba en ese espacio, asesinando a personajes de renombre en la Iglesia de San Lorenzo y en la Catedral de Jaén y a los que no eran conocidos los ejecutaban en pleno Castillo de Santa Catalina.

En plena fortaleza se pueden observar restos arqueológicos de las tres etapas principales que ha vivido el castillo a lo largo de su historia. De época islámica se ha hallado recientemente piezas de lo que pudo ser un palacio islámico del siglo XII, del que se puede deducir que no tuvo ni una centuria de vida y que pudo ser destruido cuando Fernando III conquista la ciudad. De época cristiana aún existen restos de un antiguo molino de sangre que pudo ser creado junto a unos antiguos almacenes de grano en lo que hoy sería la antigua prisión francesa construida hace dos siglos. También existen restos de unas famosas troneras, o reformulación de unos antiguos almenares, que los franceses modificaron para poner en la parte alta de las almenas la artillería pesada con la que contaba militarmente, y por último, aún se puede ver restos arqueológicos de unos antiguos aljibes y su sistema de canalización que se construyeron en época islámica y, hasta época francesa, y tras continuas modificaciones, perduraron durante siglos porque no existía otro modo que esperar a las lluvias naturales para poder abastecerse de agua en el recinto.

No hay que olvidar que todos estos puntos museísticos están conectados a través de un antiguo camino de una sola dirección, o camino de ronda, por el que los cristianos realizaban sus rondas de vigilancia durante los 250 años en la que los cristianos jiennenses estuvieron en guerra con los árabes. Durante la noche, las torres se cerraban por dentro y no se abría hasta la mañana siguiente por seguridad y, entre la Torre de las Damas y la Torre del Homenaje, se colocaban unas tablas de madera para que los guardias continuaran con su ronda de vigilancia.

viernes, 14 de agosto de 2020

Callejero de Jaén: Plaza de Santa María


La Plaza de Santa María es la gran plaza de la capital del Santo Reino donde se encuentra la Catedral y el Palacio Episcopal. Sin duda, representa ese poder eclesial de la ciudad donde durante muchos siglos, esta doctrina tuvo tanto poder entre los vecinos jiennenses. También en esta plaza se encuentra el Ayuntamiento, que representa el poder popular, el poder del pueblo.

Durante muchos años este espacio estaba constituido como un gran salón donde se celebraban la mayoría de los grandes actos públicos y solemnes tales como la coronación de la Virgen de la Capilla, la entrega de banderas a fuerzas de la guarnición o las grandes concentraciones relacionadas con la religión y las misiones públicas, la política o aquellas de carácter multitudinario que se pudieran dar. Uno de las concentraciones más conocidas ha sido la Operación Escoba. En esta se barrió la plaza por artistas y gente del mundo del cine para recaudar fondos con el que construir viviendas sociales.

En la última remodelación han convertido la plaza en un gigantesco reloj solar. Por culpa de la ubicación de la Catedral sólo se puede leer tres horas al día que van de las siete a las nueve de la mañana. El gnomon, que es el objeto alargado del reloj solar, no es ninguna torre, pero sí está en una de ellas. Se trata de una cornisa a unos diez metros de altura que no tiene campanas. En el suelo se pueden encontrar dos tipos de líneas, unas más perpendiculares al templo que indican los meses, y otras radiales que cruzan a las anteriores.

En las perpendiculares tiene cada una dos meses. Mirando hacia el Ayuntamiento, desde la calle Almenas a la calle Campanas, se puede encontrar junio, mayo y julio, abril y agosto, marzo y septiembre, febrero y octubre, enero, noviembre y diciembre. Hay líneas que corresponden a dos meses porque las horas coinciden en esos dos meses. Cada línea corresponde con los días 21, por lo que junio y diciembre corresponden a los solsticios de verano e invierno respectivamente, y la de marzo-septiembre a los equinoccios.

Cercano al actual Ayuntamiento de Jaén existió un portillo abierto construido tras la toma de Granada que seguramente estaría protegido por la Torre de las Cadenas y el Torreón del Ayuntamiento. Ese portillo sería conocido como Postigo de las Cadenas. Además, esta plaza llegó a albergar hasta tres farolas de bronce, una de ellas desaparecida y las otras dos, la farola de San Agustín y de la Magdalena, se encuentran actualmente en las plazas que llevan su nombre.

La Casa del Provisorato y el Tribunal Eclesiástico es un edificio que forma parte del Obispado, ocupando en la actualidad un lateral de éste. Su portada, fabricada junto con el resto del edificio por el obispo Francisco Sarmiento de Mendoza, se abría sobre una escalinata de cinco gradas con una cruz sobre el frontón y los escudos a ambos lados de la Catedral y el obispo anteriormente mencionado. Los notarios mayores, sus oficiales y los procuradores asistían en la sala de audiencias eclesiásticas de la planta baja a los juicios, presidida por el provisor con el fiscal de turno. En la parte alta se encontraba una cocina, dos dormitorios, cinco calabozos y un oratorio para celebrar misas para los presos. Provisor y vicario solían ser la misma persona, al que se añadía el cargo de gobernador al obispado. El provisor era el juez eclesiástico y sustituto del obispo en cuestiones administrativas y de justicia. Entre ellos se disputaban presumidos con los corregidores la preeminencia en las procesiones.

Respecto al antiguo edificio del Banco de España, este es un inmueble que se construyó entre los años 1946 y 1950 por el arquitecto Raimundo de Madariaga. En el interior se conserva el amplio patio de operaciones en su planta principal, cubierto con bóveda rebajada y en el que, ya en la fachada, se puede apreciar el cuerpo principal con respecto al conjunto de la plaza.

viernes, 7 de agosto de 2020

De leyenda: Habitación maldita en el Parador de Jaén


Por todos es conocido que en el Parador de Turismo de la capital del Santo Reino se han ido experimentando diferentes acontecimientos que son difíciles de explicar. Muchos empleados han escuchado pronunciar su nombre cuando estaban completamente solos en el complejo. Se ha tenido constancia de objetos cambiados de lugar, de desapariciones de los mismos, de ruidos extraños y golpes de madrugada, y de habitaciones que no estaban ocupadas y por el que se veía salir de esas mismas a supuestos clientes.

El epicentro de tantos misterios se encuentra en la habitación nº 22. En ella se ha sentido la presencia de alguien invisible que anda por la misma, que llora, que provoca anomalías eléctricas y descensos de temperaturas, movimientos de muebles y cajones, etc. Hay clientes que comentan que, en plena madrugada, alguien llama a la puerta y, al abrir la puerta, no hay nadie visible. Vuelven a acostarse y de nuevo llaman a la puerta.

Otros testigos comentan también que han notado como, en plena noche, alguien les tiraba de la manta y caminaba alrededor de ellos. Estos hechos han provocado que muchos clientes hayan salido despavoridos del hotel por los hechos inexplicables que vivían. En la habitación contigua, la nº 23, una noche un hombre llamó a la policía porque comentaba que su habitáculo se encontraba lleno de gente.

Todos estos sucesos son achacables a una supuesta leyenda del siglo XV. Se comenta que el noble condestable Don Miguel Lucas de Iranzo mantenía una relación extramatrimonial con una joven musulmana. El profundo amor que se profesaban los enamorados despertaron las envidias y los celos de sus súbditos, ya que pensaban que la muchacha hacía que el gobernador desatendiera sus funciones públicas. Un día, aprovechando la ausencia del Conde de Castilla, un grupo de hombres asaltó el castillo y prendió fuego a la mujer que se encontraba embarazada. Hay quien piensa que fue en esta parte del Parador donde la mora encontró la terrible muerte y que son sus lamentos los que algunos dicen oír mientras arrastra y golpea los muebles.