Villar de Cuevas es una pequeña aldea situada a unos 10 kilómetros de la
ciudad donde parte de sus instalaciones en la actualidad se encuentran en
ruinas y el resto de la pedanía se habita temporalmente gracias a los trabajos
agrícolas que se realizan durante la época estival de recogida de aceituna. En
este paraje podemos encontrar desde naves para albergar ganado vacuno hasta
estancias de almacenamiento para la actividad agrícola.
Quizá su nombre se deba a dos elementos que ya existían en el siglo XIV.
Concretamente hablamos de la cueva de don Yllán y de un villarejo que existía
cerca de dicha caverna. Existen documentos que comentan que en 1311 existía una
parroquia rural dependiente del Arciprestazgo de Jaén. Más tarde, en el siglo
XVI, existen pruebas que evidencia la creación de una iglesia bajo la
advocación a Santa María. Además, durante doscientos años, desde 1595 a 1792,
esta aldea se encontraba deshabitada.
A 1500 metros de la aldea pueden verse restos históricos de un olistolito
o emersión de roca sedimentaria que alberga distintos abrigos, cerca del arroyo
del judío. También, por la zona, se encuentra la Laguna de Prados del Moral.
Una charca amenazada en la actualidad por el reiterado intento de plantación de
olivar en su cubeta y por un pozo de agua demasiado salina como para emplearla
como agua de riego.
El entorno de esta alberca alberga una rica variedad de fauna, desde anfibios
como el sapo corredor, el sapillo moteado o la rana común pasando por diversas
aves acuáticas y limícolas como la cigüeñuela, el chorlitejo chico o la garza
real, entre otros.
Aun se pueden encontrar restos arqueológicos de época romana por la zona,
como antiguas teselas de vidrio o lucernas. Hay quienes comentan que en este
espacio los arqueólogos han llegado a descubrir hasta tumbas de época romana.
Al norte de la pedanía, este enclave romano, correspondientes a una gran villa
bajoimperial, empiezan a construirse en la época del Alto imperio, justo en el
momento en el que el espacio es convertido en aldea. Por desgracia, estos
terrenos constituyen un foco de atracción para los furtivos por la gran
cantidad de monedas que aparecen.
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