viernes, 22 de junio de 2018

De Leyenda: Lagarto de la Magdalena


Sin duda alguna, la leyenda más conocida en la Capital del Santo Reino es la del Lagarto de la Magdalena. Se dice que en una cueva junto al Raudal de la Magdalena apareció un lagarto de grandes dimensiones que atemorizaba a la gente y que, o bien se comía a quien iba a por agua, o bien se comía a las ovejas que había los alrededores. Los vecinos de la Magdalena, asustados, no se atrevían a salir al manantial, por lo que buscaron una solución al problema del lagarto. A partir de este punto, existen tres versiones distintas de la muerte del reptil.


El pastor y la piel de oveja: Un pastor, harto de que el lagarto se comiera a sus ovejas, ideó una treta para acabar con el lagarto. Tomó a una de sus ovejas y la mató, sacándole parte de la carne y rellenando el pellejo con yesca encendida. El reptil, al oler el cordero ensangrentado, lo engulló y murió al abrasarle la yesca las entrañas. En la leyenda, a veces se cambia la yesca por pólvora.


El caballero y los espejos: Los vecinos fueron a pedir ayuda a un guerrero, que se atavió para la ocasión con una armadura hecha de espejos. Al acercarse al animal, el Sol reflejado en los cristales cegó al lagarto. El caballero aprovechó ese momento para atravesar al monstruo con su espada.


El preso y los panes: Un preso condenado a muerte solicitó su libertad a cambio de matar al lagarto. Tal era la desesperación de los vecinos que se le concedió la oportunidad de intentarlo. Para ello, solicitó un caballo, un costal de panes calientes y un saco con pólvora. Por la noche, el preso se presentó junto a la cueva y fue dejando una hilera de panes. El animal se despertó y se los fue comiendo tras el preso, que continuaba lanzando panes mientras huía a caballo. Al llegar a la plaza de San Ildefonso, en lugar de un pan le lanzó el saco de pólvora, que el animal devoró del mismo modo y, acto seguido, explotó. Durante mucho tiempo, se expuso una piel de reptil en la Iglesia de San Ildefonso, sobre la que más tarde se pintó un retrato de San Cristóbal con el niño Jesús a hombros.


La leyenda del lagarto, sierpe o dragón, según las versiones, apareció mencionada por primera vez en 1628, en la obra «Historia de la Antigua y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén», escrita por Pedro Ordóñez de Ceballos y publicada por Bartolomé Jiménez Patón, seguida por el historiador Alfredo Cazabán en el año 1913, sin que en la actualidad aún no existan pruebas de que la leyenda fuera real.

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