En
plena conquista musulmana, Jaén recobró la importancia de antaño gracias al
impulso urbanizador que llevó a cabo el emir Abd al-Rahman II culminando con el
traspaso de la capital de la Cora a la Madina de Yayyan, hasta ahora ocupado
por Madina Mantisa.
En
la ciudad se crea un nuevo sistema defensivo con la construcción de una
alcazaba en la vertiente norte del cerro de Santa Catalina, en concreto en el llanete
donde actualmente se encuentra los restos de muralla. Se dice que el terreno
ocupado por la alcazaba pudo tener la misma extensión que el del núcleo romano
republicano que allí existió.
Las
murallas descendían desde la cumbre para girar en dirección este a la altura
del Postigo de la Llana buscando la zona sureste de la ciudad. Quizá la alcazaba
pudo jugar un importante papel defensivo-residencial, sin embargo, a excepción
del espacio residencial, no se han encontrado restos de otras estructuras, por
lo que pudo tratarse de un amplio recinto prácticamente vacío.
Hay
quienes relacionan este punto geográfico con una alcazaba descrita por Ibn
Hayyan que a su vez estaba relacionada con una rebelión producida en el año 902
por el bereber Umar b. Mudimm al Hatruli, miembro de la milicia que servía al
gobernador de la Kura. Este se sublevó contra el emir Abd Allah, asesinando al gobernador
y encerrándose en la Alcazaba gracias a la guarnición que llevaba, un sector de
la población jiennense y al rebelde Ibn Hudayl. Este último lo abandonó a su
suerte por las presiones de Abu-l- Abbas b. Muhammad b. Abi Abda, siendo
reducido por las tropas del emir cordobés y conducido a la capital.
Durante
trescientos años, en concreto entre los siglos XI, XII y XIII, se produce un
proceso de transformación de la alcazaba importante debido a los numerosos
problemas políticos en al-Andalus y el acercamiento de las tropas cristianas
inmersos en su plan de reconquista. Por culpa de este último hecho, aumenta el
número de pobladores, lo que provoca una intensa reforma de murallas, forrando
los lienzos con material de argamasa, y se construyen nuevas viviendas en el
interior de la alcazaba, transformando el espacio en una zona residencial.
En
unas investigaciones realizadas en los años noventa del siglo pasado, se ha
podido demostrar la existencia de cimentaciones de un gran edificio tapial de
planta rectangular. Cerca de esta se localizaron diferentes estructuras de fortificación,
casi cuadrangulares, utilizado presumiblemente por musulmanes entre los siglos
VIII, IX y X. El edificio principal se encontraba anexa a la muralla, a la
altura de la puerta nueva.
Al
interior se accedía a través de una puerta que conectaba directamente con un
patio. Aun se puede observar los restos de un posible pórtico de pilares de
ladrillo que pudo ser utilizada como acceso al salón principal o a la sala de
recepción. La estructura estaba formada por cuatro naves laterales que servía
para proteger la pendiente del cerro.
Se
puede decir que la estructura de dicho edificio responde a un modelo de
vivienda islámica, o lo que es lo mismo, una residencia cerrada al exterior,
sin apenas vanos, rodeando el patio central de dependencias privadas, donde se desarrollaría
la vida familiar de sus habitantes. También se piensa que el edificio pudo
tener espacios administrativos, lo que supondría que la residencia era la del
gobernador de la ciudad.
Sobre
esos terrenos también se han encontrado restos de un edificio de época Emiral
construidas en tapial de tierra sobre basamento de mampostería, que pudieron
formar parte de un edificio eliminado en época califal para construir otro de
mayor tamaño y envergadura. Quizá esta última residencia pudo ser la del
gobernador en época de Abd al-Rhaman II.
Entre
los siglos XII y XIII se transforma el entorno definitivamente, pasando de ser
un espacio palatino-militar a reorganizarse en su interior como vivienda
comunitaria, construyéndose varias viviendas en sus zonas colindantes.
Ya con la reconquista cristiana, la zona cayó en desuso, lo que provocó su lenta desaparición en los siguientes años.
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