La
masonería en la capital del Santo Reino fue una organización cultural que tenía
como objetivos valores como la justicia, la libertad o la igualdad. Entre sus
principales funciones destacaba la de formar a sus miembros para que estos
pudieran hacer que su ámbito social más cercano evolucionase hacia mayores
cotas de libertad, igualdad y fraternidad, considerándose estas mismas logias
como academias de formación espiritual o de formación simbólica de sus propios
miembros, o también conocidas como escuelas de adultos.
Se
dice que no tenían una misión específica, aunque si es cierto que algunas de
estas logias podían estar formadas por personas de importante notoriedad
política o burguesa, lo que hacía suponer que dentro de estos grupos se
planificaban planes que pudiera afectar a una población entera porque no consta
en ningún documento que hubiera algún plan específico para asaltar algún tipo
de poder ya que Jaén no era una localidad ideal para ello.
Su
origen en nuestra ciudad data del año 1728. Ya en pleno siglo XVIII, con las
tropas de Napoleón abandonando la ciudad y la llegada de un nuevo rey
absolutista en 1811, estas desaparecen, hasta que vuelven a resurgir en plena
época conocida como Trienio Liberal.
La logia más popular tenía su sede
en la antigua Casa del Peto, en las actuales calles Muñoz Garnica esquina con
Obispo Aguilar. Lamentablemente, esta nueva logia desapareció al reconvertirse
en una logia comunera o torre comunera, o lo que es lo mismo, una organización
de pseudomasonería muy violenta contra los grupos más conservadores de la
ciudad, lo que obligó a tener innumerables problemas judiciales.
Su
época dorada tuvo lugar durante el último tercio del siglo XIX, fecha en la que
se crearon nuevas logias, tales como la Fraternidad Origiana, Hijos de la
Gracia, o la Logia de la Verdad. En total, en la capital existieron hasta
cuatro logias con un gran número de integrantes, hasta que estas fueron
desapareciendo con la crisis del 29, o con la Guerra Civil, época en la que
desapareció la logia Lealtad, última organización abierta en Jaén.
Los
ultraconservadores, conservadores o la propia iglesia, tenían un poder muy
fuerte en la sociedad como para que la discreción o el secretismo sobre la
pertenencia a la masonería fuera bastante alta, aunque a algunos masones no les
importara decir en público que lo eran.
En
el siglo XX la masonería no tenía mucha influencia sobre la población. Casi
todos sus miembros pertenecían al partido republicano, aunque también había
miembros del partido conservador. De hecho, se dice que una de las
instituciones más populares de la ciudad, la Sociedad Económica de Amigos del
País, estaba dirigida por masones de una misma logia.
En
dicho siglo, ocurrieron dos hechos fundamentales. Por un lado, la lucha obrera,
en la que la masonería empieza a apoyar la implantación de la República en el
país en 1919, y otra fue la implantación de la II República Española, en la que
luchan por la caída de la monarquía.
La
masonería empezó a decaer con la implantación de los totalitarismos de Primo de
Rivera, que la prohibió en su dictadura, y con la Guerra Civil, y posterior
dictadura franquista, con la férrea represión ordenada por el dictador Franco.
Se organizaron persecuciones sin piedad contra ellos. De hecho, la dictadura
franquista se encargó de inculcar a la población que ser masón era igual que
ser el responsable de los grandes conflictos de la ciudad.
Muchos
de los masones fueron capturados y fusilados, lo que hizo que en la ciudad
desapareciera por completo la masonería como tal. La mayoría de ellos huyeron,
mientras que los que se quedaron tuvieron que firmar una especie de desafección
de la masonería como el caso de Gómez Soriano. Sobre todo, a los que no tenían
un grado alto dentro de las logias no tenían problemas. A algunos masones solo
se les inhabilitaban de su formación. A Don Pedro Higueras, miembro de la logia
de Jaén lo inhabilitaron de por vida y lo mandaron a la sierra, mientras que
Félix Sicilia fue directamente fusilado.
Desde
la guerra civil y durante la represión franquista, las logias clandestinas no
se constituyeron como un elemento conspiratorio ni derrocador. Lo que se
encargaron fue de apoyar a la resistencia republicana, apoyar la constitución
clandestina de los comités, ayudar a evitar la censura, o ayudar a traer la
propaganda internacional. La Guardia Civil siempre hablaba de que la masonería
se reunía en la clandestinidad en la antigua Confitería de Joaquín Porras
después de la guerra.
La
falange y la guardia civil estaba desconcertada en aquella época porque, en los
documentos secretos masónicos, se encontraron con que personajes importantes
dentro de la dictadura pertenecían a las logias masónicas, aunque estas en su
mayoría estuvieran formadas por libres pensadores de izquierda.
Sin
ser masón, habría que reconocerle ciertos comportamientos que tuvo durante su
existencia en la capital, tales como su labor en la filantropía o la igualdad
de sus miembros independientemente del pensamiento que tuvieran, o de la
libertad del libre pensamiento. Las personas que pertenecieron a la masonería
tenían que tener algún tipo de cultura como para poder tener que acceder a la
organización, lo que hacía que la masonería tuviera cierta fama de elitista
entre la sociedad jiennense.
En
la actualidad, en Jaén existen muchas calles con nombres de masones, como
Roldán y Marín, Ruiz Jiménez, José Bono Soriano, José Calatayud San Martín,
Pedro Jiménez Mazuco, Pedro Rodríguez de la Torre, o Teniente Bago, entre
otros. Además, la ciudad está de enhorabuena, puesto que se ha creado una nueva
logia llamada Andrés de Vandelvira, en la que se le presenta un futuro muy
prometedor.
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