En
1576, en la acera izquierda de la calle Muñoz Garnica, se abría el Convento de
la Concepción de las M. M. Dominicas. Previamente, a influjos del obispo Diego
de los Cobos, en 1562 se había fundado en nuestra ciudad un convento de religiosas
dominicas bajo advocación de la Concepción de Nuestra Señora frente al convento
dominico de Santa Catalina Mártir. Debido a la fuerte competencia con este último,
las monjas se vieron obligadas a mudarse a unas casas principales que don Pedro
Berrio tenía en la calle Ancha del Arrabal, en prolongación con la parte
trasera a la calle de Hurtado, donde se estableció definitivamente.
Su
iglesia, de una sola nave, era sencilla y cubierta con artesonado de madera que
se prolongaba sobre el coro alto. En el siglo XVIII, gracias a la Condesa de Humanes,
se le hicieron una serie de reformas al templo dotándolo de una portada de
piedra con arco de medio punto coronado por una hornacina con la imagen de la
Inmaculada.
La
clausura era amplia y disponía de un bello patio porticado, en cuyo centro
había una fuente de piedra centrada por un pedestal decorado por cuatro
mascarones y un león de bronce que arrojaba el agua por la boca. Las hermanas dominicas
tenían una entrada independiente hacia la iglesia y por su construcción
recordaba ser la noble morada de la familia Berrio.
A
finales del siglo XIX y a impulsos de los Marqueses de Villalta se abrió en el
costado de la iglesia una capilla a imitación de la gruta de Lourdes, donde en
torno a 1914 se fundó una devota congregación.
En 1965 el convento no se encontraba en una situación económica óptima y se planeó venderlo para abrir una nueva casa más tranquila y recatada. Rápidamente se demolió y se dispensaron sus restos. En parte del solar se decidió levantar una nueva iglesia para acoger la venerada imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, El Abuelo, pero todo quedó en proyecto y pasó a ser un garaje más.
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