Cuenta la leyenda que a finales
del siglo XIX la actual calle de Joaquín Costa era conocida con el nombre de
"Callejón del Duende", en alusión a esos pequeños seres que, durante muchísimos
años, provocaron numerosas molestias en las casas de aquella calle.
En dicho callejón vivía un hombre mayor
con acento extranjero. Siempre salía de su casa muy temprano y no regresaba a
la misma hasta la tarde, para luego abandonarla de nuevo por la noche para regresar
casi de madrugada.
Estos horarios comenzaron a inquietar a la vecindad. Una
noche, un vecino, aprovechando que la casa del personaje misterioso estaba
vacía, decidió entrar en la propiedad con el fin de averiguar el porqué de
tantas salidas nocturnas. Dentro de la casa encontró una gran cantidad de
frascos y tarros con numerosos líquidos y un mapa que no comprendió, además de
otros objetos que le resultaron muy extraños.
Nuestro personaje misterioso, al regresar a su hogar, descubrió
que alguien había estado rebuscando entre sus cosas y pensó en tender una
trampa para saber quién había sido el intruso que se había atrevido a violar la
intimidad de su domicilio privado.
Al día siguiente, el vecino cotilla esperaba desde muy
temprano la salida de nuestro personaje misterioso y cuando observó que estaba
alejado de su casa, volvió al interior para continuar investigando.
Nada más entrar en el hogar el vecino curioso se
encontró con un destello de luz y un sórdido crujido acompañado de un golpe
tremendo que le hizo caer al suelo. Rápidamente, el ruido despertó a los
vecinos que se acercaron a la casa a ver qué ocurría y entonces el intruso, inteligentemente,
comenzó a chillar diciendo que le había atacado algo así como un fantasma y un
duende. Cuando regresó el dueño de la casa los vecinos le informaron de lo que
había ocurrido y este le prometió buscar al duende, que quizá se escondiera
entre los libros.
Lo cierto es que nuestro misterioso personaje averiguó
de esta forma quién había entrado en su casa. Invitó al vecino curioso a sus
dependencias para decirle que no pensaba denunciarlo y que, si quería, le
podría revelar su secreto con la condición de que nunca lo contara a nadie.
Según cuenta la leyenda, nuestro personaje misterioso
se llamaba Jonás. Este comentó a su vecino que sus antepasados habían sido
expulsados de la capital del Santo Reino por los Reyes Católicos y que,
pensando sus antepasados que podrían regresar algún día, escondieron un tesoro
del que solo quedaba un plano que era la referencia para encontrarlo varios
siglos después.
A la semana de contarle a su vecino el secreto que
guardaba, Jonás encontró el tesoro de su familia y se marchó de la ciudad, no
sin antes dejar a su vecino y ayudante como responsable de las casas que poseía.
Desde entonces, a este rincón de la ciudad se la conoce como “El Callejón del
Duende”.
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