viernes, 11 de octubre de 2019

De leyenda: La pata de jamón de la Taberna El Gorrión


En 1973 el cronista santistebeño don Francisco Olivares Barragán escribió el siguiente texto:
¿Qué es eso petrificado, en esta cueva escondido, además de acartonado, viejo, rancio y consumido? ¿Es una momia recién sacada de un viejo arcón? ¿Es quizás Matusalén? ¿Qué es este caparazón? ¿Será un fósil del Mioceno cubierto de telarañas? ¿Será un caduco agareno primo de Mari-Castaña? Todo esto me preguntaba haciendo suposiciones cuando en la bodega estaba con el par de “Gorriones”. ¡Basta ya de preguntar! fue y me dijo un “Gorrión”. Lo que cuelga del ramal es simplemente... un jamón. Y el otro hermano ha explicado ante el jamón viejo y pocho: Aquí continúa colgado desde el año dieciocho.
De este modo, el cronista describió a la perfección a la famosa momia que habita aún en la céntrica taberna “El Gorrión” de la capital del Santo Reino, convirtiendo el lugar en el verdadero “Museo del Jamón” de la ciudad.
Pues bien, sobre dicha pata de jamón se dice que existen dos leyendas sobre el origen del mismo, a saber: Una primera narra que don José María López Cruz, primer “gorrión” de la dinastía, se enteró del final de la I Guerra Mundial y, para celebrarlo, decidió perdonar el jamón y librarlo de ser consumido.
La segunda leyenda, que es la más creíble por parte de los clientes del establecimiento, narra la historia de dos extranjeros que visitaron la ciudad, en concreto una mujer que encandiló a don José María. Estas personas buscaban discreción y el tabernero los llevó a los bajos del inmueble donde, después de un buen rato, la mujer se quejó de una mancha en su camisa por culpa de una pata de cerdo colgada del techo. El propietario ofreció su vivienda particular para subir y limpiar la mancha. La mujer le pidió que fuera él mismo quien cepillara la prenda y, en medio del trance, aprovechó para besarle. Desde entonces, el tabernero agradeció lo acontecido conservando esa pata de jamón.
De todos modos, esta pata de jamón, que data del año 1918, no fue sacada de su escondite hasta bien llegado el siglo XXI, cuando un miércoles santo, con el bar lleno, llegó un cliente y pidió ver el jamón, pero al no poder acceder a él este se enfadó y desde entonces se encuentra en exposición sobre la barra y protegida con una vitrina con el fin de evitar caricias y pellizcos.

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