Detrás de la catedral de Jaén, entre las calles Valparaíso y Almenas,
se encuentra lo que queda del palacio de los Vélez, un edificio remodelado como
Colegio de Arquitectos. De esta casona palaciega del siglo XVII se
cuenta la siguiente leyenda.
"Habitaba en este palacio una muy ilustre y
adinerada familia de Jaén. Se dice que esta familia vivía entre grandes
lujos, con una profusa decoración en todo el palacio que demostraba el
elevado poder económico del linaje que en él residía. Tenía esta familia
una hermosa hija, de bellísimos ojos claros, pelo rubio y blanca piel.
Reunía las mejores virtudes que pudiera ostentar una doncella casadera
de la aristocracia del momento, pues era culta, bondadosa, prudente,
comedida y cándida, además de caritativa en extremo con los más
desfavorecidos; esta joven dama acostumbraba a tratar a todo el mundo
como a iguales, sin darle importancia a su clase social, y hablaba con
gran modestia, a pesar de su elevada posición, con doncellas, labriegos o
pedigüeños, a los que nunca negaba una limosna y gustaba ayudar en lo
que podía.
El padre de la bella ostentaba de su hija aún más que de las
inmensas riquezas que en tan gran número poseía. La madre hacía gala de
las virtudes de su hija ante todas las damas aristocráticas de la
ciudad, mostrándola, cuando paseaban juntas, como el más valioso de los
tesoros que había en su casa.
Todos los más ricos y apuestos galanes de la ciudad la observaban
intensamente cuando paseaba con su madre por la plaza de Santa María o
simplemente dando un paseo por cualquiera de las calles o plazuelas
cercanas a su palacio. Muchos fueron los pretendientes de la
aristocracia jiennense que aspiraron a obtener su mano. Incluso se
cuenta que numerosos fueron los nobles de otras ciudades que
pretendieron casamiento con ella. Un día, la hermosa dama, con su
habitual sencillez, entró en una extensa conversación con un joven
plebeyo, posiblemente un subordinado de la casa.
La muchacha entabló una
gran amistad con él, encontrando en el humilde joven una serie de
grandes virtudes que no había conocido antes en los grandes nobles con
los que habitualmente se relacionaba, con lo que la chispa del amor hizo
mella en el corazón de ambos jóvenes. Unidos por el más secreto de los
amores, disfrutaron durante un tiempo el uno del otro, hasta que llegó
el momento fatídico.
Un día, el orgulloso padre de la dama descubrió esta relación
amorosa, que para él era una verdadera humillación y vergüenza, al igual
que para la madre. Entonces los padres le exigieron que cesara la
relación con ese muchacho de inferior condición social, pero ellos a
escondidas siguieron viéndose. Enseguida el padre pensó en aplicar una
drástica solución: encerrar a su hija en la alcoba más alta de una torre
que en aquel entonces tenía el palacio de los Vélez, pero no pensó en
un encierro temporal o llevadero, sino en emparedarla.
Se dice que tapió
incluso la ventana, dejando un pequeño orificio por el que apenas
entraba el aire a la habitación. Desde entonces, dicen que la dejaron
encerrada e incomunicada, para que nadie supiera de la grave afrenta
que, según sus padres, había hecho su hija a su noble casa.
El joven
enamorado, transido de dolor, acudía todas las noches al pie de la torre
donde estaba encerrada la dama, y ella, a través del pequeño orificio
que tenía en la pared de su prisión, le lanzaba a la calle mensajes de
amor escritos en las hojas que arrancaba de un libro de oraciones, único
bien que sus padres le dejaron, escribiendo con una astilla de madera,
de la ventana tapiada, con la que se pinchaba un dedo o la muñeca para
utilizar su propia sangre como tinta.
Cuentan que posiblemente murió encerrada y olvidada por todos, en
aquella oscura y triste torre, de hambre, desangrada o quizás de
tristeza. Y una vez que murió, el fantasma de la hermosa joven rubia
pasea su tristeza por las salas del palacio de los Vélez, quizás
deseando encontrar al joven enamorado, al que nunca ha podido olvidar a
pesar de los siglos transcurridos".
La presencia fantasmal es un tema que
se lleva entre los empleados del Colegio de Arquitectos con cierta
normalidad pero con mucha discreción.
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