La
segunda fábrica religiosa más importante de nuestra ciudad fue erigida, como
por todos es sabido, a mediados del siglo XIII, precisamente cuando Fernando
III El Santo, monarca cristiano, toma posesión de la ciudad al ser entregada
por el Rey Alhamar, creador de la dinastía árabe nazarí, para que este último
conquistara Granada con la ayuda de las tropas de Fernando III.
El
diseño de la iglesia relata el estilo catedralicio con el que se dibujó la
misma, aun habiéndose suprimido el coro y la verja que cerraba el presbiterio
por su parte delantera. El conjunto de la parroquia lo forma su portada
plateresca, su fachada neoclásica y sus retablos barrocos y de estilo rococó,
la mayoría de ellos en perfectas condiciones.
Andrés
de Vandelvira, ilustrísimo arquitecto renacentista, dejó escrito en su
testamento que quería ser enterrado en la capilla de Nuestra Señora, sita en el
interior de la basílica, y que fuese amortajado con la túnica de la cofradía de
la Santa Vera Cruz que radicaba en aquellos años en el desaparecido Convento de
San Francisco, al pertenecer éste a dicha hermandad. La capilla de Nuestra
Señora es actualmente los altares dedicados a San Benito y a la Virgen del
Perpetuo Socorro, sin que se haya podido demostrar aun si el cuerpo del
arquitecto está enterrado o no en ese punto de la parroquia.
La
principal transformación que sufre la fábrica data de finales del siglo XVI,
más concretamente entre 1594 y 1600, cuando se construye la capilla actual de
la Patrona de la ciudad, la Virgen de la Capilla, fuera del cuerpo de la
iglesia, conectada con la misma a través de un arco donde se colocó la reja de
hierro que hoy se conserva.
El
retablo dorado del camarín de la Virgen de la Capilla es de estilo barroco. A
cada lado tiene dobles columnas salomónicas enredadas por sarmientos de vid con
pámparas y racimos de uva. En el banco donde se encuentra su sagrario se
encuentra representado el descenso de Nuestra Señora en la noche del 10 al 11
de junio de 1430. En la cabecera hay otro relieve dedicado a la Visitación de
Nuestra Señora a su prima Isabel. La obra fue realizada por el entallador
Cristóbal Téllez.
La
torre de la basílica, sin embargo, consta de tres cuerpos separados por cornisas
o chapitel de piedra. El cuerpo bajo, de planta cuadrada, fue mandada construir
entre los años 1580 y 1595. El segundo cuerpo, también cuadrángular, se había
terminado en el año 1600. En la primera parte de la torre se encuentra
entallado el escudo de armas del obispo Francisco Sarmiento de Mendoza,
mientras que en la parte central de la misma, perteneciente al segundo cuerpo,
se entalló el escudo de armas del obispo Bernardo de Rojas y Sandoval.
El
tercer cuerpo de la torre, y último, es octogonal, puesto que allí fueron a
parar las campanas y los escudos de armas del obispo don Sancho de Dávila y
Toledo. Su construcción apenas duró dos años, entre 1608 y 1610. En los
chaflanes del cuerpo octogonal de las campanas se colocaron cuatro pirámides
con sus capiteles y remates que aún se mantienen.
La
planta de la basílica es idéntica al actual. Por aquella época aún no se había construido
el coro bajo, sino que más bien se colocó en ese punto una forma de tribuna
sobre la conocida Puerta de los Novios y frente al presbiterio. La diferencia
entre el presbiterio actual y el de hace cuatrocientos años se define en que
éste último era bastante más pobre que el actual y que se encontraba cerrado
por detrás con un retablo grande dedicado a San Ildefonso, sobre el que se
echaba un velo de lienzo azul para protegerlo.
A
espaldas del altar mayor, donde en la actualidad se encuentra el retablo del
Descenso, se veneraba la imagen de Nuestra Señora de la Paz. Por desgracia, los
republicanos la destruyeron en 1936 como otras tantas imágenes. Entre los
retablos se encontraban los dedicados al Santo Cristo de la Columna, San
Bernabé, la Asunción de Nuestra Señora y Santa Ana. Hubo también una capilla
dedicada a Jesús Nazareno con su sagrario correspondiente. Al mismo tiempo se
veneraban en el templo las imágenes del Santo Cristo del Valle, Santa Quiteria,
el Cristo del Lagar, San Cristóbal y las Ánimas del Purgatorio, ésta última con
altar propio.
Durante
la primera mitad del siglo XVIII la basílica se enriqueció con diversas alhajas
y mejoras como la sustitución del frontal de plata de Nuestra Señora de la
Capilla, la construcción de la nueva sacristía o la reforma del coro bajo con
su sillería tallada, entre otros leves cambios.
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