viernes, 8 de febrero de 2019

Oppidum Íbero de Puente Tablas


La Plaza de Armas de Puente Tablas es uno de los sitios arqueológicos de la Alta Andalucía mejor conocidos en la literatura científica europea, no sólo en lo que se refiere a la arqueología ibérica sino en términos generales. A 7 kilómetros de la ciudad, se trata de una amplia ocupación humana que va desde la Edad de Bronce hasta la época Islámica, siendo esta última época el periodo más importante de su historia, concretamente el siglo IV a.C. En definitiva, este espacio arqueológico se basa en potentes fortificaciones con más de 300 metros conservados y una potencia de más de 5 metros de altura.

Una vez se accede al yacimiento, primeramente, se puede visitar el Centro de Interpretación ubicado junto al parking. A continuación, se accederá al conjunto arqueológico por la conocida Puerta del Sol, una puerta monumental, de principios del siglo IV a.C. y orientada hacia el este. Durante los equinoccios de otoño y primavera la luz del amanecer atraviesa la puerta e ilumina con los primeros rayos la figura de la diosa que se localizó junto a la puerta. Un ritual ancestral relacionado con la fecundidad de la naturaleza, la vida y la muerte, la riqueza y quizás el amor.

Junto a la puerta se localizó un santuario construido en varias terrazas donde destacan varias fuerzas que formaban parte de un oráculo dedicado a una divinidad femenina. En el centro del poblado se puede visitar una manzana de casas completamente excavada. Se trata de varias viviendas en las cuales se conservan el patio y varias habitaciones e incluso el inicio de una segunda planta a la que se accedería por escaleras, almacenes comunales, etc.

El urbanismo de la ciudad se configura en una retícula cuadrangular entre calles paralelas que discurren a todo lo largo de la meseta del oppidum. En uno de los extremos encontramos el palacio del príncipe íbero, con grandes habitaciones de recepción, patios porticados, grandes cuadras, almacenes, hornos, e incluso una bodega y almazara.

El asentamiento del Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas es un clásico oppidum íbero. Sin embargo, la imagen que ofrece el lugar es producto del proceso seguido por las obras de construcción realizadas por la comunidad que lo ocupó durante un largo período de tiempo. La historia de este proceso se inició a finales del siglo IX a.C. cuando una comunidad decidió instalarse en la vaguada existente entre dos colinas calcáreas localizadas en línea perpendicular al río Guadalbullón, afluente del río Guadalquivir.

Se ha podido saber que existieron al menos dos tipos de cabañas, construidas con barro y materia vegetal sobre zócalo de tierra, unas pequeñas, semiexcavadas en la tierra y construídas con materiales perecederos, y otras de mayor tamaño y con zócalo de piedra y que acumulaba muchas más funciones de tipo doméstico.

En el siglo VII a.C. el proceso hacia la nucleación poblacional se aceleró enormemente en Puente Tablas, puesto que el doble sistema de cabañas fue sustituido por la casa de paredes rectilíneas y con compartimentación interior. De hecho, la fecha de la construcción del parámetro más antiguo de la fortificación debió de producirse en la primera mitad del siglo VII a.C., ya que en su base todavía son dominantes los materiales a mano y en la fase inmediatamente posterior se documentan la cerámica a mano pintada tipo “Real” y las primeras producciones a torno de fabricación seguramente externa.

En el siglo VI a.C. se continuó con la misma técnica constructiva si bien ya no se levantó pared en talud, porque la sedimentación que se había producido al enterrar gran parte de la fortificación de un siglo antes había procurado una auténtica cimentación. En Puente Tablas no se construyó ni una sola estructura extramuros.

El poblado tendría entonces cuatro zonas diferentes. En un extremo de la meseta se dispuso una zona de funcionalidad colectiva. La segunda zona se dispuso en la parte central de la meseta y en ella se ha documentado un trazado de calles paralelas, que delimitarían en su centro una manzana de casas separadas por un muro medianero paralelo a las calles. La tercera zona se extendió en el otro extremo de la meseta separada del núcleo de manzanas por un área amplia que no muestra restos de ocupación de esa fase. En realidad, la zona corresponde a una de las dos colinas en torno a las cuales se produjo la aglomeración aldeana. La última zona del urbanismo se dispuso a intramuros de la fortificación en los dos laterales más largos de la meseta.

Durante los siglos V y IV a.C. se produce en Puente Tablas una auténtica revolución urbanística, cuyo actual estado de conservación se convierte en referencia extraordinaria de la Historia de los Íberos. La reorganización producida a partir de mediados del siglo V a.C. mostraba los cambios necesarios que debían proyectarse para adecuarse a la nueva situación de nucleación absoluta.

La mayor parte de las casas construidas en el intramuros en pleno siglo VI a.C. fueron abandonadas para dejar la fortificación libre desde su interior y poder así aplicar nuevas estrategias poliorcéticas. Los nuevos espacios del siglo IV a.C., con sus zócalos de piedra y restos de paredes de tapial, definían espacios cuadrados y rectangulares correspondientes a habitaciones y casas que a su vez conformaban una manzana.

Por lo demás las casas de Puente Tablas siguieron las pautas que caracterizaron la casa íbera en todo su ámbito cultural, desde el sur de Francia hasta el Bajo Guadalquivir: Planta cuadrada o rectangular con compartimentación interna, zócalo de piedra, pared de tapial o adobe y cubierta plana de materiales vegetales y de barro por la ausencia de la teja, que vendrán algún tiempo después como un emblema de los romanos.

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