viernes, 9 de noviembre de 2018

La masonería en el Santo Reino



La masonería en la capital del Santo Reino fue una organización cultural que tenía como objetivos valores como la justicia, la libertad o la igualdad. Entre sus principales funciones destacaba la de formar a sus miembros para que estos pudieran hacer que su ámbito social más cercano evolucionase hacia mayores cotas de libertad, igualdad y fraternidad, considerándose estas mismas logias como academias de formación espiritual o de formación simbólica de sus propios miembros, o también conocidas como escuelas de adultos.

Se dice que no tenían una misión específica, aunque si es cierto que algunas de estas logias podían estar formadas por personas de importante notoriedad política o burguesa, lo que hacía suponer que dentro de estos grupos se planificaban planes que pudiera afectar a una población entera porque no consta en ningún documento que hubiera algún plan específico para asaltar algún tipo de poder ya que Jaén no era una localidad ideal para ello.

Su origen en nuestra ciudad data del año 1728. Ya en pleno siglo XVIII, con las tropas de Napoleón abandonando la ciudad y la llegada de un nuevo rey absolutista en 1811, estas desaparecen, hasta que vuelven a resurgir en plena época conocida como Trienio Liberal.

La logia más popular tenía su sede en la antigua Casa del Peto, en las actuales calles Muñoz Garnica esquina con Obispo Aguilar. Lamentablemente, esta nueva logia desapareció al reconvertirse en una logia comunera o torre comunera, o lo que es lo mismo, una organización de pseudomasonería muy violenta contra los grupos más conservadores de la ciudad, lo que obligó a tener innumerables problemas judiciales.

Su época dorada tuvo lugar durante el último tercio del siglo XIX, fecha en la que se crearon nuevas logias, tales como la Fraternidad Origiana, Hijos de la Gracia, o la Logia de la Verdad. En total, en la capital existieron hasta cuatro logias con un gran número de integrantes, hasta que estas fueron desapareciendo con la crisis del 29, o con la Guerra Civil, época en la que desapareció la logia Lealtad, última organización abierta en Jaén.

Los ultraconservadores, conservadores o la propia iglesia, tenían un poder muy fuerte en la sociedad como para que la discreción o el secretismo sobre la pertenencia a la masonería fuera bastante alta, aunque a algunos masones no les importara decir en público que lo eran.

En el siglo XX la masonería no tenía mucha influencia sobre la población. Casi todos sus miembros pertenecían al partido republicano, aunque también había miembros del partido conservador. De hecho, se dice que una de las instituciones más populares de la ciudad, la Sociedad Económica de Amigos del País, estaba dirigida por masones de una misma logia.

En dicho siglo, ocurrieron dos hechos fundamentales. Por un lado, la lucha obrera, en la que la masonería empieza a apoyar la implantación de la República en el país en 1919, y otra fue la implantación de la II República Española, en la que luchan por la caída de la monarquía.

La masonería empezó a decaer con la implantación de los totalitarismos de Primo de Rivera, que la prohibió en su dictadura, y con la Guerra Civil, y posterior dictadura franquista, con la férrea represión ordenada por el dictador Franco. Se organizaron persecuciones sin piedad contra ellos. De hecho, la dictadura franquista se encargó de inculcar a la población que ser masón era igual que ser el responsable de los grandes conflictos de la ciudad.

Muchos de los masones fueron capturados y fusilados, lo que hizo que en la ciudad desapareciera por completo la masonería como tal. La mayoría de ellos huyeron, mientras que los que se quedaron tuvieron que firmar una especie de desafección de la masonería como el caso de Gómez Soriano. Sobre todo, a los que no tenían un grado alto dentro de las logias no tenían problemas. A algunos masones solo se les inhabilitaban de su formación. A Don Pedro Higueras, miembro de la logia de Jaén lo inhabilitaron de por vida y lo mandaron a la sierra, mientras que Félix Sicilia fue directamente fusilado.

Desde la guerra civil y durante la represión franquista, las logias clandestinas no se constituyeron como un elemento conspiratorio ni derrocador. Lo que se encargaron fue de apoyar a la resistencia republicana, apoyar la constitución clandestina de los comités, ayudar a evitar la censura, o ayudar a traer la propaganda internacional. La Guardia Civil siempre hablaba de que la masonería se reunía en la clandestinidad en la antigua Confitería de Joaquín Porras después de la guerra.

La falange y la guardia civil estaba desconcertada en aquella época porque, en los documentos secretos masónicos, se encontraron con que personajes importantes dentro de la dictadura pertenecían a las logias masónicas, aunque estas en su mayoría estuvieran formadas por libres pensadores de izquierda.

Sin ser masón, habría que reconocerle ciertos comportamientos que tuvo durante su existencia en la capital, tales como su labor en la filantropía o la igualdad de sus miembros independientemente del pensamiento que tuvieran, o de la libertad del libre pensamiento. Las personas que pertenecieron a la masonería tenían que tener algún tipo de cultura como para poder tener que acceder a la organización, lo que hacía que la masonería tuviera cierta fama de elitista entre la sociedad jiennense.

En la actualidad, en Jaén existen muchas calles con nombres de masones, como Roldán y Marín, Ruiz Jiménez, José Bono Soriano, José Calatayud San Martín, Pedro Jiménez Mazuco, Pedro Rodríguez de la Torre, o Teniente Bago, entre otros. Además, la ciudad está de enhorabuena, puesto que se ha creado una nueva logia llamada Andrés de Vandelvira, en la que se le presenta un futuro muy prometedor.

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