En
los últimos años de reinado árabe sobre la capital del Santo Reino hubo un
monarca, llamado Rey Alhamar, que tuvo que sufrir la pérdida de su esposa tras
el parto de tres hermosas niñas; Aixa, Fátima y Marien.
Aquellas
niñas se convirtieron en tres bellas damas, y su popularidad era tal que las
habladurías de la época habían traspasado las fronteras de Jaén. Es por ello
que su padre las mantuvo encerradas dentro del Alcázar Viejo del Castillo de
Santa Catalina, para protegerlas de las miradas de los hombres.
Un
buen día llegó a Jaén un emisario del monarca cristiano Fernando III para
entregar al rey Alhamar una carta. Alhamar ordenó que el soldado se alojara en
la fortaleza los días que permaneciera en la ciudad mientras meditaba la
respuesta de esa propuesta.
En
una cena, mientras estaban sirviendo los postres, las tres hermanas entraron
jugando a la estancia y al observar al soldado estas se quedaron tan
impresionadas que salieron corriendo del comedor con la misma velocidad con la
que entraron. Tras este hecho, tanto las tres hermanas como el emisario fueron
presentados formalmente. Desde ese momento, el soldado cristiano buscó sin
cesar a las bellas damas por toda la fortaleza sin éxito.
Alhamar
dio respuesta formal al monarca cristiano, por lo que el emisario tuvo que
abandonar la fortaleza árabe. Varios meses después, el caballero cristiano
regresó en secreto a Jaén para conquistar a una de las hermanas. Ya en el
interior del recinto fortificado, se escondió en un huerto, y es allí donde
pudo escuchar una canción entonada por las tres hermanas.
“¿Do
estarás ahora hermoso galán, que solo pude verte un día? ¿Qué triste se tornó
mi vida, desde que te perdiste en la lejanía!”
El
soldado se acercó a ellas sigilosamente y les preguntó si ese caballero era él,
porque desde que las vio se enamoró de cada una de ellas. Aixa, con lágrimas en
los ojos, le dijo que su amor era imposible porque su padre la había cortejado
con un señor de Granada muy poderoso aunque ella también sufriera de amor por
él.
Las
hermanas, entonces, decidieron entrar al interior del castillo, y el caballero
cristiano las siguió. En ese intento, el joven soldado fue capturado por las
tropas del rey Alhamar. A los pocos días el monarca nazarí se entrevistó con el
soldado, que le contó lo que le había ocurrido. Alhamar, finalmente, con todo
el dolor de su corazón, decidió permitir que Aixa pudiera casarse con el
caballero cristiano, aun sabiendo que no volvería a ver a su hija nunca más.
El
caballero cristiano permitió que Aixa pudiera ver a su padre al menos una vez
al año y, resuelto ese escollo, Alhamar permitió que sus otras dos hijas,
Fátima y Marien, eligieran marido. Alhamar puso al tanto a Fernando III de lo
sucedido y, este último, que se encontraba en Úbeda, le comunicó que deseaba
apadrinar la boda. Todos se trasladaron a Úbeda, donde se celebró el bautizo de
la bella mora y, a continuación, la boda.
Se
puede decir que de esta hermosa leyenda nació un bello cancionero en pleno
siglo XV que dice lo siguiente:
Tres morillas me enamoran en Jaén,
Axa, Fátima y Marién.
Tres morillas tan garridas iban a
coger olivas,
y hallábanlas cogida en Jaén, Axa,
Fátima y Marién.
Y hallábanlas cogidas y tornaban
desmaídas
y las colores perdidas en Jaén.
Axa, Fátima y Marién.
Tres moriscas tan lozanas, tres
moriscas tan lozanas
iban a coger manzanas a Jaen, Axa,
Fátima, y Marién.
Díjeles: ¿Quién sois, señoras, de
mi vida robadoras?
Cristianas que éramos moras en
Jaén.
Axa, Fátima y Marién.
Tres morillas me enamoran en Jaén.
Axa, Fátima y Marién.
También
en 1931, el propio Federico García Lorca popularizó esta leyenda dentro de los
cinco discos gramofónicos que contenía un total de diez canciones, entre ellas
las Morillas de Jaén, que grabó con la voz de Encarnación López La Argentinita.