viernes, 25 de septiembre de 2020

La desaparecida Alcazaba Emiral y Califal de Jaén

En plena conquista musulmana, Jaén recobró la importancia de antaño gracias al impulso urbanizador que llevó a cabo el emir Abd al-Rahman II culminando con el traspaso de la capital de la Cora a la Madina de Yayyan, hasta ahora ocupado por Madina Mantisa.

En la ciudad se crea un nuevo sistema defensivo con la construcción de una alcazaba en la vertiente norte del cerro de Santa Catalina, en concreto en el llanete donde actualmente se encuentra los restos de muralla. Se dice que el terreno ocupado por la alcazaba pudo tener la misma extensión que el del núcleo romano republicano que allí existió.


Las murallas descendían desde la cumbre para girar en dirección este a la altura del Postigo de la Llana buscando la zona sureste de la ciudad. Quizá la alcazaba pudo jugar un importante papel defensivo-residencial, sin embargo, a excepción del espacio residencial, no se han encontrado restos de otras estructuras, por lo que pudo tratarse de un amplio recinto prácticamente vacío.

Hay quienes relacionan este punto geográfico con una alcazaba descrita por Ibn Hayyan que a su vez estaba relacionada con una rebelión producida en el año 902 por el bereber Umar b. Mudimm al Hatruli, miembro de la milicia que servía al gobernador de la Kura. Este se sublevó contra el emir Abd Allah, asesinando al gobernador y encerrándose en la Alcazaba gracias a la guarnición que llevaba, un sector de la población jiennense y al rebelde Ibn Hudayl. Este último lo abandonó a su suerte por las presiones de Abu-l- Abbas b. Muhammad b. Abi Abda, siendo reducido por las tropas del emir cordobés y conducido a la capital.

Durante trescientos años, en concreto entre los siglos XI, XII y XIII, se produce un proceso de transformación de la alcazaba importante debido a los numerosos problemas políticos en al-Andalus y el acercamiento de las tropas cristianas inmersos en su plan de reconquista. Por culpa de este último hecho, aumenta el número de pobladores, lo que provoca una intensa reforma de murallas, forrando los lienzos con material de argamasa, y se construyen nuevas viviendas en el interior de la alcazaba, transformando el espacio en una zona residencial.


En unas investigaciones realizadas en los años noventa del siglo pasado, se ha podido demostrar la existencia de cimentaciones de un gran edificio tapial de planta rectangular. Cerca de esta se localizaron diferentes estructuras de fortificación, casi cuadrangulares, utilizado presumiblemente por musulmanes entre los siglos VIII, IX y X. El edificio principal se encontraba anexa a la muralla, a la altura de la puerta nueva.

Al interior se accedía a través de una puerta que conectaba directamente con un patio. Aun se puede observar los restos de un posible pórtico de pilares de ladrillo que pudo ser utilizada como acceso al salón principal o a la sala de recepción. La estructura estaba formada por cuatro naves laterales que servía para proteger la pendiente del cerro.

Se puede decir que la estructura de dicho edificio responde a un modelo de vivienda islámica, o lo que es lo mismo, una residencia cerrada al exterior, sin apenas vanos, rodeando el patio central de dependencias privadas, donde se desarrollaría la vida familiar de sus habitantes. También se piensa que el edificio pudo tener espacios administrativos, lo que supondría que la residencia era la del gobernador de la ciudad.

Sobre esos terrenos también se han encontrado restos de un edificio de época Emiral construidas en tapial de tierra sobre basamento de mampostería, que pudieron formar parte de un edificio eliminado en época califal para construir otro de mayor tamaño y envergadura. Quizá esta última residencia pudo ser la del gobernador en época de Abd al-Rhaman II.

Entre los siglos XII y XIII se transforma el entorno definitivamente, pasando de ser un espacio palatino-militar a reorganizarse en su interior como vivienda comunitaria, construyéndose varias viviendas en sus zonas colindantes.

Ya con la reconquista cristiana, la zona cayó en desuso, lo que provocó su lenta desaparición en los siguientes años.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Castillo Abrehuy en la cumbre de Santa Catalina

En la actualidad muchos pueden pensar que las dimensiones de la fortaleza cristiana que reina nuestra ciudad corresponde al espacio comprendido entre el Centro de Interpretación del Castillo de Santa Catalina y el Parador de Turismo. Nada más lejos de la realidad. Hubo una tercera fortaleza, anexa al parador, que data del siglo XII y que pudo estar en funcionamiento hasta la huida de los franceses, allá por 1812.


El espacio ocupado iba desde la actual piscina del parador hasta la finalización de los merenderos del cerro si lo miramos desde Caño Quebrado. Sus lienzos y torres fueron construidos en tapial de tierra revestido en argamasa. El lienzo sur tuvo que ser adaptada a la roca que reina esta parte del cerro, provocando que las seis torres que pudo tener este castillo se tuvieran que construir entre el lienzo norte (cinco de ellas) y el lienzo oeste, todas ellas de planta cuadrada. Algunos historiadores comentan que el Castillo Abrehuy protegía el flanco que daba al Cerro Neveral y que tenía un aljibe que se abastecía por un sistema de acequias.


En la actualidad, aún se puede apreciar la planta irregular del castillo conformado por lienzos de muralla adaptados a los escarpes rocosos por su lado sur, y paños de muralla reforzados por cinco cubos rectangulares al norte, donde se albergaba una azotea en la parte superior. También se sigue alternando hiladas de ladrillo macizo con mampostería regular, un sistema típico de construcción almohade.

Lastima que esta riqueza arquitectónica sea aun una de las asignaturas pendientes de investigación y restauración en nuestra ciudad, presentando el lugar un lamentable estado de degradación y abandono.

viernes, 11 de septiembre de 2020

El Alcázar Viejo del Castillo de Santa Catalina

La invasión musulmana trajo consigo la construcción de un recinto amurallado en la cumbre del cerro de Santa Catalina que, a su vez, estaba dividido en dos partes. Por un lado se encontraba la fortaleza Abrehuy, que lindaba entre los actuales merenderos del cerro y la piscina del Parador Nacional de Turismo. El resto, ocupaba el espacio comprendido entre dicha piscina y la Torre de la Vela del recinto. Este espacio se le conocería con el nombre de Alcázar Viejo. En época cristiana, con la construcción del Alcázar Nuevo, el Alcázar Viejo quedó delimitado en lo que hoy se conoce como Parador Nacional de Turismo.

Salvo por un aljibe, a lo largo de ocho siglos, el espacio carecía de comparticiones y dependencias, lo que hace pensar que su uso pudo ser de refugio y de última defensa. En algunos de sus tramos, las murallas utilizaron como basamento restos de una posible estructura iberorromana construida con anterioridad. Estas eran amplias y gruesas y contaba con torres de flanqueo, la mayoría de ellas hacia el norte. La mayoría de estas torres eran cubos macizos huecos, lo que hace pensar que el interior de las mismas pudieron ser utilizadas como almacén.


Existían varias puertas de acceso en todo el recinto. La primera se situaba en el lienzo sur, la segunda comunicaba el Alcázar Viejo con el Castillo Abrehuy, facilitando la construcción de espacios residenciales con varias plantas, aljibes y almacenes gracias a la dificultad del terreno. Este modelo de construcción se debe a otras fortificaciones realizadas en Al-Ándalus entre los siglos XI y XII, haciendo distinción entre un primer recinto, edificado a un nivel inferior, y el resto de la fortaleza, con el objetivo de crear un espacio defensivo que sirviera de obstáculo para no poder alcanzar el centro del recinto.

Durante esa época se edificaron espacios áulicos, dentro del recinto, aprovechando los espacios existentes entre la muralla defensiva y los afloramientos rocosos del cerro. Las murallas del extremo este se convirtieron en los límites externos de la fortificación. Por desgracia, se conservan muy pocos elementos del mismo, estando configuradas por lienzos de tapial de argamasa sobre basamento de mampostería ajustado al relieve, haciendo imposible la construcción, en esa parte, de torres de flanqueo.


El aislamiento se realizó a través de un espolón rocoso, quedando entre éste y la muralla un espacio conocido como zona de tránsito, y que conducía a la puerta de acceso al interior del palacio islámico y al pasillo de acceso a las dependencias del servicio.

En la segunda mitad del siglo XIII, con la conquista cristiana, se edificaron en el interior dependencias tales como la capilla del Salvador y algunas cisternas, manteniéndose durante siglos estructuras defensivas islámicas, muchas de ellas revestidas con forros de mampostería. La primera fortificación islámica se mantuvo en pie, sin que apenas se realizaran transformaciones, hasta el siglo XIX, donde los franceses realizan cambios significativos en su estructura. Por desgracia, allá por 1965, la mayor parte de las dependencias fueron destruidas por las obras del Parador Nacional de Turismo.

viernes, 4 de septiembre de 2020

El desaparecido palacio islámico del Castillo de Santa Catalina

En la parte central de lo que actualmente se conoce como Centro de Interpretación del Castillo de Santa Catalina, o lo que se conocía durante época cristiana como Alcázar Nuevo, se realizaron una serie de intervenciones arqueológicas en el año 2000 cuyo resultado fue la localización de restos arqueológicos de un antiguo palacio árabe que pudo estar en funcionamiento desde el siglo XII hasta la llegada de don Miguel Lucas de Iranzo allá por el siglo XV.

El motivo de la construcción de este edificio pudo ser la cercanía de las tropas cristianas a la ciudad de Jaén en plena reconquista, lo que provocó que la realeza árabe de la época abandonara la alcazaba situada donde hoy se encuentra los restos de muralla para subir a la cumbre del cerro, por medidas de seguridad.


Dicho palacio fue organizado en tres zonas diferenciadas estructural y altimétricamente. La zona más importante fue la conocida como Área Residencial. Esta ocuparía el espacio central y fue construido con sólidos muros de base de mampostería y alzado en tapial de argamasa, siendo esta de planta rectangular. En esta zona, lo primero que se encontraba era un espacio de tránsito a la que se accedería a través de una puerta de codo. Esta puerta comunicaba con un patio de planta cuadrada en cuyo interior se encontraba un pequeño aljibe rectangular con bóveda de cañón.

Tras el patio se accedía a otro espacio que pudo ser utilizado como un área abierta o como una extensa habitación cubierta. Subiendo unas escaleras se accedía a una habitación que pudo ser eliminada para convertirla en zona de paso de otras dependencias o utilizarla como una de las alcobas más cercanas al salón principal.


A continuación se encontraba un pasillo que conectaba con la zona más importante del palacio, un patio rectangular rodeado con diferentes dependencias, entre ellas el salón principal, mediante una puerta de doble arcada decorada con atauriques. La calidad del terreno provocó la construcción de espacios subterráneos que pudieron ser utilizados como bodegas de palacio ya que los profundos escarpes existentes entre la muralla del Alcázar y los afloramientos rocosos así lo posibilitaron.

La zona Sur estaba ocupada por un amplio espacio, sin apenas edificaciones, tan sólo un pequeño aljibe, al que se accedía a través de una puerta situada en la zona de tránsito del palacio. Este era el único punto desde donde se podía acceder a las dependencias del servicio, que se situaban anexas al palacio. Esta área estaba formada, por un lado, por tres habitaciones rectangulares, con dimensiones parecidas a las bodegas subterráneas, y por otro, por dependencias con plantas irregulares y de grandes dimensiones construidas con muros de tapial de tierra sobre basamento de mampostería identificadas con los espacios donde el personal de servicio desarrollarían las labores domésticas.