viernes, 10 de noviembre de 2017

Los lavaderos de la Fuente de la Peña

Justo en la salida de Jaén en dirección a la localidad de Los Villares de Jaén, nos encontramos con unos hermosos lavaderos públicos utilizados a lo largo de la historia. Situado al pie del Cerro Fuente de la Peña, este lugar es aprovechado por el agua de un manantial que servía también para regar las huertas y olivares de las tierras colindantes.

Este manantial terminaba alimentando el Arroyo de Riocuchillo, convertido en el eje pluvial del valle del paraíso de Jaén, o como popularmente se conoce la zona de Valparaiso. En el siglo XVIII se ordenó construir una pequeña balsa en dicho manantial con un muro de contención, pero no será hasta inicios del siglo XX cuando esta obra se lleve a cabo, sufriendo una pequeña remodelación en estos últimos cincuenta años.

Estos lavaderos fueron construidos para sustituir unos más antiguos del mismo nombre alimentados también por el agua del mismo manantial, por lo que no son los únicos existentes. Los terrenos de los antiguos lavaderos fue propiedad de los descendientes de los Bonilla, familia establecida en Jaén en el siglo XV de ilustres antepasados. En dicho lugar, que aún se mantiene en pie, se conserva un centenario y seco álamo, con unas piedras bastante gastadas de tanto lavar.

El primer lavadero está casi destruido por las obras de la nueva carretera de Los Villares mientras que el segundo se mantiene en buenas condiciones, conformándose de un recinto rectangular de fábrica de sillarejo con hueco lateral de acceso y ventanas laterales con rejas de hierro, antetecho de ladrillo y cubierta de teja árabe rehabilitados. En su interior se conserva varias piletas de piedra separadas por un pilón rectangular surtido por un caño de agua procedente del agua sobrante de la Fuente de la Peña. Esas aguas van por acequias hasta las albercas del mismo nombre.

En los antiguos lavaderos existe una leyenda sobre la existencia de un horrible monstruo. En ella se comenta que un arriero procedente de Los Villares oyó el intenso llanto de un bebé. Este hombre se acercó y allí encontró al pequeño abandonado a su suerte y a la intemperie, con signos de haber estado abandonado bastante tiempo. El hombre decidió cargarlo en la misma mula en la que iba montado, a sus espaldas, puesto que llevaba varias mulas a su cargo.

Cuando estaba a las puertas de la ciudad notó que la mula que portaba al supuesto bebé iba más despacio de lo habitual. Miró hacia atrás y descubrió que el niño que había recogido se había convertido en una bestia verde y enorme que le dijo: - ¿Tienes dientes como yo? - El pobre hombre salió huyendo.En la actualidad, se comenta que por la zona se sigue escuchando por las noches el llanto de un niño en las inmediaciones.

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