El 18 de febrero de 1937 el poeta Miguel Hernández redacta la siguiente carta a su entonces prometida Josefina Manresa en la que le comenta lo siguiente:
“Te
voy a dar una noticia que no sé si te agradará o no te agradará. A lo mejor ya
no puedo recibir carta tuya aquí, en Madrid. Un día de estos salgo para
Andalucía. No te puedo dar muchos detalles sobre mi viaje porque conviene que
no se haga público”.
Por
aquella época el escritor, tras su estancia en Madrid, pasó a formar parte del
Altavoz del Frente (órgano encargado de la propaganda de la República) bajo la
supervisión de Vittorio Vidali, más conocido como Comandante Carlos Contreras.
A
nuestra ciudad llegó un 3 de marzo de dicho año para formar parte del Frente
Sur, organismo de intelectuales encargados de la propaganda republicana en
campo enemigo. Desde aquí escribe los poemas Aceituneros, El sudor, Campesino
de España o Jornaleros, obras que luego formarían parte de la colección Viento
del pueblo, considerada como una de sus creaciones más paradigmáticas. Desde el
primer día su mayor obsesión fue relatar la lucha y la vida del campesino
español, como así hizo.
Desde
Jaén volvió de nuevo a escribir a su futura mujer:
“Mi
queridísima Josefina. Espérame. Voy dentro de cuatro días. Prepárate para
nuestro casamiento. Vas a venir a Jaén conmigo. Tengo una alegría muy grande,
nena. No se te hará antiguo el vestido…”
El
9 de marzo Josefina y Miguel Hernández se casan en Orihuela para, dos días más
tarde, viajar a Jaén y mudarse a la residencia que el Altavoz del Frente tenía
en la calle Llana. En esta vivienda comparte estancia con el también poeta José
Herrera Petere y su mujer Carmen Soler. El rincón favorito del matrimonio era
el entorno de Jabalcuz, donde Josefina comenzaba a escribir a máquina para
deleite de su esposo.
El
21 de marzo nació la publicación Frente Sur, de dos tiradas a la semana, en la
que el poeta le dedicaba gran parte de su tiempo escribiendo hasta quince
colaboraciones de amplia temática. Mientras tanto, escribe otras obras tales
como El refugiado, La cola, El hombrecito y Los sentados, estas formando parte
del volumen Teatro de la Guerra. En Jaén Miguel Hernández también escribe la obra
dramática Pastor de la muerte, premiada en 1938 con un Áccesit en el Concurso
Nacional de Literatura.
Un
mes después, el 19 de abril, muere la madre de Josefina Manresa, cuyo entierro
fue costeado por el poeta. Hasta Cox, municipio alicantino, viaja el
matrimonio, donde sus caminos se separan, al menos geográficamente hablando, ya
que Miguel Hernández regresa de nuevo a Jaén acompañado de su cuñado, mientras que
Josefina se queda en su tierra natal. De hecho, esta decisión provoca que el
poeta recibiera la noticia de que iba a ser padre por primera vez vía carta
postal.
Durante
su estancia en la capital del Santo Reino, Miguel Hernández viaja a los
municipios de Porcuna y Lopera para ofrecer consuelo emocional a los
combatientes. Tras un pequeño viaje a Andújar, donde relata el conflicto bélico
en el Cerro del Cabezo, abandona una Jaén Capital que nunca volvió a pisar un 7
de mayo de 1937 rumbo a Extremadura.
Uno
de sus poemas más populares se titula Aceituneros, que dice así:
Andaluces
de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
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