La tumba
de Rafael Martínez Molina, de carácter puramente científico, es considerada
como una verdadera tabla dedicada al conocimiento. Un enorme bloque de piedra
labrada con multitud de detalles, que la hacen única en todo el recinto. Un
proceso muy personalizado, muy rico en simbología y digno de estudio.
La
lápida es muy alta, casi desproporcionada en relación con el cuerpo inferior de
la tumba. En su parte frontal se lee la siguiente inscripción: “A la memoria
del Doctor Don Rafael Martínez Molina. Falleció el 14 de marzo de 1888 R.I.P.”,
todo ello escrito en una moldura labrada a modo de pergamino, que es sujetado
por las patas de un enorme murciélago con las alas desplegadas y que domina
todo el conjunto.
En las
membranas de dichas alas, se leen los nombres de cuatro de las ciencias que
dominaba el doctor: Química, Física, Botánica e Historia Natural, lo cual da a
entender al visitante de su tumba que el doctor abarcaba todo aquel
conocimiento. Justo encima de la cabeza del murciélago existe una especie de
medallón, en cuyo interior pueden apreciarse lo que parecen ser escamas
coronando lo que podría ser un sol naciente.
Todo el
grupo escultórico está adornado con innumerables motivos florales, incluso en
las partes laterales de la lápida, la cual queda rematada en su parte superior
por un arco ligeramente ojival o gótico, coronado por una cruz latina de brazos
muy cortos sobre una base octogonal, al estilo de un crucero, lo que la hace
también desproporcionadamente pequeña en comparación con el tamaño de la
lápida.
La parte
posterior es más austera pero no por ello menos importante, puesto que presenta
un búho o lechuza con las alas en reposo y rodeado de lo que podrían ser
perlas, sobre una columna de fuste jónico y capitel decorado nuevamente con
motivos florales.
Respecto
al medallón con las escamas y el sol se puede decir que no son escamas, sino
rayos que salen del sol naciente, simbolizando la iluminación del conocimiento
fruto del estudio en las tinieblas de la soledad. El búho de la tumba hace
mención al que llevaba la diosa griega Atenea, la latina Minerva, como símbolo
de sabiduría. Posiblemente la presencia de ambos animales quiera reflejar la
idea de que al sabio nada se le esconde. Pero el hecho de que el mochuelo, el
búho o la lechuza vaya acompañado del murciélago induce a pensar en un sentido
esotérico. Como experto en Antropología, Martínez Molina sabía de la fuerza que
tienen los símbolos.
Se puede
decir que Martínez Molina quería dejar un mensaje más como alegoría del conocimiento
en todas sus acepciones, tanto científico como espiritual. Posiblemente
Martínez Molina eligió personalmente todos esos símbolos clásicos para dejar
clara su labor como humanista.
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