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Jaén está históricamente ligada a la fuente de la Magdalena y a su
posterior raudal, que vertebró durante siglos el crecimiento de la
ciudad y de buena parte del conjunto histórico que hoy conocemos. Puede
decirse que esta fuente de agua es el origen del asentamiento nacido
bajo el cerro de Santa Catalina. Según los numerosos trabajos publicados
sobre ella, la fuente y buena parte del raudal ya estaba en servicio en
el siglo I. De hecho, el Museo de Jaén alberga esculturas romanas
halladas en su interior. Con el paso de los siglos fue mencionada por
cronistas musulmanes y durante toda la Edad Media, como una seña de
identidad de los jienenses, que se sentían orgullosos de ella. Incluso
algunos reyes, en sus visitas a la ciudad, tenían como cita obligada la
fuente de la Magdalena, hermosamente decorada incluso con frescos que
aludían a la célebre leyenda del Lagarto.
El raudal
principal fue ampliándose al mismo tiempo que se producía el crecimiento
de la ciudad, abasteciendo termas, mezquitas, baños públicos, aljibes y
fuentes en época islámica, así como fuentes ornamentales y palacios de
las principales familias de la ciudad medieval y moderna, hasta llegar
al punto de unión con el raudal de Santa María en el actual palacio de
Cultura, antiguo palacio del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo.
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El raudal explica el porqué de la ubicación de los diferentes edificios
públicos y privados, algunos ya desaparecidos, otros aún integrados y
presentes en la imagen actual de la ciudad, y su estrecha relación con
él, fuente principal de su abastecimiento hidráulico hasta principios
del siglo pasado. De sus aguas se
nutrían también los molinos, tenerías, tintorerías y hornos que
abastecían no sólo a la población sino a otras zonas de la corona
castellana. Del agua sobrante que salía de la ciudad configurando
arroyos, como el de la Magdalena o el de San Pedro, se regaron las zonas
de huertas y vegas situadas extramuros.
En 2009, el monumento fue restaurado y puesto en servicio para la ciudad. La
superficie de intervención fue de 90 metros cuadrados. El monumento fue
musealizado y dotado de iluminación artística, poniendo en valor la
importancia del agua y de esta fuente para el nacimiento y crecimiento
de la ciudad. También se recuperó la canalización que partía desde el
raudal en dirección a Martínez Molina, pero nunca se pudo visitar. Pocos
meses después de su inauguración, el monumento se cerró por
problemas de inundaciones. Sigue cerrado.
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