viernes, 26 de enero de 2018

En el olvido: Antígua Iglesia de Santiago

En la Capital del Santo Reino hubo una antigua iglesia bajo la advocación al Apóstol Santiago. Dicha iglesia fue una de las primeras que se fundaron en la ciudad. La fecha de la fundación se desconoce, pero como anécdota se sabe que el condestable Lucas de Iranzo iba un día en cuaresma a oír misa allí.

En su interior albergaba la cofradía de Santiago de los Caballeros desde finales del siglo XIII. Poco se conoce sobre esta, solo que era rica en bienes. Otra de las cofradías que tenían su sede en la Iglesia de Santiago era la de San Ginés y San Sebastián. En 1682 se aprobaron los estatutos de la Cofradía Ánimas de Santiago que también tenía su sede ahí, pero no sería tampoco la última ya que dos años antes se fundó la Cofradía de Nuestra Señora del Sagrario.

Esta fue la cofradía que alcanzaría mayor devoción en toda la ciudad y que tenía un solo fin, rezar el santo rosario, todo ello gracias al apoyo del obispo Antonio Brizuela y Salamanca que llegó a Jaén en 1693 y vio que solo salía en procesión en la ciudad el rosario de Nuestra Señora de los Remedios, por lo que llamó a todos los curas de las parroquias jiennenses para que favorecieran a las cofradías que desearan organizar dichas procesiones del santo rosario.

Desde la Iglesia de Santiago salía en procesión la Santa Bula de la Cruzada. Se dice que era una procesión solemne, donde en la puerta de la iglesia se congregaban todos los años los antiguos estandartes y gallardetes de las cofradías y hermandades de la ciudad. Se sabe por las crónicas que se producían muchos alborotos entre todas las cofradías puesto que entre todas luchaban por mantener su antigüedad, aunque solo hubo una, la Cofradía de Santo Tomás de Aquino que se consideraba como la más antigua de la ciudad y en la que nadie ponía en duda. La procesión salía desde la Iglesia de Santiago y llegaba hasta la Catedral. Con el paso de los años no se supo por qué la Iglesia de Santiago despreció dicha procesión.

El final de la Iglesia de Santiago llegó por no realizarse las labores de mantenimiento pertinentes ante la falta de recursos económicos. A finales del año 1784, las fuertes lluvias e incluso huracanes, provocó que se hundiera la sacristía vieja y esto hizo que se destrozara parte de la escalera de la tribuna y el órgano, afectando además la nave mayor de la iglesia.

Para arreglar el templo solo se compraron algunas vigas procedentes de Carchelejo. Estas fueron insuficientes para la deteriorada Iglesia de Santiago, que al tener peligro de derrumbe, los feligreses se unieron a la iglesia de San Lorenzo que era la más próxima a la de Santiago. Posteriormente a la ruina de San Lorenzo, se mudaron a la de San Bartolomé hasta que por fin se creó la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced.

En el año 1810 se mandó derribar completamente la Iglesia de Santiago que ya estaba en ruinas y en el cual se permite a un capitán francés del cuerpo de ingenieros recoger parte del material del derribo para las obras de refuerzo de la fortificación del castillo.

viernes, 19 de enero de 2018

Personajes ilustres de nuestra tierra: Miguel Lucas de Iranzo

No se sabe con exactitud ni su fecha de nacimiento ni su lugar de origen, pero si se conoce que Miguel Lucas de Iranzo murió en Jaén como quinto Condestable del reino de Castilla bajo las órdenes del rey Enrique IV.

No tuvo unos comienzos fáciles, ya que su educación transcurrió en el seno de una modesta familia hasta que entró al servicio del marqués de Villena. Gracias a éste entró en la corte castellana de Juan II como paje de su hijo Enrique, con el que mantenía un vínculo afectivo.

En su carrera profesional ascendió rápidamente desempeñando puestos de responsabilidad como Halconero Mayor del Reino, Chanciller Mayor de Castilla y alcaide de Alcalá la Real, Andújar y Jaén. En 1455, fue miembro del Consejo Real. Posteriormente fue nombrado Corregidor de Baeza y finalmente Condestable del reino.

Estos nombramientos provocaron la enemistad de los aristócratas de la época ante la probabilidad de influir directamente en las decisiones militares del rey, por lo que el condestable acabó trasladándose a Jaén en 1459. Se instaló en un palacio que mandó construir en la calle Maestra, Palacio de Cultura del Ayuntamiento en la actualidad. En su palacio vivió hasta su muerte con su esposa María Teresa de Torres y Portugal, hija del señor de Villadompardo y Escañuela, y sus dos hijos, Luisa y Luis de Iranzo. La primera murió joven y el segundo tomó los hábitos franciscanos.

En Jaén el condestable crea la jaenciana, una casa de moneda que fue visitada por el propio Enrique IV en 1469. Manda allanar la plaza de Santa María y la actual calle Bernabé Soriano, creada esta por él mismo, en la que existían unas moles de piedra de gran tamaño. También se acometieron obras de acondicionamiento de la ciudad, como el traslado de las carnicerías extramuros, a la actual Puerta Barrera.

Entre sus principales conflictos destaca la expulsión del obispo de Jaén, Alfonso Vázquez de Acuña de la ciudad que tuvo que trasladarse a su fortaleza de Begíjar por orden del rey Enrique IV, tras las disputas con el condestable.

El 21 de marzo de 1473 Miguel Lucas de Iranzo fue asesinado mientras rezaba de rodillas en la capilla mayor de la Catedral de Jaén. Se dijo que el condestable daba apoyo a los judíos, ya que incluso se opinaba que pertenecía a esta religión, aunque, probablemente, la causa fueran los celos de otros nobles. Posiblemente en el asesinato participara el marqués de Villena.

"Esto fue la causa de que el odio y envidia de la muchedumbre se revolviése contra él de tal quisa, que con cierta conjuración que hicieron un día le mataron en una iglesia en que oía misa. La rabia y furia fue tan arrebatada y tal el sobresalto, que apenas dieron lugar para que Doña Teresa de Torres, su mujer, y sus hijos se recogiesen en el Alcázar". "Como el Condestable pusiese las rodillas para facer oración, uno del pueblo, que más cerca del se falló, le dio tan grande golpe con una ballesta de acero en la cabeza, que dio con él en el suelo, e todos los que cerca del estaban lo firieron con lanzas e espadas de tal manera que no quedó señal de persona humana, e luego todos juntos fueron a robar o matar a los conversos".

En un principio, se culpó injustamente a los judeo-conversos, que tendrán que padecer uno de los momentos más horribles y virulentos de la historia de Jaén. La masa popular se dirigió hacia los barrios de los conversos para convertirlos en una verdadera carnicería.

Tras su muerte, el rey Enrique IV se presenta en Jaén de incógnito y se dirige al Concejo, donde pregunta por ciertos jurados y regidores, a los que manda colgar de las ventanas, al parecer en venganza por el asesinato del Condestable. Muchas teorías alrededor de esa muerte se crearon llegando hasta nuestros días.

viernes, 12 de enero de 2018

De Leyenda: El Pósito

La Leyenda de El Pósito es una hermosa leyenda ubicada en la plaza que lleva el mismo nombre.

"Cuenta esta antigua historia, un triste acontecimiento de amor entre un apuesto galán y una hermosa dama de la ciudad de Jaén. Dicen que llegó a la Capital del Santo Reino un capitán, posiblemente de los Tercios de Flandes, galante, uniformado, de mirada penetrante, rostro curtido y de valerosos carácter.

Se comentaba que el valiente y apuesto galán era muy rico. Tan grande era su fortuna personal que contar lo que tenía causaba un increíble asombro en aquel que lo escuchara. Se hablaba de él en toda la ciudad. Las doncellas casaderas de Jaén, clavaban en él sus ojos y lo observaban con esmerado interés cuando salía a pasear por la villa.

A pesar de tener a tantas hermosas damas a sus pies, el galán se enamoró intensamente de una joven llamada Dª Beatriz de Uceda. Tenía esta doncella una belleza extraordinaria, un contorno perfecto y una discreción propia de las señoras de su clase. Era ejemplo de virtudes: noble, sincera, prudente, dulce y cándida.

El apuesto galán, cuyo nombre era Don Diego de Osorio, quedó tan prendado de ella que ocupaba Doña Beatriz todos sus pensamientos. Constantes fueron sus regalos y atenciones hacia la joven. Siempre solícito a lo que ella deseara, siguiendo sus pasos allá por donde fuera y propiciando decenas de encuentros para impresionar a la hermosa dama. Sin embargo Doña Beatriz, tenía el corazón ocupado por otro caballero.

Aún así, por las circunstancias que fueran, casó finalmente Beatriz de Uceda con el Capitán Osorio, dejando en el recuerdo a aquel hombre que tan intensamente amó. La boda se celebró por todo lo alto, que si rico era el novio no menos lo era la novia. Dicen que disfrutaron de días alegres, donde todo fue tranquilidad y sosiego. Doña Beatriz intentó ser feliz en su matrimonio, entregándose en cuerpo y alma a Don Diego.

Poco tiempo habría de pasar, para tener Beatriz que volver a dar muestras de su bondad y dulzura innatas. Soportó abnegada a su esposo, que si en otro tiempo fue galante y educado en extremo, se transformó el caballero en hombre de malos caminos, juntando en sus espectaculares juergas la noche con el día, enviciándose en el juego y en lo más infames placeres terrenales.

Conforme pasaba el tiempo más se endeudaba Don Diego de Osorio, perdiendo su dinero en los más fracasados juegos, viéndose inmerso en encrespadas riñas. Una batería de tormentos para su sufrida esposa, la triste Beatriz, que ahogaba sus sentimientos hacia la actitud de su marido, soportando a duras penas tan desdicha y fracasada vida matrimonial.

Y al final, el desenlace a tan desesperante situación llegó. Hasta la última moneda gastó el Capitán Osorio. Nadie quedaba en la ciudad que le diera prestado y obligado estaba a pagar las pérdidas acumuladas en sus desafortunados juegos.

Viéndose desesperado y necesitado de dinero en medio de uno de sus juegos, ordenó a un sirviente que fuera hasta su casa, y que Doña Beatriz le entregara de inmediato la alhaja que él le regaló en señal de matrimonio. Rápido fue el escudero a trasladar a Doña Beatriz tan desagradable e inconcebible recado.

Escucho Doña Beatriz con cara de asombro el relato del criado, agachó su lloroso rostro y llena de coraje, mando de nuevo al sirviente con un recado para su Señor. Si quería su esposo esa alhaja que
con tanto celo guardaba, que se la pidiera a ella en persona, sin intermediarios, que ella misma, con sus propias manos se la entregaría.

Volvió el escudero, apenado por su señora, a trasladar el mensaje al Capitán Diego de Osorio, comunicándole a éste lo que de Doña Beatriz escuchó. Duras burlas levantó el mensaje de su esposa en la concurrida sala.

Avergonzado y furioso de que Beatriz no cumpliera la petición que él le hizo, acostumbrado hasta entonces a una impecable sumisión de sus esposa, se dirigió hacia el punto establecido por Doña Beatriz para encontrarse, la plaza del Pósito. Allí la vio al instante, al pié de la cruz que se alza en medio del lugar, se acercó, extendió ella su mano y le entregó la alhaja, disimulando su llanto, como quién entrega su más valioso tesoro.

Él le arrebató la joya con un insolente tirón, y una vez la tuvo en su poder, visiblemente enfurecido, clavó en Doña Beatriz una daga que acabó de inmediato con la sufrida vida de la dama. Pronto corrió la noticia y toda la ciudad se enteró de la tragedia. Fue entonces cuando el novio, Don Lope de Haro, despechado lo retó y lo mató durante una lucha que tuvo lugar en la famosa Plaza del Pósito de Jaén.

Con visible dolor por todo lo ocurrido. Lope de Haro pronunció las palabras "Pater Noster", en el momento en que con su mano apagó la vida del Capitán Osorio. Cuenta la leyenda, que desde entonces, el afligido fantasma de Don Lope de Haro, todos los aniversarios de este trágico día, vuelve hasta la cruz del Pósito a rezar un Padre Nuestro".

La versión actual es que el joven, arrepentido de haber acabado con la vida de otro hombre, decidió tomar los hábitos de San Francisco como fraile en el convento que en aquellos tiempos existía el actual Palacio de la Diputación Provincial de Jaén. La leyenda cuenta que algunas noches de frío ven en la Plaza del Pósito vagar a un fantasma negro que se para ante la cruz y reza arrepentido por haber matado a otra persona.

viernes, 5 de enero de 2018

De leyenda: El Señor de la Tarima

La leyenda se refiere a una tabla venerada en la iglesia de la Merced, troquelada en forma de cruz y con una pintura de un Cristo crucificado conocida como el Señor de las Injurias. Era una imagen tosca, oscura y sombría, que desapareció en el año 1936. Así fue recogido en la revista "Don Lope de Sosa", en un articulo firmado por D. Alfredo Cazabán
"Cuentase que en aquellos siglos primeros que siguieron a la conquista de la cuidad, -en una año que no se cita y en un periodo histórico que se ignora, - había en la calle Maestra baja, frente a la hoy calle de Bernardo López, un viejo torreón y bajo él, una casucha habitada por mala gente; sin oder decir si esta mala gente eran moriscos o judíos, de los muchos que en Jaén vivieron en paz y con tolerancia de los cristianos.
Vendían en aquella casa comestibles y había a la entrada del portal una ámplia tarima de madera, sobre la que todos pisaban al entrar allí; mas ocurrió que a un vecino de la calle escapósele una gallina, la cual, huyendo, fue a guarecerse bajo la tarima aquella. Pidió su dueño que fuera de allí sacada, y se negó a sacarla el que en la casa vivía  mas indignado el primero levantó la tarima y encontró, en la parte de ella que contra el suelo daba, la pintura del Crucificado que hoy en la Merced se venera.
A voces que dio el que tuvo tan feliz hallazgo, acudieron muchos vecino y el Prior del San Lorenzo, que llevó la tabla a su parroquia, reconociendo, entonces , huellas de haber estado también pitada la tabla por la parte que era pisada al entrar en la tienda. Recortaron la dicha tabla lo que correspondía a la Cruz y no falta quien asegura (y esto es cosas bien discutible, dentro de la propia tradición que relatamos) que aquel suceso viene la costumbre en Jaén de colocar en muros de casa y en esquinas de calles, cruces de madera con la imagen del Señor en ellas pintadas.
Llamáronle muchos años El Señor de la Tarima, y fue grande la devoción que el pueblo le tuvo, más cuando desapareció la iglesia de San Lorenzo llevarónlo a la Merced, donde que aquella iglesia estuvo casi olvidada, después de la desaparición de los conventos, apenas se la dio culto, mas cuando allí llevaron a Nuestro Padre Jesús, el Crucifijo fue bien colocado y dispuesto y se celebraban fiestas religiosas en que el orador sagrado refería la tradición piadosa del encuentro de la tarima con la pintura del Señor, en aquella casa de mala gente de la calle Maestra baja.
El Señor de la Tarima tuvo en los pasados siglos la predilección del pueblo, y cuentan que hubo devotos que legaron memorias para el aceite de sus lámparas y fincas gravadas con censos para acrecentar su culto; actos de piedad que Dios pagaba con largueza, obrando continuamente milagros que servía para aumentar la devoción."