El monasterio fue fundado en el siglo XIII por Fernando III, el Santo, en el Arrabal de las monjas, una zona extramuros de la ciudad. Sin embargo, después de sufrir un ataque se traslada dentro de la ciudad.
En su parte trasera, en un espacio que actualmente ocupa un gran huerto, se ubicó una de las primitivas sinagogas judías de la ciudad, convertida después de las graves persecuciones de 1391 en iglesia bajo la advocación de la Santa Cruz, dependiente de la parroquia de San Andrés. Allí se celebraba culto cada tres meses debido al escaso interés que tenía la comunidad eclesiástica sobre los habitantes de la zona.
En el siglo XV la iglesia se convertiría en parroquia también, y pasados los siglos y tras diversos litigios con dicho espacio de culto, sus espacios pasaron a ser propiedad del Real Monasterio de Santa Clara. En la actualidad, se conserva un muro de piedra que sobresale en altura de las inmediaciones del monasterio.
En las inmediaciones del monasterio destaca su precioso patio exterior de elegantes líneas, con un jardín en el centro en el que destaca un enorme ciprés y una estatua de la virgen que hizo instalar el actual capellán del monasterio don Juan Bautista Monzón Ruíz. En dicho patio cuelgan dos antiquísimas piedras escritas en latín.
En la actualidad, como ayuda para los gastos de la comunidad de las clarisas, las monjas bordan por encargo y venden modestos dulces hechos de forma artesanal. Además, existe la tradición de que las parejas de novios, días antes de sus bodas, ofrezcan huevos a las clarisas para que estas recen porque estos prometidos tengan buen tiempo el dia de su enlace, sobre todo en lugares donde la lluvia es más que frecuente.
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