viernes, 20 de diciembre de 2019

En el olvido: La familia de los Moyas y su capilla en la Parroquia de la Magdalena


En la actualidad, en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, se conserva en su sacristía un hueco y un arco de medio punto de una antigua capilla mandada a construir por una familia de notable y reputado prestigio de nuestra ciudad conocida como “Los Moya”.

Esta familia estuvo formada en pleno siglo XVI por don Diego de Moya, hijo de don Martín Fernández de Moya y doña Catalina Fernández, y esposo de Doña Ana Gutiérrez, de la que tuvo tres hijos; Francisca, Alonso y Diego de Moya, contrayendo este último matrimonio con doña Ana de Alcázar, y teniendo una hija llamada doña Ana de Moya, fundadora de la capilla de la que se habla.

Esta última mujer murió muy joven, y dejó por escrito en su testamento la construcción de dicha capilla, nombrando como herederos a Alonso y doña Francisca de Moya, sus tíos, y como albaceas al doctor Pastrana, al doctor Salcedo, y a Melchor de Soria, priores de las iglesias más importantes de la ciudad.

Rápidamente los albaceas decidieron construir la capilla en un corredor paralelo a la actual sacristía ocupando el espacio que va desde la tribuna del coro a un aposento que se comunicaba con el actual estanque romano de la iglesia. La traza de la misma fue diseñada por don Alonso Barba y por don Francisco González, comenzando las obras en 1585 con el fin compromiso de terminarlas para el día de Pascua de Navidad próximo.

Para la construcción de un arco de medio punto se tuvo que romper un muro que separaba a la iglesia del corredor que existía en aquella época y se construyeron además unas ventanas y unas lumbres en la parte alta de la capilla que no daba luz alguna. También en la parte alta de la misma se colocó el escudo de armas que utilizaron la familia de los Moya durante muchos años.

Finalizadas las obras, tanto Melchor de Soria como Nicolás Hernández y Salvador de Madrigal se dispusieron a cobrar las deudas que los herederos de doña Ana de Moya aún no habían abonado, pero estos se negaron en rotundo al eludir que no estaban conformes ni con el resultado definitivo ni con las formas en la que la capilla fue construida.

Por este enfrentamiento, el obispado de Jaén se vio obligado a intervenir en el asunto, condenando a los herederos de doña Ana de Moya a pagar lo que se debía por la construcción so pena de excomunión.

Con el paso del tiempo, la capilla desapareció y en la actualidad no ha quedado ni rastro de la misma, provocando el desconocimiento de si finalmente la obra fue ejecutada por Salvador de Madrigal o encargado a Sebastián de Solís.

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