viernes, 21 de mayo de 2021

El friso gótico de la Catedral de Jaén

En el testero de la fachada este de la Catedral de Jaén se conserva un friso gótico flamígero en el que se pueden apreciar multitud de figuras fantásticas y elementos ornamentales realizados a principios del siglo XVI. Se trata de uno de los pocos restos que se conservan de la antigua Iglesia Mayor situada en la pequeña vía conocida popularmente como Callejón de La Mona.

Se trata de una alegoría de la resurrección y de la eterna dualidad del Bien y del Mal y de una galvanización de La Ciudad de Dios de San Agustín. En el paño central de este muro gótico existió una puerta de arco apuntado tapiada con posterioridad. Esta permitía el acceso a la capilla del obispo Alonso Suárez. Con esta modificación se destruyó un pequeño tramo de la moldura y, de este modo, se interrumpió su mensaje iconográfico.

El friso ha de leerse de derecha a izquierda. El modillón recorre la moldura en su totalidad, lo que provoca que todo el discurso se aposente sobre él. Éste está compuesto por gavillas de trigo, que están tachonadas de granadas. De ella, surgen hojas de cardo y de acanto, que simbolizan el triunfo, la victoria de los elegidos. Éstas se encuentran atadas por una correa que da sucesivas vueltas a lo largo del modillón, expresando protección por medio de las virtudes morales.

El bufón, que se encuentra en cuclillas con las manos reposando en las espinillas, tiene una apretada sonrisa y una mirada hierática, así como un turbante. Respecto a la gárgola, en la Edad Media era símbolo de fuerzas del submundo demoníaco y draconífero. A partir de aquí hay una pentalogía de animales alados en la moldura. El primer animal, descabezado por la erosión, tiene un cuerpo de mechones de pelo al estilo de los leones. El segundo animal tiene las alas plegadas. Del pico abierto le sale una lengua, posee cresta y su mirada es atemorizada.

Tras la gárgola aparece un hombre tocado con casco que simboliza al guerrero derrotado y capturado por el animal del submundo demoníaco. El tercer animal, decapitado, tiene el cuerpo lleno de plumas. A su lado aparece un olivo, lo que hace pensar que este ser vivo pudiera ser un pelícano. El cuarto y el quinto animal se ha convertido, por desgracia, en auténticas ménsulas.

Continuando con la descripción existe una piña asociada a un falo, dando simbolismo a la renovación de la vida. Después nos encontraríamos con un dragón, símbolo del adversario divino que trata de impedir desde el principio de los tiempos la obra redentora de Jesucristo. El que la piña apareciera justo antes de la bestia draconífera quiere decir que representa el eterno combate entre el Bien y el Mal que se reproduce una y otra vez en los sucesivos estadios de la vida.

A la izquierda del dragón aparece La cara lunar, realizada en relieve, de trazas esféricas y de rasgos esquemáticos. Se trata de dos agujeros a modo de ojos, el orificio de la nariz y una gran boca abierta mostrando en su interior dientes o algún alimento. De este modo se representa el antagonismo entre la luz del cielo y el dragón terrestre.

Encima del modillón aparece una moldurilla mixta y una serie de arcos apuntados de cuyos vértices salen unos capiteles que sustentan los diferentes florones del conjunto arquitectónico. En el centro de cada remate de los arcos aparecen pequeñas hornacinas, de las que sólo bajo la cara lunar aparece la figura de un escorpión.

El olivo situado junto al pelícano, anteriormente citado, se encuentra anterior a La bellota, símbolo de fortaleza y de duración. El racimo de uvas se utiliza para representar la alegoría de Cristo, al proceder de ésta el vino. En uno de los capiteles que sostienen los florones se pueden apreciar una sucesión de tres nudos, en una clara conexión del infinito con la Santísima Trinidad. A continuación hay dos figuras humanas mirándose mutuamente, conocidos como Gemelos, que simbolizan la dualidad, el Bien y el Mal, el nacer y el morir.

Seguido de los gemelos se encuentra una pareja de leones de sexo opuesto, la leona con la cabeza hacia arriba y el león, con abundante melena, la mantiene boca abajo, conformando una idea circular, de rotación. Éstos están atados a una columna, manteniéndose el león macho con los ojos vendados. La siguiente figura, muy erosionada, es un bajorrelieve de una testa varonil con tupida barba.

Pasada la puerta cegada se pueden ver dos guirnaldas de laurel donde reposan dos figuras zoomorfas. Éstas últimas expresan la idea de sacrificio a la divinidad. De la guirnalda izquierda sobresale una serpiente mordiendo la cola a otra, formando el número ocho. Justamente debajo de la sierpe se puede hallar una concha, símbolo del bautismo.

A continuación se encuentran dos leones bocabajo, los dos machos, siendo el de la izquierda el que continúa teniendo los ojos vendados. De este modo se quiere lanzar el mensaje de que para salvar el alma hay que negarse a sí mismo, dando la espalda al mal. Los siguientes elementos decorativos son dos cerdos y dos corderos, ambos bocabajo, un olivo, otros dos cerdos, dos nuevas guirnaldas con las figuras zoomorfas posadas en ellas, una cabeza hindú, una pareja de cerdos con el hocico hacia abajo, una cabeza de mono, nuevamente dos cerdos bocabajo, una cabeza de lobo y, por último, una cabeza de cerdo.

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