La
barriada de San Pedro fue una de las zonas de la ciudad que más notoriedad
obtuvo a lo largo de su historia hasta los primeros años del siglo XX, gracias
a la unión de otros espacios anexos a su collación, pasando de tener diecisiete
calles bajo su jurisdicción a cuarenta y siete.
El
símbolo del barrio fue durante muchos años la parroquia de San Pedro, un
espacio delimitado por el Convento de Santa Clara y el Arroyo de San Pedro. Su
diseño, de estilo sencillo y sobrio, de piedra labrada, corrió a cargo de
Francisco del Castillo El Mozo y se mantuvo en pie hasta el año 1967, época en
la que se cumplieron más de medio siglo de abandono, ya que el templo fue
anexionado a la Iglesia de San Juan por los daños que existían en la estructura
del templo.
Su
patrimonio artístico fue recogido de otros templos religiosos como el de Santa
Cruz y San Miguel, o de los Conventos de La Coronada y Santo Domingo. También
fue sede de numerosas cofradías, entre ellas la de San Pedro, la del Santísimo
Sacramento, la de Ánimas Benditas, la del Santo Cristo de las Penas, la de la
Virgen del Carmen y la de Nuestra Señora del Socorro, ésta última procedente de
la extinta parroquia de San Miguel.
Junto
al templo comenzaba la calle del Ataúd, actualmente como calle Bailén, porque
allí se guardaba la parihuela y el ataúd utilizado para los entierros de
feligreses humildes. Si se quería llegar al centro de la ciudad se atravesaba
la calle de San Bartolomé, lugar donde se encontraba el Campillejo del Vinagre.
Aún se mantiene allí una hornacina dedicada al Santo Cristo de la Amargura.
Por
esta calle se llegaba al antiguo Barranco de la Coronada, conocido previamente
como Barranco de San Pedro. Un hecho trágico manchó de sangre un solar
colindante en 1957. Los fuertes vientos que azotan habitualmente a la capital
del Santo Reino hicieron que saliera expulsada por el cielo la pantalla del
Cine Rosales, provocando la muerte de cuatro personas que residían en la
primera vivienda de la calle.
La
entrada principal del barrio se realizaba por el Arco de San Agustín, también
conocido como Portillo del Arroyo de San Pedro, un monumento destruido en 1860.
El inmueble defensivo desembocaba en el Campillejo de San Agustín o Plaza de
las Moreras, hoy en día desaparecido porque allí se edificó parte de la actual
calle del Doctor Eduardo Arroyo.
La
calle de los Caños, o del Caño, debe su nombre a un pilar público frente a las
antiguas Carnicerías, bajo la traza de Francisco del Castillo en 1959 y
reformada en 1648. En ella hubo un nicho en forma de concha donde aparecía una
imagen de la Virgen, flanqueado por dos leones. De los leones se conoce que en
la actualidad se encuentran en la Casería de San José, luego del Portón de los
leones.
En
el edificio de Las Carnicerías, del siglo XVIII, se puede leer lo siguiente: Se acabó esta obra siendo
Corregidor Don Vicente Caballero Illanes Henríquez de Guzmán del Orden de
Santiago, Señor de la Isla y Coto de la Grana, Justicia Mayor e Intendente
General de Guerra, Hacienda y Justicia y Policía de esta ciudad de Jaén y su
partido por su Magestad Católica, siendo comisarios de la Junta de Propios y
Arbitrios D. Pedro Esteban del Río, Don Agustín Marín de Viedma, Veinticuatros
de esta ciudad a 3 de abril de 1763”.
En
este espacio, aparte de la función que cumplía primitivamente, posteriormente
se habilitó también para abrir allí un Grupo Escolar y, en la actualidad, se
encuentra abandonado a su suerte. Se dice que bajo el inmueble se encuentran
los restos de unos baños árabes conocidos como Baños del Naranjo. Cercano a
este también existió un edificio porticado donde se abrió una pescadería y un
horno, del que se dice se hizo famoso el mítico Hornero de los Caños.
También
es cierto que la calle de Los Caños la podríamos dividir claramente en dos
partes. En la primera se concentraba grandes casas solariegas de la época,
mientras que la segunda estaría formada por una especie de plaza que sirvió
para instalar un pequeño mercado de frutas y verduras a principios del siglo
XX. En su tramo final existió una mezquita, de cuyo alminar han quedado algún
que otro resto arqueológico.
El
Real Monasterio de Santa Clara, en la calle dedicada a la santa, es una
fundación religiosa creada por Fernando III en el siglo XIII que estuvo primitivamente
en la zona sur de la ciudad. Buscando mayor seguridad, con el apoyo de Juan de
Narváez, las franciscanas se trasladaron a su sede actual en 1495. En el
interior se expone en veneración la imagen del Cristo de las Misericordias,
Cristo del Bambú o Cristo de los Estudiantes, una talla anónima de comienzos
del siglo XVI.
La
calle de las Higueras siempre ha sido una calle solitaria protegida por tapias
de huertos y corralones en los que siempre existieron las higueras, de donde
vino su nombre. Como el barrio siempre estuvo repleto de tahonas, varias de sus
calles están dedicadas a estas. La calle del Horno de la Santa Cruz servía de
conexión entre los barrios de San Pedro y Santa Cruz. La calle del Horno de los
Caños, renombrado como Horno de la Bovedilla, es también conocida como Caño de
San Agustín y de Gracia.
La calle de Ludeña, posteriormente de Josefa Sevillano, y la calle de las Palmas, eran las calles limítrofes con el barrio de San Bartolomé. La calle del Remojadero del Pescado, sin embargo, demuestra la existencia de una lonja municipal donde se traficaba con pescado, bien fuera fresco o en salazón.
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