Cuenta
la leyenda que en el año 1950 un niño se subió a una escultura de la Catedral
de Jaén para ver salir a Nuestro Padre Jesús. Éste resbaló y cayó al suelo, muriendo
en el acto. Años más tarde, un hombre decidió quedarse a dormir en el templo
mayor para poder contemplar el amanecer de El Abuelo sin que nadie le
molestase. Mientras dormía, de repente, se cruzó en sus sueños la imagen de un
niño.
Esta
persona despierta sobresaltado y mira a su alrededor. Comprueba que no hay
nada. El motivo de su miedo es que su sueño parecía muy real. A continuación,
el hombre escucha un llanto que parece venir del coro. Éste hombre tose y el
llanto cesa. Espera un poco, coge una vela y se acerca al coro. Allí vuelve a
descubrir que no había nadie.
Se
sienta en un banco, apaga la vela y espera a que aparezca alguien. De nuevo,
volvió a escuchar ese llanto intensamente. Lo escucha muy lejos y a la vez muy
cerca. Cesa el llanto y nota una ráfaga de aire frio por la espalda. El hombre
decide no moverse. Ese aire frio lo nota por todo el cuerpo. Se gira y descubre
el áurea blanca de un niño dirigiéndose hacia la Sacristía. Al acercarse el
fantasma a la puerta desaparece.
Amaneciendo,
el hombre se quedó bloqueado. No podía quitarse la imagen de ese niño de la
cabeza. Las puertas de la Catedral se abren y el hombre va en busca del capellán.
Este le comenta que no es la primera vez que escucha ese tipo de historias y
que son habladurías.
Muchas
personas comentan que han visto a un niño de temprana edad corriendo por las
naves catedralicias, con pantalones cortos, tirantes y en cualquier época del
año. El sacristán de la Catedral también comentó que, en alguna ocasión, al
cerrar el templo, ha podido ver la imagen de un niño correr y perderlo de
vista.
Otros aseguran que lo han visto correr, en Semana Santa, hacia el trono de la Virgen de las Angustias y que, cuando han levantado sus faldones, no han encontrado nada.
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