La Leyenda de El Pósito es una hermosa leyenda ubicada en la plaza que lleva el mismo nombre.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibyZLi9BG6Qnky3Y59Fe4jlH1yOE_VoKjyYzXit7efH1D1ow6FRLya7ypbTjkKm2rI3psiMUOSKqLJeNQVcZO57WI5wGIlFJYP3EraYNrpU1aqAzCWWEznzhzjNmV3G5lbBrWS0mH-7kOE/s320/Sin+t%25C3%25ADtulo.jpg)
Se comentaba que el valiente y apuesto galán era muy rico. Tan grande
era su fortuna personal que contar lo que tenía causaba un increíble
asombro en aquel que lo escuchara. Se hablaba de él en toda la ciudad. Las doncellas casaderas de Jaén,
clavaban en él sus ojos y lo observaban con esmerado interés cuando
salía a pasear por la villa.
A pesar de tener a tantas hermosas damas a sus pies, el galán se
enamoró intensamente de una joven llamada Dª Beatriz de Uceda. Tenía
esta doncella una belleza extraordinaria, un contorno perfecto y una
discreción propia de las señoras de su clase. Era ejemplo de virtudes:
noble, sincera, prudente, dulce y cándida.
El apuesto galán, cuyo nombre era Don Diego de Osorio, quedó tan
prendado de ella que ocupaba Doña Beatriz todos sus pensamientos.
Constantes fueron sus regalos y atenciones hacia la joven. Siempre
solícito a lo que ella deseara, siguiendo sus pasos allá por donde fuera
y propiciando decenas de encuentros para impresionar a la hermosa dama.
Sin embargo Doña Beatriz, tenía el corazón ocupado por otro caballero.
Aún así, por las circunstancias que fueran, casó finalmente Beatriz
de Uceda con el Capitán Osorio, dejando en el recuerdo a aquel hombre
que tan intensamente amó. La boda se celebró por todo lo alto, que si rico era el novio no menos lo era la novia. Dicen que disfrutaron de días alegres, donde todo fue tranquilidad y
sosiego. Doña Beatriz intentó ser feliz en su matrimonio, entregándose
en cuerpo y alma a Don Diego.
Poco tiempo habría de pasar, para tener Beatriz que volver a dar
muestras de su bondad y dulzura innatas. Soportó abnegada a su esposo,
que si en otro tiempo fue galante y educado en extremo, se transformó el
caballero en hombre de malos caminos, juntando en sus espectaculares
juergas la noche con el día, enviciándose en el juego y en lo más
infames placeres terrenales.
Conforme pasaba el tiempo más se endeudaba Don Diego de Osorio,
perdiendo su dinero en los más fracasados juegos, viéndose inmerso en
encrespadas riñas. Una batería de tormentos para su sufrida esposa, la
triste Beatriz, que ahogaba sus sentimientos hacia la actitud de su
marido, soportando a duras penas tan desdicha y fracasada vida
matrimonial.
Y al final, el desenlace a tan desesperante situación llegó. Hasta la
última moneda gastó el Capitán Osorio. Nadie quedaba en la ciudad que
le diera prestado y obligado estaba a pagar las pérdidas acumuladas en
sus desafortunados juegos.
Viéndose desesperado y necesitado de dinero en medio de uno de sus
juegos, ordenó a un sirviente que fuera hasta su casa, y que Doña
Beatriz le entregara de inmediato la alhaja que él le regaló en señal de
matrimonio. Rápido fue el escudero a trasladar a Doña Beatriz tan
desagradable e inconcebible recado.
Escucho Doña Beatriz con cara de asombro el relato del criado, agachó
su lloroso rostro y llena de coraje, mando de nuevo al sirviente con un
recado para su Señor. Si quería su esposo esa alhaja que
con tanto celo
guardaba, que se la pidiera a ella en persona, sin intermediarios, que
ella misma, con sus propias manos se la entregaría.
Volvió el escudero, apenado por su señora, a trasladar el mensaje al
Capitán Diego de Osorio, comunicándole a éste lo que de Doña Beatriz
escuchó. Duras burlas levantó el mensaje de su esposa en la concurrida sala.
Avergonzado y furioso de que Beatriz no cumpliera la petición que él
le hizo, acostumbrado hasta entonces a una impecable sumisión de sus
esposa, se dirigió hacia el punto establecido por Doña Beatriz para
encontrarse, la plaza del Pósito. Allí la vio al instante, al pié de la
cruz que se alza en medio del lugar, se acercó, extendió ella su mano y
le entregó la alhaja, disimulando su llanto, como quién entrega su más
valioso tesoro.
Él le arrebató la joya con un insolente tirón, y una vez la tuvo en
su poder, visiblemente enfurecido, clavó en Doña Beatriz una daga que
acabó de inmediato con la sufrida vida de la dama. Pronto corrió la noticia y toda la ciudad se enteró de la tragedia.
Fue entonces cuando el novio, Don Lope de Haro, despechado lo retó y lo
mató durante una lucha que tuvo lugar en la famosa Plaza del Pósito de Jaén.
Con visible dolor por todo lo ocurrido. Lope de Haro pronunció las
palabras "Pater Noster", en el momento en que con su mano apagó la vida
del Capitán Osorio. Cuenta la leyenda, que desde entonces, el afligido fantasma de Don
Lope de Haro, todos los aniversarios de este trágico día, vuelve hasta la
cruz del Pósito a rezar un Padre Nuestro".
La versión actual es que el joven, arrepentido de haber acabado con
la vida de otro hombre, decidió tomar los hábitos de San Francisco como
fraile en el convento que en aquellos tiempos existía el actual Palacio de
la Diputación Provincial de Jaén.
La leyenda cuenta que algunas noches de frío ven en la Plaza del Pósito
vagar a un fantasma negro que se para ante la cruz y reza arrepentido
por haber matado a otra persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.