La capital del Santo Reino es un enclave urbano que nace, en época romana, alrededor del Raudal de La Magdalena. Poco a poco fue expandiéndose alrededor del Cerro de Santa Catalina hasta romper la muralla por el Suroeste, hoy cantones de Jesús, para colonizar la cañada del Castillo con los barrios de El Tomillo y El Almendral hasta el cerro de El Neveral, donde se estableció el Sanatorio y el Centro de Profesores.
Ya
a la salida de la puerta de Santa Ana, unas monjas construyeron un convento
bajo la advocación de la santa justo al lado del barranco de la cañada. Como
las aguas fluían cerca del recinto con mucha frecuencia, el convento se vio
obligado a cerrar en 1837. De ahí surgen, un siglo más tarde, los barrios anteriormente
citados. En realidad fue una prolongación del barrio de la Merced que poco a
poco crearon su propia identidad.
Como
detalle, destaca junto a estas unos depósitos de agua que data del año 1927. Su
estructura se asemeja a un cuarto de esfera, con contrafuertes que aparentan
unas grandes hornacinas abocinadas de estilo oriental. En la fachada se pueden
ver escudos en cerámica vidriada de la ciudad y de la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir. En la carretera
de circunvalación destaca también la Casería de Manolito Ruiz, un edificio
regionalista con rejería modernista construido cuando don Manuel Ruiz Córdoba
adquiere el cerro y el Castillo.
En
la parte alta del cerro de El Neveral, junto a un antiguo polvorín, surgió la
Sociedad del Tiro Nacional, cuya función era la de adiestrar paramilitarmente a
sus socios con la finalidad de que estos estuvieran preparados para defender a
España en el caso de que el país participara en un nuevo conflicto bélico. Una
práctica que se mantuvo en pie hasta prácticamente la llegada de la democracia.
Incluso recibió la visita de Alfonso XIII en 1904 cuando sus instalaciones
fueron ampliadas.
El
Sanatorio de El Neveral es la joya de la corona del cerro. Sus obras comenzaron
en 1929 bajo la dirección de Luis Berges Martínez y a iniciativa de Fermín
Palma García. Su inauguración se realizó en 1935 con la asistencia del
presidente de la CEDA José María Gil Robles.
Caño
Quebrado formó parte en el siglo XIX de la Dehesa del Abasto, un espacio de
aprovechamiento común que ocupaba el cerro de la Imora, Cañada del Castillo y
Caño Quebrado. El lugar se hizo popular por la subasta de leña, carbón y pastos
que realizaba el Ayuntamiento para que los vecinos de Jaén accedieran a estas
materias primas. Tanto Jabalcuz como Rio Cuchillo, La Llana, Caño Quebrado o la
Imora eran terrenos que lindaban entre sí y que estaban comunicados por veredas
reales.
El
Alamillo era una fuente jiennense en cuyas inmediaciones se establecieron, en
verano de 1938, unas colonias para niñas huérfanas de combatientes por parte de
los republicanos, un espacio donde ya existía una piscina con la ayuda del
Socorro Rojo Internacional. Aun en pleno siglo XXI la fuente es el punto final
de un camino que hoy en día lo utilizan muchos paseantes.
Tanto los cerros del Castillo como los de El Neveral y, por supuesto, Caño Quebrado, fueron incluidos en un plan franquista de repoblación forestal por parte de Patrimonio Forestal del Estado. Hoy en día estos espacios naturales siguen formando parte del distinguido Parque Periurbano de Jaén.
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