Cuenta la leyenda que, en uno de los
muros de la fortaleza del Castillo de Santa Catalina, existía una cabeza de
toro esculpida en piedra acompañado de un letrero que decía: Enfrente del toro
está el tesoro. Desde entonces, muchas personas han subido al cerro con picos y
palas para escavar alrededor de la imagen, buscando sin éxito un tesoro que
nadie daba con él.
Una mañana llegó un cazatesoros un
tanto testarudo que se puso a cavar por el terreno como loco. Primero por la
parte de enfrente del toro, como decía la inscripción, y después por la derecha
y por la izquierda. No encontró nada. La frustración de este personaje provocó
que utilizara su pico para proyectarlo contra la frente de la imagen del animal.
De repente, escuchó un intenso
tintineo metálico. Al volver la mirada hacia la escultura, el joven vio con
asombro como salía de la imagen un gran chorro de monedas de oro que surgía del
agujero de la frente del toro. El tesoro no estaba en frente de la imagen, sino
en la misma frente del animal.
Las leyendas siempre eran utilizadas
con alguna finalidad. Quizá ésta informe de antiguos cultos en Jaén a la deidad
masculina simbolizada por el toro, el cual se sacrificaba para recibir los
dones de fertilidad o conocimiento de los dioses. No hay que olvidar que, en
época primitiva, en el barrio de la Magdalena, nacía el agua que provenía del
monte de Santa Catalina. En dicho distrito existían unos baños, conocidos como
los del toro, ya que se comentaba que esos aseos estaban presididos por una
gran escultura de este animal.
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