En la Plaza de San Francisco, esquina con la calle Campanas, se encontraba el edificio de Las Carnicerías. Esta fábrica pública estaba ligada desde época medieval al municipio por el tráfico y comercialización de productos que en el interior se realizaban. Las administraciones públicas se encargaban de su control higiénico sanitario e intervención fiscal y regulaba las ordenanzas sobre la venta y distribución de carnes.
Para
facilitar la intervención municipal se hizo necesario dotar a la ciudad de un
edificio público destinado a esos fines. Ya en el siglo XV don Miguel Lucas de
Iranzo ordenó la construcción de unas carnicerías a la salida de la Puerta de
Santa María sobre otro edificio más antiguo que allí existió. Más tarde este
mismo enclave fue a parar a manos del Cabildo Catedral, que lo vendió al
Ayuntamiento en junio de 1545. Fue entonces cuando el Cabildo Municipal decidió
mejorarlas encargando a Francisco del Castillo la construcción de un nuevo
inmueble.
El
edificio gozaba de cierta monumentalidad que evidenciaba el poder municipal y cumplía
con la funcionalidad de venta pública de carnes. Este estaba organizado en
torno a un patio cuadrangular que daba origen a cuatro naves cubiertas en sus
costados, donde se situaban los tajones de la carne. Cada una se abría al patio
a través de tres arcos apoyados en columnas alzadas sobre basamentos
prismáticos, columnas que decoraban sus capiteles con relieves de las cabezas
de animales cuyas carnes se comerciaban en el edificio.
Las
naves y el patio estaban empedradas y disponían de canadillos y sumideros que
facilitaban la diaria limpieza. La entrada se hacía por una portada monumental.
Años más tarde, en el extremo cercano a la calle de los Álamos, se le adosó al
edificio otro local dedicado al tráfico de granos. En la segunda mitad del
siglo XVIII, se hicieron algunas mejoras a las Carnicerías. En ella se levantó
ante su fachada un sobrio soportal con halconcillos flanqueados por escudos de
la ciudad y del Rey.
En el siglo XIX se arrendó la galería superior para abrir allí el Café de Navarro. Bajo los soportales, las habitaciones anexas fueron casa de socorro, cuartelillo para el retén de bomberos, gabinete de desinfección… hasta que en 1928 las Carnicerías se demolieron. Parte del solar sirvió para ampliar la plaza, y sobre el resto se levantó el antiguo edificio de Correos y Telégrafos.
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