viernes, 12 de febrero de 2021

La guerra contra los moriscos: El papel que jugó la capital del Santo Reino

 

Tras la conquista de Granada, los moriscos se rebelaron contra el reino cristiano por la capacidad de fusionarse la raza mora con los españoles aunque los Reyes Católicos permitiera a éstos un estado de privilegio insultante para los conquistadores. Ya Carlos I tuvo que dar en 1526 una pragmática contra los moriscos aunque nunca se llegara a ejecutar.

Los españoles temían a los moriscos porque estos se mensajeaban con los turcos y con los gobernantes de Berbería para provocar una nueva guerra en la península ibérica como vía para reconquistar lo que ellos pensaban que era su patria.

En 1560, los moros vieron cómo se les impedía tener esclavos negros y también se les restringió el derecho de asilo con iglesias y señorío. Felipe II, rey de España, ordena que en plazo de tres años deberían aprender y hablar castellano tanto en público como en privado, sus vestimentas deberían ser al estilo de los cristianos, no podían usar nombres árabes, se les prohibió el uso de baños artificiales y no podían tampoco realizar otras costumbres diferentes a las de la iglesia católica. La ira de los moriscos fue irreproducible.

Al no ser escuchados, los moros iniciaron ciertos levantamientos que no prosperaron porque las autoridades españolas estaban bien enteradas de todos sus movimientos. En 1568, sin embargo, comenzó la guerra. La capital del Santo Reino vivió pendiente, desde el inicio de la misma hasta 1571, de lo que ocurría en la ciudad de la Alhambra. Hasta cuatro compañías de combatientes viajaron a Granada para luchar contra los moros, todos estos costeados por nobles influyentes de la corte española.

Si bien en Jaén no existió lucha alguna, si es cierto que desde la misma se controlaba todo lo que estuviera relacionado con la guerra y también sirvió como destino definitivo de aquellos moriscos que deportaron de la ciudad nazarí para mantenerlos bajo vigilancia y así impedir nuevas revueltas.

En 1609, como represalia a los levantamientos, Felipe III decretó la expulsión definitiva de los moriscos españoles, siendo las consecuencias leves para la población jiennense al quedar apenas por aquella época muy pocos moriscos en la capital del Santo Reino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.