Este
barranco, hoy desaparecido, se extendía entre los perdidos puentes de Santa Ana
y la Alcantarilla. Era uno de los patrimonios paisajísticos de la capital del Santo
Reino. Un paisaje de huertos y jardines en terrazas o colgantes que le daba a
esta zona su propia seña de identidad.
Históricamente,
estos huertos eran propiedad de eclesiásticos y ricos hacendados de la época.
Bajo el arrabal conocido como de las Monjas, la calle Cañuelo de Jesús limitaba
con las tierras de don Juan Luis Olmedo, presbítero abogado de los Reales
Consejos como parte del vínculo que heredase de don Francisco de Quesada allá
por el año 1752.
No era
el único camino que por allí lindaba. Por el lado norte el barranco limitaba
con el llamado Camino del Cerezo, existente aún, y que bajaba por allí al
Puente del Cerezo sobre Recuchillo, junto al Zumbel. Además, existieron otros caminos
junto al puente de la Alcantarilla, donde desde el norte ascendía el camino de
la Fuente de la Peña, y desde el Molinillo Valparaíso abajo, ascendía barranco
arriba la Vereda de los Escuderos.
En esta zona
se creó un paseo en el siglo XVIII promovido por el ilustrísimo Dean Mazas,
pero el paisaje idílico de este no perduró mucho tiempo. Fueron principalmente
los combates que tuvieron lugar durante la Guerra de la Independencia los que
destrozaron gran parte de la estructura, lo mismo que otros combates en 1823
entre las tropas absolutistas y del general Riego, en la frustrada retirada de
este general liberal y sus tropas, pues días después Riego fue capturado y
llevado al patíbulo.
La naturaleza
también contribuyó a deteriorar su entorno con la gran riada del arroyo de El
Almendral el 27 de agosto de 1837. Pese a todo, el barranco se recuperó y de
nuevo volvió la tradicional imagen de hortelanos y paseantes junto al sendero
que en el paseo quedaba entre huertos y olivares.
Este paisaje
natural provocó que muchos pintores realizaran pinturas sobre la zona. Además,
el barranco de los escuderos fue fotografiado para las primeras tarjetas postales
que se hicieron sobre la ciudad. Tampoco los literarios pudieron escapar a su
embrujo y lo plasmaron en obras como el poemario Por la Senda de los Huertos,
obra de Federico de Mendizábal, o la novela titulada La Senda de los Huertos,
obra de Eufrasio Alcázar Anguita.
Alrededor
del barranco se han localizado restos romanos, musulmanes e incluso se dice la
tradición que allí existió un oratorio mozárabe. Junto a este también se
encontraba situado el antiguo Acueducto del Carmen, de origen romano.
Con el
tiempo, el barranco se convirtió en un basurero. En los años sesenta del siglo
pasado, la expansión del casco urbano aconsejó el encauzamiento y embovedado
del barranco, por entonces prácticamente seco, debido a la edificación de los
barrios de San Felipe, el Tomillo y el Almendral, que acabaron con las fuentes
de agua que alimentaban el arroyo. Hoy en día, la ronda Sur cubre el puente de
la Alcantarilla y la Calle Senda de los Huertos el barranco. Como último dato,
todavía en la Plaza Donantes de Sangre se pueden observar un antiguo muro de
piedra de los que guardaban las antiguas huertas y patios traseros de las
desaparecidas casonas.
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