En
la segunda república española la educación normalista vivió verdaderas épocas
de esplendor. En un principio se fusionaron las dos escuelas normales
cimentando así la Escuela de Magisterio primario. De este modo, los profesores participaron
en la experimentación de innovaciones didácticas y en el desarrollo de la vida
cultural de la provincia a través de conferencias, visitas a Museos y cursos de
ampliación.
Frente
al carácter culturalista de los planes educativos anteriores, el sistema
docente republicano haría especial hincapié en el aspecto profesional. Para
ello se buscaba que los profesores estuvieran mejor preparados para trabajar en
las Escuelas Normales, exigiéndoles poseer bachillerato y haber estudiado
materias tales como Psicología, Paidología y otras metodologías especiales.
Estos
estudios gozaron en Jaén de un predicamento especial entre aquellos profesores
de ideología cercana al gobierno republicano y los que eran simpatizantes de
las corrientes conservadoras que defendían los nuevos estudios.
Entre
los profesores que formaban parte de las Escuelas de Magisterio Primaria se
encontraban Enrique Esbrí, Antonio Pasagali, María Dolores y Aurelia García
Andoaín, Pedro Lópiz Llópiz, Martín Noguera, Victorina Asenjo, Pilar Sarrablo,
Heliodora Cruz y muchos otros que manifestaron continuamente su preocupación
por la buena marcha de las enseñanzas. De hecho, prestaron su colaboración a
todo tipo de actividades sociales tales como el ropero o la cantina escolar.
Aunque
en las Escuelas Normales situadas en la zona rebelde abolieron todas las
medidas innovadoras de la República al inicio de la guerra civil, en la capital
del Santo Reino se mantuvieron dichas enseñanzas hasta el final del conflicto
bélico, aunque con ciertos ajustes, ya que los republicanos expulsaron de las
aulas a aquellos profesores que no eran afines al gobierno. Es por ello que
también, entre 1936 y 1939, se formaron a maestros antifascistas para que
fueran capaces de comprender el significado de la lucha contra los militares y
las ansias de liberación del pueblo.
Una
vez acabado el conflicto bélico las medidas represoras vendrían del bando
contrario y los profesores fueron sometidos a otra depuración. Muchos habían
fallecido durante la contienda o habían tenido que huir mientras que otros profesores
sufrieron con la depuración el consiguiente traslado. Todos tuvieron que demostrar
su buena conducta, probar que carecían de antecedentes político-sociales y
justificar no pertenecer a partidos de izquierdas.
Las
asignaturas aprobadas durante el período republicano quedaron invalidadas y el
Plan de Estudios vigente, suprimido. El edificio de la escuela, al menos, no
había sufrido daño. Por todo esto, la trayectoria de innovación llevada a cabo
durante el período republicano se vio truncada por la finalización de la guerra
civil y la posterior separación de las Escuelas Normales.
En
un panorama sombrío y con un profesorado mermado y sin autonomía esperarían a
la implantación de un nuevo Plan de estudios que no tuvo nada que ver con los
gloriosos años de la segunda república.
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