Durante la reconquista
cristiana, en tiempos donde la península ibérica era recuperada poco a poco por
parte de la Corona de Castilla, existió un grupo de personas procedente del
tráfico de esclavos de África que habitaba entre la población cristiana bajo la
tiranía de sus supuestos “amos”.
Supuestamente, estas
personas eran comúnmente bien tratados y queridos hasta tal punto que contaban
con permiso de reunión para celebrar sus bailes y aficiones y también contaba
con la protección del arzobispo de Sevilla de la época, que impulsó además la
creación de una cofradía de penitencia en Viernes Santo en la ciudad
hispalense. Esta hermandad, conocida popularmente como “de negros”, se formó
bajo el título de “Santísimo Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los
Ángeles”.
A partir de entonces, a
lo largo del territorio andaluz fueron creadas diversas cofradías semejantes a
esta última, en concreto tres hermandades en la provincia de Jaén. Una en
Úbeda, otra en Baeza, y una última en la capital del Santo Reino, de la que a
continuación nos vamos a ocupar, bajo el título de Nuestra Señora de los Reyes
y San Benedicto de Palermo.
La cofradía de Nuestra
Señora de los Reyes, como en un principio se dio a conocer, fue fundada en el
año 1600 por el ilustre personaje de nuestra tierra Juan Cobo, más conocido
como “color moreno”. En ese mismo año, la hermandad comenzó a celebrar sus
primeras fiestas litúrgicas en la iglesia de San Juan ante la imagen de una
virgen donada por una feligresa. Un año más tarde, la cofradía tuvo que buscar
cobijo en la iglesia de San Bartolomé ante la falta de espacio en la iglesia de
San Juan, mudándose de nuevo en 1602 a su sede canónica definitiva, la actual
Basílica Menor de San Ildefonso.
Manteniéndose económicamente
tan solo de las limosnas de sus seguidores y de la ilustre ayuda de don Juan
Cobo, en 1612 comenzó su decadencia al desplazarse este último a vivir a la
ciudad vecina de Granada, avocando a la cofradía a su disolución. En 1627 don
Cristóbal de Porras, que había fundado otras cofradías de negros en diversos
conventos franciscanos dentro de la región andaluza, quiso restaurar la cofradía
de nuevo, pero contó con la oposición de Juan Cobo, que regresó de Granada y
pidió recuperar su antiguo puesto de Prior dentro de la Cofradía.
Por este motivo, la
autoridad eclesiástica competente tomó las riendas de la hermandad y decidió
que Cristóbal de Porras asumiera el control de la misma, que aprovechó
inmediatamente para convocar un cabildo general y acusar a don Juan Cobo de
haber dejado perder la cofradía sin rendir cuentas y ensalzó haber conseguido
fundar hermandades semejantes en las vecinas ciudades de Úbeda y Baeza.
Desde entonces, la
cofradía de Nuestra Señora de los Reyes y San Benedicto de Palermo continuó
celebrando sus fiestas hasta su desaparición años más tarde, cuando la
afluencia de personas de color a la península era escasa, coincidiendo también
con la caída del imperio español.
Unas fiestas que se
celebraban varias veces al año, a saber. Una el seis de enero, otra el día del
Corpus Christi, y una última los miércoles y jueves santo. En ellas, había
procesión y danzas, además de diversos sermones pronunciados por los obispos de
la ciudad a lo largo de su corta historia. Incluso la parte musical de la
fiesta era muy cuidada, para lo cual solían contratar a los cantores de San
Andrés y a dos músicos de guitarra o vihuela.
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