viernes, 5 de octubre de 2018

El crimen de los novios

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Un olivar anejo al camino de cuevas, próximo a la carretera de Fuente del Rey, fue testigo del último encuentro entre Oscar y Ana, jóvenes jiennenses de 21 y 19 años respectivamente. Cuando la noche cubría su encuentro, dentro del Renault Clio de las víctimas, tres siniestras figuras los rodearon. Estos deslumbraron a los jóvenes con una linterna y les encañonaron con una escopeta recortada a través de los cristales empañados. Oscar, en un acto instintivo, saltó al asiento delantero y se puso al volante. Lamentablemente no le dio tiempo a poner el coche en marcha. Un gran estampido hizo estallar en mil pedazos el cristal de su puerta y los perdigones se incrustaron en el hombro del joven. Acto seguido, el asaltante introdujo el arma y, apoyándola en la sien de Oscar, realizó un segundo disparo a bocajarro que le destrozó la cabeza. El chico se desplomó sobre el asiento del acompañante ante los gritos histéricos de Ana María que la obligaron a bajar del coche y caminar por el olivar con rumbo desconocido. La joven fue llevada a otro lugar donde fue violada por los asaltantes y de nuevo fue llevada junto al coche para ser asesinada de rodillas. Eran las once de la noche del domingo 7 de junio de 1992.


La policía siempre apuntó al movil sexual ya que los asaltantes no se llevaron ningún objeto de valor. Lamentablemente, la investigación policial fue la protagonista de este caso, ya que no se recuerda tantos errores policiales en un procedimiento de semejante importancia.

La policía realizó un reportaje fotográfico en el lugar de los hechos sin carrete en la cámara. Además, el día en que fue encontrado el cuerpo de Oscar, al caer la noche, se suspende la búsqueda de Ana María, aún sospechando que la joven podría estar secuestrada, porque tenían que hacer el relevo con el turno de noche. Finalmente, el cuerpo de Ana María se encontraba a 200 metros del lugar donde se encontró a Oscar, en olivar llano, y la policía no supo buscarla. El forense extrajo muestras de sangre que se enviaron a Sevilla, y muestras de ADN y semen que se enviaron a Granada. Las pruebas, totalmente contaminadas por no seguir el protocolo correspondiente, tardaron doce días en llegar a la capital andaluza, y quince en llegar a la ciudad de la Alhambra.

Un año después de lo sucedido, un policía de paisano en sus horas fuera de servicio, encuentra en el lugar del crimen un pendiente de Ana María. Además, el coche donde murió Oscar, que estuvo aparcado varios meses en el Parking de la comisaría de Jaén, fue devuelto a la familia del joven. Cuando dicha familia lleva el coche a un taller para reparar los daños, un empleado del taller encuentra la esclava de oro que Ana María llevaba encima, demostrando la inspección ocular realizada por parte de los miembros de seguridad del estado. Ante todos estos hechos, el caso fue sobreseído en un primer momento en 1994.


Cerrado el caso, años más tarde, otra pareja sufrió un ataque similar en el entorno del barrio de las Fuentezuelas, con la diferencia de que estos últimos sí pudieron escapar de los asaltantes. Dos semanas después, una joven universitaria fue secuestrada y violada en el cortijo de La Casemira, cerca de la estación de Renfe. Estos hechos provocaron que la policía centrara su atención en esa zona de Jaén.


http://andaluciainformacion.es/media/94036/460/345/los-crmenes-que-nadie-resolvi.jpgEn dicho cortijo, la policía encuentra a un vagabundo que describe, dos años después, cómo un tío y un sobrino lo invitan a él a un lugar para raptar a una chica y violarla. El vagabundo se niega y tío y sobrino raptan a Ana María para llevarla al punto de encuentro con el testigo. Años después, el vagabundo supo describir a la perfección la ropa de la joven, identifica a tio y sobrino y, además, describió como escuchó los disparos que recibió Ana María.


La policía no apoyó la idea de que el vagabundo recordara a la perfección la ropa de la joven tanto tiempo después y el juez ordenó que se revisara los recortes de prensa para ver si en ella se hizo mención alguna sobre la vestimenta, pero no fue así.

Por otro lado, aún estando deformadas las pruebas de semen, sí se pudo demostrar  que existió restos de una tercera persona en las partes íntimas de la joven, y que éstas correspondía a las del sobrino. Ante estos resultados, el juez ordena realizar escuchas en la celda de la prisión provincial, donde tio y sobrino estaban encerrados, por si alguno de estos revelaban algún dato que les perjudicara, pero una defensa hábil alegaba que esta orden atentaba contra la intimidad de los acusados y las escuchas que se realizaron fueron desestimadas.

Se celebró un primer juicio, cuyo resultado fue la libertad de los acusados por falta de pruebas. La familia recurrió ante el Tribunal Supremo pidiendo que finalmente las escuchas se admitieran como prueba. Dicho tribunal falló a su favor y se celebró un nuevo juicio en Jaén con un tribunal distinto, pero las escuchas estaban tan mal hechas que finalmente no se llegó a nada claro, repitiéndose el éxito del primer juicio.


Finalmente, el Tribunal Supremo archivó el caso definitivamente en el año 2001 sin que los asesinos hayan pagado por sus actos.

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